Louie no se parece a nada que hayas visto.
Y no solo porque correteen David Lynch, Robin Williams, Chris Rock, Amy Poehler, Sarah Silverman, Ricky Gervais o Chlöe Sevigny. No. Louie es diferente porque empuja el género de la sitcom hasta el mareo.
(Incluye referencias a sucesos de las tres temporadas)
El año pasado -una excelente temporada para el cómico de Nueva York– traté de identificar las claves de una propuesta tan heterodoxa. En “Louie, el payaso triste” explicaba que lo fascinante de la serie es, oh paradoja, la desolación que destila. Un ejemplar canónico del posthumor: la carcajada es accesoria, la amargura obligatoria. Un hombre que pretende vender una mercancía en la que no cree: la risa. Y una felicidad que siempre se conjuga en pasado o en futuro… porque el presente -por muchas máscaras que vista- es la dictadura de la tristeza.
Sin embargo, en aquel dibujo mío faltaba un paisaje. El más esclarecedor para entender Louie. Algo que uno, con sus limitaciones como crítico, atisba pero no logra articular. Hablas de lo agridulce, de diamantes en medio de la mierda, de soledades, de chistes escatológicos, de la obsesión física con el cuerpo que envejece, de amores soñados, de la difícil paternidad sin una madre, de amaneceres poéticos, del fracaso andante… hasta que, zas, lees este ensayito del L.A. Review of Books y chasqueas los dedos: “¡¡Aaaamigo, esto es, claro que sí!!”. No se puede decir mejor.
En “¿Ha matado Louie la sitcom?”, Adam Wilson propone una cultivada lectura donde relaciona la comedia con los nuevos métodos de consumo. Y pulsa la tecla: “[Louie] es una representación fílmica de su propia psique. Louie es fascinantemente insular”. Louis C.K. se emplea a sí mismo y a su mecanismo como material televisivo, pero todo está filtrado por la suerte de realismo mágico que provoca su personalísima visión. Vemos las cosas como él las imagina. “Es el Nueva York de la imaginación de C.K., la ciudad dentro de su cerebro. Como el Dublin de Joyce, está señalizado con lugares reconocibles, pero retorcido por la miope subjetividad del autor. Y como un espacio onírico de Bergman -o el literalmente ilimitado ciberespacio-, el nebuloso Nueva York de C.K. está en estado de constante flujo, bendecido por la FX con la libertad de ser inconsistente incluso consigo mismo”. Así, no hay personajes secundarios (solo las dos hijas), su madre es interpretada por personajes diferentes, su agente tiene la apariencia de un niño repipi y alelado, un delirante productor toma los rasgos del delirante David Lynch, la madre de sus niñas rubias puede ser negra, un hermano desaparece del arbol genealógico, su hermana es asquerosa en la segunda temporada mientras que en la tercera adopta las maneras de la dulce Amy Poehler… Y así. Todo desde su catalejo averiado e insomne.
Ese mirar el mundo a través de los ojos de Louie es lo que aporta a la serie un candor inimitable. Puede jugar con el exceso y con la introspección. Con la metáfora y los sueños. Cuando pretende huir ante el miedo de reencontrarse con su padre, por ejemplo, escapa por tierra, mar y aire (3.8.); estamos dentro de su mente: todo vale para reforzar la sensación de huida en el espectador. O, por qué no, esta angustiosa obsesión por arreglar un regalo para su hija en Navidad (3.13.):
Quizá por todo esto Louie no es una serie que uno coja con ganas al inicio de temporada. No es amable. No es fácil de ver. Ni siquiera es divertida. Precisamente porque cuesta sentarse a la mesa con ella, le sientan de perlas los atracones. Acumular tres o cuatro capítulos facilita la digestión. Uno va así armonizando con el jazz que la encubre, está preparado para las bofetadas en las expectativas y, bueno, no se toma de forma tan personal las putadas que la vida -su propia vida- le juega a este cómico de felicidad imposible. Cuando parece que te haces un amigo latino en Miami, llega una conversación homoambigua y todo se esfuma por el retrete (3.3.). Nada vuelve a ser lo mismo, los silencios pican. Cuando te enamoras de una extraña librera con alma de elfa, llega la resaca y lo inunda todo (3.5.). Solo quedan cicatrices, esos amuletos contra el olvido. Cuando, desesperado, te encuentras a tu último amor camino del aeropuerto, ella sufre una súbita hemorragia nasal y la palma antes de las campanadas.
Todo el mundo está alegre y tú quieres suicidarte. Eso es Louie.
Pero Louie es una serie que se escribe con un gigantesco “sin embargo”. Y, sin embargo, entre tanta depresión, el artefacto funciona. Los últimos cuatro capítulos, por ejemplo, son para enmarcar. Un equilibrio ejemplar entre sonrisas, carcajadas, surrealismo, ajuste de cuentas, metahumor, crítica televisiva y crisis cuarentona. La divertida trilogía del “Late Show” funciona como un largometraje, construyendo un crescendo emocional que logra convertir la derrota en algo épico, liberador. “Yo, Letterman, I did it! I did it!!! Letterman, f*ck you!!”
En momentos como ese Louie resulta insuperable. Como en la season finale, con Navidad y fin de año como paisaje tras la batalla. Ahí es donde extrae poesía de la derrota. En un cuento, unos patos y el río Yangtsé. Por eso nos cautiva: estamos con Louie porque sabemos que él quiere ser mejor persona: mejor padre, mejor amante, mejor profesional. Porque lucha. Cae. Se levanta. Porque, a pesar de tantos sinsabores, aún ansía encontrar el remanso que le otorgue paz, como si fuera un niño en la mañana de Reyes.
Un niño aterrado de quedarse solo.
Ese humanismo herido es lo que hace a Louie tan, tan diferente. Lo que la convierte en algo que nunca antes has visto.
Arnold Layne
Grandísima reseña. Louie es desde ya una de las mejores series ( sin distinción de géneros posible) de la historia. Un auténtico prodigio. Me guardo el ensayo en favoritos para cuando tenga un rato, que pinta interesante.
Un saludo.
fasensio
Desde que terminó la temporada llevaba esperando esto como agua de mayo. Buen post. Coindico en que los últimos capítulos han sido muy buenos. Por eso, y porque los primeros quizás los tengo algo menos frescos, creo que esta ha sido la mejor hasta ahora. No sé si ha mejorado o eramos nosotros, los espectadores, los que hemos tardado en cogerle el gusto.
Los tres capítulos de Letterman, chapó. Y Lynch muy grande. Qué será lo próximo.
Recomiendo también hacercarse a sus espectáculos de stand-up filmados. No sólo son muy buenos, sino que ayudan a entender mejor al cómico, al personaje y a la serie.
mackey
Enorme la reseña que te has marcado hoy, sobre todo porque has dado en el clavo (no sé si con la ayuda de Adam Wilson :P). Louie produce sensaciones contrapuestas como pocas series lo hacen. El patetismo exarcerbado puede hacer gracia a la vez que produce una triste empatía con el que la produce. Así, por ejemplo, las perlas que le suelta la peque a su padre te provocan la mas inesperada de las carcajadas a pesar de lo duro que supone para Louie la dolorosa sinceridad de su niña. Porque es un dolor verdadero, creible, no como en el resto de sitcoms. Louie transita por un terreno desconocido en esto de la ficción y lo hace con toda la honestidad y humanidad que se puede poner en una pantalla, lo cual ya es meritorio. Pero si encima salpicas la jodida realidad con los divertidísimos destellos surrealistas que caracterizan a las marcianas secundarias que la acompañan en su patética travesía por la vida, te encuentras con una comedia de quilates, tan honda como cualquier drama de relumbrón y tan desternillante como la mejor de las comedias británicas. No anda desencaminado Arnold Layne, no señor.
Awezoom
Suscribo todo lo dicho (aunque creo que el autor se ha pasado con los spoilers un poco). Hacía tiempo que una serie no me fascinaba tanto. Es de esas que ves capítulo tras capítulo y cuando terminas una temporada quieres más. Es brutal el enfoque tan diferente que se le da a cada tema, la vez tan realista, pero siempre con el toque surrealista que impregna toda la serie. Louie es el eterno perdedor que siempre se agarra a un último clavo para no caer en la desesperación y nos contagia su manera de ver el mundo.
Comencé a ver la serie gracias a que un amigo publicó en su facebook que el capítulo con la vendedora de libros en la azotea eran para el los mejores 15 segundos de la historia de la televisión. Desde luego, para mi el momento álgido de toda la serie de momento ha sido el grandioso especial de tres capítulos con el Late Night.
En fin, sin duda una serie que seguiré hasta su fin. Ya estoy viendo Lucky Louie y sin duda buscaré todos los especiales editados en DVD, pues me ha enamorado el talento de este polivalente humorista.
¿Alguien sabe si hay planes de editarse en BluRay en nuestro país? porque la 2º temporada de Amazon es de zona1. 🙁
Alberto Nahum
ARNOLD: Yo aún no llego a tanta devoción, je. Básicamente porque me falta \”disfrute\”. Intelectualmente la aprecio más que vitalmente.
ASENSIO: Nene, las \”haches\”, joer. Yo creo que tengo mejor recuerdo de la 2ª, la vi más compacta. Eso sí, el subidón final de esta es perfecto. En general, me parece que es un tipo bastante consecuente con todo lo que hace; está creando una \”mirada\” muy personal.
MACKEY: Sí, sí, lo digo explícitamente y con comillas. El artículo de Wilson da unas claves que nunca había sabido explicar yo con tanta certeza. Al César lo que es del César.
AWEZOOM: ¡Si hay un aviso de espoilers tras la primera foto, en rojo! Yo he visto un capítulo de Lucky Louie (el 1.9., si no me falla la memoria) y, aunque comparte el tono, le falta esa frescura estructural que hay aquí. En BluRay dudo mucho que llegue acá. En todo caso, en Amazon UK (si sabes inglés bien, porque no suelen llevar subtítulos en castellano) suele estar casi todo en región 2. Yo compro ahí.
Awezoom
Aunque esté en rojo no es lo mismo un \’contiene referencias\’ que un \’OJO SPOILERS!!!!\’ Que es lo que debería poner, porque son referencias a momentos muy fuertes.
Yo me quedo especialmente también con el capítulo en el que va a pedir perdón a un viejo amigo y resulta que ya lo había hecho. Juro que me pasó exactamente lo mismo (variando matices) con un viejo amigo hace tan sólo unos días.
fasensio
Cierto. Mea culpa.