Derrapar en la última curva, por muy buena carrera que hayas hecho, arrambla con el éxito y te condena al invisible panteón de los segundones.
Le ha pasado a Hit & Miss, el último órdago del emporio Sky por labrar imagen de marca a base de ficción propia. Si el año pasado la apuesta partía de cuatro mostruos de la escena british (Mad Dogs), en esta ocasión echan mano de una musa del cine indie (Chloë Sevigny) y del creador más afamado de la grandiosa tele isleña (Paul Abbott). Ambas propuestas han salido rana, pero unas más saltarinas que otras. Mad Dogs acababa diluída en el pastiche Peckinpah y la autoparodia ibicenca mientras que Hit & Miss -mucho más sólida- opta por el disparo en el pie con un capítulo de cierre desastroso, alucinado, desubicado en el fondo y en la forma… que desmerece los muchos triunfos que había amasado la serie con anterioridad. De veras, cuesta entender lo del 1.6.: uno tiene la sensación de que los creadores andaban con prisa por cerrar el garito y lanzarse al pub a ver cómo Inglaterra tiraba los penalties. Solo así explicaría tanto culebroneo dramático y tanto “porque sí” de última hora.
Abbott crea, pero no escribe. No sé muy bien qué implican las nomenclaturas -más en este mundo rajoyano que detesta los debates nominalistas- pero es evidente el cordón umbilical que une Hit & Miss con otras creaciones suyas, en especial con el aclamado post-realismo de Shameless. Está Manchester y sus acentos arrastrados con azada, revolotea la clase baja y el chonismo ilustrado, asoma el agujero de la desestructuración familiar y la ausencia materna y, cómo no, sobresale la hija fuerte y decidida a sacar a los hermanos adelante. Todo ello perfumado con ese eau du merde que aromatiza el universo Abbott con sordidez, autenticidad y una brutal desinhibición.
Ese triplete ya se condensa en la premisa: un frío asesino a sueldo -valga el triple pleonasmo- descubre que su antigua esposa ha fallecido, dejando una familia de huerfanitos. Ah, él es ella ahora: un transexual atormentado/a por su condición sexual, a la espera de la operación que le reubique definitivamente. En otras ocasiones me he mostrado crítico cuando los desnudos y la violencia son gratuitos; pues bien, hacía tiempo que no veía un desnudo con semejante importancia para la trama (por cierto, matrícula para el “protesista”). Ahí también asoma el aroma Abbott.
Como asoma al rechazar cualquier intento moralizante, otra de las marcas de la casa. Hit & Miss no enarbola bandera de nada; al contrario, el travestismo queda reflejado como una opción dramática, desgarradora. Mia -excelente Sevigny– se erige en personaje contradictorio y ambiguo hasta decir quizás: es compleja y acomplejada, valiente y cobarde, tierna y despiadada, feliz y triste, y en definitiva, ay, hombre y mujer. Lo mejor de la serie se concentra en Mia, en su dolor sordo, con secuencias muy turbadoras, tanto de violencia hacia los demás como de autoflagelación íntima.
Junto a la protagonista, hay un par de personajes con mucho jugo. La relación que establece con el niño es fantástica, a bocados muy emocionante. Como ha visto Chris Harvey, el esqueleto de la serie es deudor de Raíces Profundas: un extraño que llega, una familia indefensa, un granjero malvado y la admiración del pequeño Ryan -una joya de actor el chaval- por Mia. Resulta muy interesante atender a los aspectos educacionales y comprobar cómo Mia sabe diferenciar su rol de padre y madre. Puede parecer primario -incluso políticamente incorrecto para estos tiempos buenistas- pero la serie atribuye la cobardía de Ryan a la falta de una figura paterna…
De hecho, en las primeras triangulaciones, Mia ejerce esencialmente de padre, lo que era, de hecho, cuando les abandonó. La relación con Riley -el tercer gran personaje de la serie- es la que le va abriendo los ojos y “educando” como madre. En este sentido -ignoro si de forma deliberada- Hit & Miss desliza un mensaje antiabortista que choca con las tesis de cierto feminismo (lean a Beauvoir) ideológicamente dominante. Y choca porque Mia, en una escena bellísima y trágica, reivindica la maternidad como elemento definitorio de la feminidad. Por eso convence a Riley para que no aborte: porque es lo único que ella jamás podrá tener, por mucha operación a la que se someta.
Sin embargo, el resto del elenco sale más plano y se dan varios casos de relaciones caprichosas y deshilachadas. El peor es John, un tipo tan detestable y básico que adopta forma de villano Disney en una serie que, obviamente, maneja otros códigos. Una propuesta que juega la baza del realismo no puede permitirse un resbalón así en la composición de personajes. Por poner otro ejemplo: el mafioso Eddie padece problemas de coherencia en la subtrama con Levi, a todas luces forzada.
Aun con todo, el desastre aterriza con la season finale. El conflicto interior de Mia hunde sus raíces en la infancia, cuando su padre la vestía de niña para avergonzarla por su cobardía. Es uno de esos conflictos que funciona bien en la sugerencia, entre la neblina de la elipsis. Pero lo pifian al traer a su familia (¡vaya caricatura de hermano!) a primer plano y hacer que Mia se juegue los cuartos por dos personajes que ni nos van ni nos vienen. Más detalles: ¿cómo demonios una asesina del recopetín como ella puede dejarse apalear por el tirillas del brotha? ¿Desde cuándo hay lindas y metafóricas mariposas en días de lluvia, en un edificio de una zona industrial ultracontaminada? ¿para qué el énfasis en vestirse de chico al coger la habitación del hotel? Y el duelo final a lo John Woo (o a lo Tarantino) queda resultón visualmente pero, ¿no le falta un poco de trabajo a la decisión de Eddie? ¿cuadran sus motivaciones con el cariño que ha mostrado a su liquidadora a la largo de todo el metraje?
Me podéis argumentar que todas estas preguntas son cuestiones menores. No lo creo, aunque puedo aceptar “incoherencia dramática” como animal de compañía. En ese caso es una pena que Hit & Miss no tenga un final a la altura de su promesa. El piloto es francamente sensacional y, a pesar de varios titubeos dramáticos y secuencias de causalidad forzada, el tronco de la serie aguanta. Sin embargo, tras la clausura, el sabor de boca se hace mucho más agri- que -dulce. Son las mismas esquirlas que ya dañaban Exile, la anterior propuesta de Abbott.
¿Qué queda? Una de las mejores bandas sonoras de los últimos años (mi canción favorita este “On Battleship Hill” de PJ Harvey), una premisa tan arriesgada como suculenta, un conflicto de identidad sexual encarado de forma novedosa, tres personajes que son una mina y varias reflexiones en torno a la paternidad y el concepto de familia que van a contracorriente. Parece mucho, sí, pero también nos despide la sensación de que Hit & Miss tenía banquillo para ganar el partido y se ha conformado con tirar la tanda de penalties. Es decir, una ocasión perdida por falta de agallas.
Warren Keffer
Enorme y completísimo análisis.
Como drama tenía una base impresionante, pero algunos deslices le alejaban de la perfección… y estos se agrandan demasiado en el desenlace, afeando bastante la serie. Con todo, me ha parecido muy buena. Atrapa, impacta, consigue que sufras por los personajes… Incluso en la tele de hoy en día, llena de genialidades, ha sido un visionado atrevido y gratificante.
Hadrian
Muy buen análisis Alberto, de todas formas se agradece, y mucho que la ficción inglesa siga manteniendo el listón tan alto, pero estás en lo cierto, cuando depués de semejante piloto las expectativas se disparan, resulta un poco triste que se solucione la trama de forma tan atolondrada, eso sí, gracias al señor Abbott y semejantes, por ofrecernos ficciones televisivas tan estimulantes como ésta, como Exile, The shadow line, Sherlock, Inside Men… series que merecen críticas aparte, pués juegan en otra liga, una en la que prácticamente sólo juegan ellos… y algunas series USA que abordan tramas arriesgadas e incómodas sin destilar chorros de moralina, como habitualmente ocurre en las series norteamericanas impregnadas por capas de caramelo-spielberg.
Lástima del personaje de Eddie, tiene la potencialidad para haber sacado de él bastante más, por cierto, mis felicitaciones a la señora Sevigny por su credibilidad en el papel de Mia.
Saludos