Do. Treme se siente cómoda en un extremo. Es una serie radical, que reclama del espectador un compromiso que pocos productos televisivos se atreven a pedir. Sin duda, David Simon se ha ganado el crédito, qué leches. Abría yo con ella un largo ensayo sobre el relato televisivo que publiqué hace unas semanas, porque en aquella disquisición de Creighton Bernette se condensa la postura narrativa -y casi moral, me atrevería a decir- de Treme: “No penséis en términos de un principio y un final. Porque, al contrario que algunos entretenimientos con una trama guiada, no hay cierre en la vida real. En absoluto” (1.9.). De hecho, por su sensación de clausura narrativa, esta tercera temporada podría haber supuesto el último acorde del concierto… pero habrá ritornello el próximo año. Eso: la vida -el jazz, el blues- seguirá sonando en Nueva Orleans.
Re. Precisamente Simon revolucionó hace meses la blogosfera estadounidense al quejarse (razonadamente) de que las críticas semanales desvirtuaban la continuidad narrativa de una ficción seriada. Lo comparaba con la crítica literaria: ¿acaso alguien va reseñando capítulos en lugar de novelas completas? Ya sabéis que aquí siempre hemos reivindicado la temporada como una unidad narrativa, por lo que en parte es sensata la llamada al orden del co-creador de The Wire. Fijaos, sin ir más lejos, los líos que se están montando al otro lado del Atlántico con los últimos capítulos de Homeland… Treme, sin ninguna duda, es un producto que debe valorarse desde el vagón de cola, incluso tras dejarlo reposar un poco. Porque el flujo naturalista, los tiempos muertos, el paisaje urbano, los transportes de Antoine Batiste o su (aunque parezca que no) compleja postura política ganan volumen cuando se estudian con pitillo y perspectiva.
Mi. Umm, la política. Allá vamos. Treme, a diferencia de The Wire, que era una tragedia, constituye una epifanía. En el doble sentido de la palabra: su pasión por la música alcanza cotas místicas, de adoración religiosa, casi una encarnación de la “Gloria de Dios“; al mismo tiempo, Treme es una celebración, una fiesta. Sin embargo, en la base de todo está el mayor desastre de la historia de Luisiana: vidas rotas, casas demolidas, familias partidas, cadáveres ocultos. De ahí que, a primera vista, la corteza política de la serie se resuma en una crítica desde la izquierda a las instituciones, la policía, los tiburones financieros y el sistema político y social en general (“el juego está amañado”, repite Colson haciéndose eco del Bodie de Baltimore). Todo anda mal, esto es ineficiente y hay overbooking de chorizo y abusador. OK.
Fa. Sin embargo, al rascar -de nuevo, con la perspectiva de toda la temporada- uno descubre la poderosa semilla del liberalismo clásico: la peña no necesita del aparato -a veces asfixiante, tantas veces corrupto- del estado para reorganizarse y reconstruir sus hogares, para salir adelante y renovar los consensos básicos que fundan cualquier sociedad. Al revés, en un espacio donde la solidaridad es, ante todo, una opción ejercida desde la libertad individual, como demuestra la fiesta final para Ladonna, con todos los personajes presentes en un empeño comunitario. Por eso Treme ofrece una propuesta profundamente humanista, optimista como pocas, sin caer en el almíbar del fueron felices y comieron perdices. No. No fueron felices, les costó un huevo salir adelante, el cáncer acecha… pero lucharon como solo un humano puede hacerlo para recuperar la alegría (¡oh, Mardi Gras!) y exprimir la vida.
Sol. Eso es lo más luminoso: que no hay ni un solo personaje que baje los brazos. Como en temporadas anteriores, la colmena humana de Treme se ha visto asediada por la corrupción policial (Colson, Toni Bernette, LP), los aprovechateguis del ladrillo (Nelson, briboncete), las limitaciones artísticas (Davis, Antoine) el muro judicial (pobre Ladonna) o los costes del éxito profesional (Jeannette y Annie). Y, sin embargo, la sensación de pelea ha sido más aguerrida que nunca. Ahí radica el quid de su sugestiva postura política, tan humanista. Lo resume bien Alex en su estupenda reseña en Basura and TV: “[Treme] continúa semana tras semana enseñando que la vida no es más que el resultado de miles y miles de batallas diarias que hay que enfrentar y que, muchas veces, vas a perder. Y que por el camino posiblemente puedas perder mucho más de lo que ganes, pero que es el regusto de esas pequeñas victorias lo que al final mueve al mundo y a las personas que habitan en él”.
La. El estilo naturalista va de la mano de esa estructura en red, que sigue a 12 personajes como si estuviéramos en una película de Robert Altman. Esta característica, sugiere Zoller Seitz, permite ver la tragedia del Katrina como una “gigantesca metáfora de todo tipo de desastres imprevistos”. Al gran Katrina le suceden pequeños Katrinas en forma de demolición, suicidio, violación, amenaza, cáncer, infidelidad… La historia va lanzándonos de un personaje a otro de forma anárquica, desordenada, sin la ansiedad causa-efecto que propugna los manuales de guión. Esto es otra cosa y aspira a semejarse a un pedazo de vida. Quizá por eso he aprendido, como espectador, a convivir con esa dispersión narrativa que me molestaba hace un año. Simon y Overmeyer establecen paralelismos (esta temporada ha habido más montajes alternos que nunca) que luego rediseñan o, directamente, quiebran, no tienen miedo a resultar repetitivos ni a jugar con Sonny en constante offside y, como es evidente, siguen confiando en los descansos musicales como marca de estilo. Por eso Treme, como decíamos al inicio, está cómoda en la esquina.
Si. Como cualquier colmena humana, hay celdillas más jugosas que otras:
Sonny, precisamente, me ha resultado lo más aburrido; tampoco ayuda el poco desarrollo del personaje de su novia, pura silueta oriental. Y, sin embargo, su típica historia de recaída y redención mediante el amor, es decir, mediante la salida del yo para entregarse al otro, acaba emergiendo extrañamente inspiradora.
Ladonna siempre es un terremoto, pero su histerismo también acaba sacando de quicio a ratos. Agota su gesto de maruja enfadada. No en vano, sus mejores copazos llegan cuando se endulza -la tragedia íntima une- junto a Albert Lambreaux, otro testarudo de manual, otro tipo cuyo cuerpo está siendo ultrajado. Conozco esas salas de quimioterapia y lo balsámica que resulta una mano amiga cuando el cangrejo empieza a devorarte por dentro. A Albert siempre le quedará el consuelo de haber sido el guardián de la llama, en uno de los momentos mágicos del año, esta autenticidad milagrosa:
La trama de Nelson, flojita en la tanda anterior, ha crecido por dos flancos: por un lado, evita el tópico de capitalista vampírico: el personaje de Jon Seda es, en el fondo, un buen tipo y, sobre todo, disfruta de las gentes y costumbres de Nueva Orleans; Simon evita así un maniqueísmo en el que sí cae con el cuerpo policial. Por otro, la imbricación de Nelson con los Lambreaux lo atan mejor al resto del elenco, esa famosa unidad narrativa, ejem.
Siento debilidad por Toni Bernette, en parte gracias al sensacional trabajo de Melissa Leo, una mujer de ojos profundos y despojada de aspavientos. Un perro de presa en los despachos. Da gusto verla emparentar con su espejo al otro lado de la ley (Colson), puesto que al fin y al cabo a los dos les unen la misma ética insobornable. Además, Toni ha contribuido al éxito del reportero LP (en Basura and TV enlazaban el artículo de investigación de Propublica, gracias). Como lo clásico es zurrarle sin piedad, siempre me agrada ver la nobleza de la profesión periodística en pantalla, con toda su esplendor como soporte de la sociedad civil y cuarto poder.
Davis Macalary cada vez me gusta más. En los inicios se me antojaba insoportable; ahora, adorable hasta en su derrota. Ha madurado, sí, pero sigue siendo un niño grande. En el fondo es una persona apaleada e histriónica, aunque transmite tal alegría vital que sabes que jamás se hundirá, porque está contagiado por el espíritu de la ciudad (“Treme: Won’t Bow, Don’t Know How”). Como en todos los personajes, la tensión entre la esfera íntima y la pública se retroalimenta, llevándole en este caso al naufragio de su noviazgo con la ahora exitosa Annie.
Pero el triunfo también tiene su cruz. La trama de Jeannette está bien expuesta, aunque resulta un poco apresurada su rápida caída en el lado oscuro. Vale a lo de morir de éxito y tal, pero, hombre, una persona con olfato como ella debería haberle visto antes las orejas al lobo. Algo falla dramáticamente en esa trama.
Y de nuevo Do. La transformación más lograda -y la más agradable para el espectador- es la del gran Antoine Batiste, ejemplificada en una propina. Si la serie constantemente nos presenta a personajes que quieren más de lo que pueden tener, el caso de Batiste traza el camino de vuelta: nunca será un gran músico y, sin embargo, en su vocación docente le esperan grandes satisfacciones. Quizá la felicidad sea, simplemente, aceptar lo que somos y con quién lo somos.
Arnold Layne
Clap, clap, y clap. No tengo nada más que añadir porque no creo que haya nada más que añadir. Una de las mejores reseñas que he leído de esta bendita serie.
Un saludo.
yurik
Es una serie que apetece ver, por su simpleza y honestidad. Por no dar promesas vacías y por ir de cara. Por ser positiva en tiempos de oscuridad. Por sus personajes entrañables y por la música.
Y además con la aparición de Eyehategod han querido empezar a mostrar la escena metal undeground de Nueva Orleans una de las más importantes y prolíficas del mundo, chapó por dar el paso y demostrar que la buena música no entiende de géneros.
mackey
¡Enhorabuena, una vez más, por la reseña! Cada día te superas, majo. Da gusto leerte.
Supongo que si la dispersión que tanto te suele molestar (no solo en Treme) lo toleras mejor en esta ocasión es probablemente porque los trayectos vitales de cada personaje se han cruzado mas entre sí, rubricada en todo su esplendor en la fiesta que hacen por Ladonna en el restaurante de Jeannette. Esa mayor conexión entre nuestros supervivientes se ha agradecido.
carlosono
Gradísimo temporada y análisis.
En general muy de acuerdo con lo expuesto, aunque si tuviera que encontrar alguna objeción diría que Sonny me ha encajado de principio a fin y su viaje vital no me ha parecido poco interesante en ningún momento.
En fin, esperando la temporada final con ganas y a ver si pueden superar ese plano secuencia con \”Can I change my mind?\” que se marcan en el 3.10.
Pol
Una de las mejores series que nadie está viendo.
El único \”pero\” son las tramas policiales. En las tres temporadas me han parecido absolutamente nefastas y un lastre para el desarrollo de la serie. Es raro que sea así porque Simon está curtido en esto de la policía (Homicide, The Wire, etc.).
PD: Antoine se llama Batiste, y no Batista.
poliptoton
Excelente texto, Alberto: sólo discrepo un poco en lo de que nos hemos acostumbrado a la dispersión narrativa. Creo, efectivamente, que era el único punto realmente flojo de la segunda temporada (en ésta para mí ha sido indudablemente la trama de Sonny, simple, descolgada y desdibujada), pero en esta tercera, más que acostumbrarnos a ella, creo que se ha reenfocado muy inteligentemente y, aun en la dispersión, esta temporada (recordemos: la temporada como unidad narrativa) sí ha recuperado el elemento de collage (esos montajes alternos como ejemplo más evidente, pero no único) que había perdido un poco el año pasado.
Alberto Nahum
ARNOLD: Gracias, amigo.
YURIK: Joer, qué nivel, ni idea de que eran grupos reales… Pues sí que cabe música en essa ciudad.
MACKEY: También es lo que dicen más abajo Poliptoton, creo. Por eso se ha reducido esa dispersión, ¿no?
CARLOS: Sí, lo de Sonny queda a desmano pero, como decía, el final me ha gustado. Y mira que es típico pero, oye, la vida también puede regalar sonrisas y redención de vez en cuando.
POL: Cambiado. Contaminación de Dexter, I guess.
POLIPTOTON: No había caído, la dispersión no solo se ha combatido al acercarlos a todos a Nueva Orleans, sino cinematográficamente, con la hemorragia de montajes alternos. Muy bien visto.
OsKar108
Que bonita reseña para esta grandísima serie. Que pena que solo nos quede \”el epílogo\”.
¡Saludos!
Sofia Martínez
Creo que esta serie tiene muchos elementos para analizar pues el simple hecho de estar basada en una tragedia da pie a numerosas críticas. En mi opinión creo que es una excelente serie, además de que musicalmente se disfruta bastante. Ahora que está por culminar Treme cuarta temporada promete mucho y espero cumpla con las expectativas de su público.