La muerte sorprende sin libro de instrucciones. Lo peor -lo más insoportable- para quienes nos quedamos es el espejo de la cotidianidad: un cajón lleno de calcetines, un llavero con forma de sandalia de peregrino o esa colección de novelas de ciencia ficción a la espera de incesante relectura. Ahí permanecen esos objetos, escrutándonos con melancolía, como un perro triste que ha perdido a su amo.
Para Mitch Larsen, la ausencia duele en esa pared donde medía cómo iba creciendo su hija. Como una fotografía que se empeña en embalsamar el tiempo, como el súper-8 que resucita espectros y consuela padres.
The Killing, ese tratado sobre la pena.
La segunda temporada del opresivo drama de la AMC -qué delicia de ambientación– respiraba tranquila ante unas expectativas notablemente más bajas que las de su primer año. Que la crítica USA se cebara entonces no implica que The Killing anduviera libre de pecado. Unas cuantas piedras: “The Killing es una historia cuya miga narrativa no llena más de seis o siete capítulos. Está estirada con el juego del falso culpable. Además, forzar desde el inicio tanto protagonismo para la trama política evidencia que los malos irán por ahí sí o sí. (…) The Killing, con tanto balbuceo y juego de manos, supone una involución del género policíaco, puesto que abusa de la sorpresa y coquetea, sin sujetador, con el deux ex machina narrativo. Al menos otros que intentaron innovar -la troupé de Damages, con su perfecta primera temporada- no jugaron al despiste en los primeros noventa minutos; desde el inicio lo de Patty Hewes era una cabronada. The Killing sí ha jugado a la fiesta de disfraces porque al final se ha revelado como algo que no prometía, ni por asomo, en los excelentes tres o cuatro primeros capítulos.”
(Espoilers a partir de aquí). Las segundas temporadas permiten reajustar el pacto de lectura del piloto, de modo que uno regresa a Seattle pertrechado de chubasquero y con la ansiedad narrativa proscrita. Por mucho que lo venda el cartel, quién mató a Rosie Larsen se antoja irrelevante. Sentencia Robert Lloyd en Los Angeles Times: “The Killing versaba más sobre los cazadores que la caza, más sobre la tristeza que sobre la maldad”. Tal cual. De hecho, desde mitad del metraje parecía olerse al asesino y, desde luego, era evidente que el delito iba a salpicar altas instancias de la ciudad (si no, nunca habría tenido tanto protagonismo el aspirante a alcalde). Nada nuevo bajo ese sol.
Donde sí ha ganado la serie ha sido en la dinámica Holder-Linden, con una relación que ha crecido profesional, humana y hasta moralmente. Ahí Veena Sud ha labrado con paciencia un excelente trabajo que desemboca en el estimable último capítulo, donde la obsesiva Mireille Enos -la esfinge pelirroja- y el simpático Joel Kinnaman -el sabueso larguirucho- juegan de memoria mediante miradas, implícitos, pitillos compartidos y luces apagadas. Su despedida -en un gesto con ecos de western- nos deja una heroína cansada, abatida, con una victoria que siempre está condenada a saber amarga.
Es así porque The Killing entronca con las coordenadas existencialistas del cine negro. No se pueda ganar, no se puede perder… y ni siquiera se puede abandonar el juego. Un fatum, un tren del que no puedes bajarte. La ciudad se erige en entorno opresivo, amenazante. La justicia no puede consolar porque el Mal ya ha cobrado. El sistema anda amañado y por las cloacas sube el hedor de los mafiosos de cuello blanco. Y, cómo no, una tipa normal que da un mal paso, esa delgada línea que separa al ciudadano del criminal. La pasión, los celos, el miedo, la ambición. ¡Zas! Wrong time, wrong place, Rosie. También para ti, Terry.
Por eso funciona tan bien el último capítulo, un poderoso sorpasso emocional. Un gigantesco nudo en la garganta. Los creadores resuelven rápido la culpabilidad de Jamie y dejan el resto del metraje para amasar la tensión sentimental de los personajes. Incluso tenemos más Rosie que nunca, lo que contribuye a humanizar lo que hasta ahora había ejercido de mera excusa narrativa. Así logran culminar con una explosión de lágrimas, culpas y redenciones familiares que resitúa a The Killing en su mejor escenario: el de la pena.
Y el de la derrota:
Holder: Linden, pillamos al malo.
Linden: ¿Sí? ¿Quién es?
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Algunos comentarios más para despedirnos de Seattle y los Larsen:
-A diferencia de la temporada anterior, aquí sí hay clausura para cada una de las tres tramas: familiar, policial y política. El adiós de Holder y Linden resulta tan brillante que, jo, sería una pena continuar. La serie se deja ver, por supuesto, pero esta temporada ha cerrado con la sensación de que The Killing no puede aportar mucho más. Ha mejorado alguna de sus virtudes… pero no ha sabido limar sus más graves defectos.
-En mi crítica me he centrado en lo positivo. Pero ha habido muchas cojeras específicas de este año. Algunas de las más llamativas: la relación madre-hijo de Linden me ha seguido chirriando, con el añadido del tono madre-coraje; el paso por el psiquiátrico no me lo tragué en ningún momento; el empeño del Departamento de Policía en contra de sus dos héroes necesita mayor credibilidad; y los indios malos malísimos, por ejemplo, podían haber tomado algo de gris, ¿no?
-De repente, en los últimos capítulos, me di cuenta de que el arco argumental de la serie no ocupa más de 25 ó 30 días. En ningún momento los acontecimiento dan esa sensación de apresuramiento. Es más, algunas de las subtramas parecen reclamar semanas o meses (la recuperación de Richmond, el viaje de Mitch). ¿Por qué les puede interesar a los creadores ajustarse a ese corto espacio de tiempo? ¿Qué ganan?
-Sé de una ciudad en la que no viviría en mi vida: Seattle. ¡Gensanta, qué depresión de lugar! No me extraña que Cobain…
pixelwoman
Nahum: al entrar en la web mi ordenador me advierte de que en \”gentedigital\” hay software malicioso y que mi ordenador está en peligro. Confirmad si le pasa a más gente (con otras páginas no me ha pasado)…
Cat
A mí también me pasa y en (A)ficciones también.
Me ha encantado tu análisis, el último capítulo hace que merezca la pena la serie, aunque yo soy de las que la he visto enterita sin quejarme a pesar, como tú bien dices, de sus errores. Me ha entretenido y sí, da para 8-10 capítulos como mucho, eso de estirar y estirar, qué americano es.
MacGuffin
Me hacen gracia esas críticas de estirar y estirar la trama, cuando The Killing va a capítulo por día porque es la misma estructura que llevaba Forbrydelsen, la serie original. Aquí habría que meterse con los daneses, más bien :).
Sólo una cosa; la primera temporada no podía dar ningún cierre porque no quería darlo. Era un punto y seguido sólo, la historia sólo estaba a la mitad. Que fuera más o menos acertado es otro asunto, pero viendo las dos temporadas se ve que esto es una serie de 26 episodios, no de dos tandas de 13.
Javier Meléndez Martín
Buenos días, Alberto,
Excelente análisis, como siempre : )
Tras ver la primera temporada de \’The Killing\’, me vi \’Forbrydelsen\’. La versión norteamericana es un remake casi paso por paso aunque con un tono más \”comercial\” o \”intenso\” si queremos llamarlo así. (Personalmente prefiero la versión original por la contención y un uso económico del lenguaje). Sin embargo, como apunta MacGuffin, habría que pedirle cuenta a los daneses en cuanto a la estructura. En la serie danesa sobran cuatro o cinco capítulos.
David
Hey! Aquí dejo mi valoración de las dos primeras temporadas de THe Killing y la de dos series primo.hermanas suyas, Broadchurch y Top of the Lake:
http://seriesanatomy.blogspot.com.es/2013/06/en-ocasiones-veo-laura-palmers.html