“Si quieres el arco iris, debes soportar la lluvia
La felicidad viene doble después de un poco de dolor”.
(5.8. “Eldorado”)
(Espoilers de toda la serie)
Hay que saber escoger los acordes de tu propio funeral, sobre todo si toda tu vida has querido ser enterrado en El Dorado. Tantos esfuerzos para perseguir una mísera mentira: esa moneda que iba a redimirte, Nucky Thompson, con la que aspirabas a comprar un nuevo yo. ¡Ese jodido atajo! Pero nada es gratis, ya lo sabíamos: la belleza impone un peaje, la ambición exige su cuota de sangre y el éxito -oh- te necesita con mierda hasta las rodillas. Porque no, jamás ha existido un arco iris sin tormenta.
Es tan viejo como los mitos que nos contamos para explicar el mundo: el pecado original. Pudiste renunciar a la manzana, pudiste conformarte, pudiste no traicionar a aquella pequeña. Pero te engañaste. Y, desde entonces, todo ha ido sumando una factura cada vez más abultada. Y las deudas se cobran, como reza el primer mandamiento de la biblia mafiosa. En esto, Boardwalk Empire -a pesar de los tiempos cínicos que habitamos- no ha pretendido voltear el género de gánsters. Al contrario: se ha ajustado, con fidelidad fetichista, a la moralidad básica de aquellas películas de los años 30. Aquel célebre lema del Código Hays (“Crime does not pay”) permitía la siempre identificación perversa con caracortadas y cesaritos porque al final el protagonista nunca se salía con la suya. Historias trágicas, ejemplarizantes, pero sin necesidad de moralina con desodorante. Aún diría más: Boardwalk Empire remarca ese esquema en su clausura desde un desbordante simplismo -el niño y la moneda: el precio del poder- que cautiva con su melancolía. No es casualidad que Nucky -igual que antes hicieron Harrow o Darmody– sueñe con su paraíso perdido. Aquel al que renunció para embarcarse en esta obsesiva y sangrienta búsqueda de El Dorado.
En este réquiem por un sueño que entona la quinta temporada de Boardwalk Empire -incluso toda la serie, podríamos añadir- el clásico relato de ascenso y caída se tiñe de una nostalgia grisácea, como de felicidad apagada. Toda la línea argumental del flashback (*) ha sido un órdago a grande de los creadores. No solo tenían solo ocho capítulos para cerrar, sino que además se han permitido el lujo de “gastarlos” en recontar lo que ya sabíamos. Me explico. No hay nada narrativamente novedoso en el pasado que se nos acerca de Nucky Thompson. Las claves ya se nos habían ido abonando durante los cuatro años anteriores: una niñez de penurias, un padre hijoputa, un Comodoro que mueve los hilos, una niña desvirgada antes de convertirse en mantis y una esposa muerta de pena y locura (en el piloto aparecía, sin ir más lejos, una foto de Molly Parker como Mabel). Y lo de que ha sido un órdago no lo digo como figura retórica, sino como apuesta al límite. Un todo o nada… que al final les ha salido caballo ganador.
(*) ¡¡Qué sensacional es la actuación de Marc Pickering como joven Nucky!! Desde la dentadura hasta la nasalidad de la voz y la mirada de iguana. Un hallazgo clave para el éxito de esta quinta entrega.
Estos últimos días comentaba con algunos amigos en twitter lo frío que me estaba dejando esta quinta temporada. Y, sin embargo, de repente todo me encajó con la finale. Me ha resultado bastante insólito este giro en mi percepción. Es más, cuanto más pienso en la temporada, mejor regusto le encuentro. Más imágenes se me clavan en la retina y más lancinante me resulta su nostálgica despedida. Y no es que el final haya roto la cintura con una sorpresa sobre la bocina. Al contrario, como decíamos antes: es un cierre previsible, clásico, circular, astuta y concienzudamente anti-Soprano. Hasta los títulos de crédito tienen su réplica -hasta su explicación, diría yo- con ese Nucky que, por fin, se adentra en el océano, dejándose ir hasta el otro lado de la luna. Como un niño. Como aquel niño.
https://www.youtube.com/watch?v=tn8Fwu5h76M
¿Por qué he sufrido este cambio tan repentino en mi valoración? Tiene su lógica, me temo. Hasta ahora, todas las temporadas de Boardwalk Empire se han caracterizado por comenzar con el motor al ralentí, abusando de la congestión narrativa y de la madeja. Y en todas el acelerador del último cuarto hacía que las piezas encajaran y el espectador paciente pudiera recuperar la inversión emocional, siempre desde el final, entendiendo la temporada como un todo y no como una simple suma de capítulos. Este año había dos obstáculos añadidos que hacían chirriar el mecanismo habitual, esto es, la codificación que la propia serie había pactado hasta ahora con sus espectadores: por un lado, nos encontrábamos con una temporada notablemente más corta (*), por lo que parecía razonable esperar un ritmo más cardíaco. Y, sin embargo, ¡toma dos tazas!: toneladas de flashbacks. Y, por otro lado, el segundo inconveniente era el salto temporal, que obligaba al espectador a rellenar muchos más huecos de los habituales. Y no soy enemigo de las elipsis, pero, vaya, en una serie que nunca se había caracterizado por su excesiva sutilidad narrativa, era como empezar un partido diferente.
(*) Es otro ejemplo más del work-in-progress que caracteriza al relato serial y lo diferencia de otras artes. Aquí, al menos, los creadores sí tenían claro dónde se ubicaba el cierre (con el fin de la prohibición), de modo que si la HBO hubiera estirado, tenían siempre la opción de seguir contando hazañas de los años veinte hasta llegar a esta última estación. Creo que es un acierto tener claro el punto de llegada, más aún con la sofisticación que está alcanzando el relato televisivo contemporáneo.
Por eso me dejaba psi-psa la temporada, porque me costaba más hacerme cargo de la trama -que, además, nunca ha sido particularmente cristalina de seguir- y porque sentía que no me iba a dar tiempo a recuperar la inversión. Más aún teniendo en cuenta que veníamos del “blues de Richard Harrow” en su inmejorable cuarta temporada. Y en éstas llega “Eldorado” (5.8.) y, como otras veces, todo hace clic. Como decía, sin grandes sorpresas (la Historia es la Historia y la evasión de impuestos y Luciano y Siegel y Kennedy…) pero con un estilo emotivo, casi de balada, de heroísmo Peckinpah, de poesía visual en montajes paralelos, de bailes imposibles en edificios ya vacíos, de ciclos de violencia que se reproducen desde el eco de los tiempos. De fascinación y vómito, como todo buen gángster que se precie. Un cierre que resulta emocionalmente devastador, que te deja tocado.
Quizá la temporada también me dejaba más frío porque la altísima mortalidad de la serie hacía cada vez más difícil encontrar resquicios humanos con los que empatizar. Echaba de menos a Harrow, a Darmody, incluso a Eddie, qué demonios. Porque Luciano, Lansky, Siegel y, a pesar de aquella memorable escena de boxeo (**) con su niño, Capone jamás han contado con la complejidad de aquella dupla dañada tras la Gran Guerra. Y, para colmo, otros como Chalky, Eli o Van Alden asomaban por los márgenes o desubicados con respecto a lo que conocíamos de ellos, por lo que también se hacía difícil enganchar su estela emocional.
(**) Es una pena que la relación de Capone con su hijo sordo haya quedado en el olvido. Si la hubieran regado, hubiera tenido muchísimo más fuerza la despedida de ambos en la finale. Y, por descontado, habría añadido capas de pintura al lunático megalómano que interpreta magistralmente Stephen Graham.
Y, sin embargo, los cierres de estos tres últimos han resultado satisfactorios en su imposibilidad trágica. Si quitamos de la ecuación lo de los cuernos de Eli con la esposa noruega (¿?), los tres han tenido los únicos finales coherentes con sus filias y fobias. Chalky lleva hasta sus últimas consecuencias ese sacrificio que hizo por un amor imposible y la forma de despedirse -tanto por la ambigüedad de Narcisse sobre su parte del trato como por el recuerdo musical- resulta extrañamente poético. Bien mirado, la trayectoria de Chalky no ha sido más que el reverso de la moneda de Nucky Thompson; su factura en pos del sueño americano también era larga y ha tenido que abonar hasta el último penique. En el caso de Eli, as usual, su suerte es la de un infierno en vida, siempre a la sombra de su hermano, pagando su cuota de pecado. Y la única forma de parar la rueda diabólica en la que se ha convertido el apellido Thompson es, como en el caso de Nucky, la de inmolarse por su descendencia, en ese hijo honrado que no puede escapar de su maldición. Quizá la navaja que le regala Nucky no sirva solo para afeitarse… Y nuestro querido Van Alden, ay, resulta casi imposible no sentir ternura por un oso así. No creo que haya habido un personaje más apaleado que él en toda la serie, por lo que casa con uno de sus prontos esa última reivindicación de sí mismo. Y no es casualidad, me temo, que su rostro quede tan grotesca y salvajemente desfigurado al morir: con tanta máscara ahora resulta imposible saber quién era.
Aquí, por cierto, es donde la moralidad de Boardwalk Empire más puede alejarse del género clásico de los gángsters. No es Elliott Ness -apenas una sombra en un capítulo- el héroe que tumba a Capone, sino el infiltrado Mike D’Angelo, el mismo que le vuela la tapa de los sesos a Mueller-Van Alden para mantener su coartada. Un tipo que nunca se llevará la gloria pública. Como ocurría con el joven Hoover que aparecía el año pasado, la importancia de un D’Angelo en la trama implica aceptar que aunque el ciclo del crimen se reviva -ahora es el turno de Luciano y sus nuevos pretores- el Estado se seguirá afanando por defenderse y devolver el golpe. Unas veces por encima de la ley; otras por debajo. Porque el imperio de la ley también necesita de sus reptiles para moverse por las cloacas y sus fontaneros para realizar el trabajo sucio (**).
(**) No quiero entrar en un debate idealista sobre el asunto. Para quien le interese, The Shield y, en menor medida, The Wire afrontan esas alambradas. Aquí simplemente constato que Boardwalk Empire, igual que siembre la ambigüedad en el campo de los delincuentes, no es tan ingenua como para no hacerla en el de los buenos.
¿Del resto de personajes? Bueno, he echado de menos más Narcisse -excelente su gesto de dignidad para levantarse tras los disparos de la finale– y siempre andaba inquieto -de nuevo, hasta el cierre- sobre por qué demonios había que seguir prestando atención a un personaje amortizado como Gillian. Arquimedes tenía mucho potencial que ha sido aprovechado, Doyle murió tan absurdamente como se merecía (¡¡y demasiado ha durado para una risa tan insoportable!!) y el regreso a primera fila de Margaret, aparte de un engranaje narrativo crucial para salvar el culo financiero a Nucky, ha servido para cerrar la evolución del personaje que más ha cambiado durante estos cinco años. De esposa abusada y pobretona a felina de las finanzas y la corrupción de cuello blanco. De nuevo el magnético y venenoso influjo de Nucky sobre todo lo que le rodea. Supongo que en algún momento le llegaría también a ella su último arco iris, como les pasará a los Kennedy, ese ejemplo de nuevos negocios sucios para una época diferente.
Así se despide una de las series más importantes de la última década, con un final a la altura, de esos que, como he explicado, irá ganando con el tiempo. Como remarca Álex Medina en su blog, la intelligentsia bloguera ha sido habitualmente implacable con Boardwalk Empire, quizá porque competía siempre contra unas expectativas míticas, las de la HBO de los primeros 2000. Yo la he reseñado desde su inicio (1, 2, 3 y 4) y siempre he estado convencido de su altísima calidad. Es cierto que me han repugnado sus excesos de violencia explícita (no la justificada, como este espectacular Harrow, por ejemplo) y en ocasiones su ritmo glacial hacía difícil cogerle el punto. Pero cuando el mecano se armaba, Boardwalk Empire estaba a la altura de las grandes, con un acabado técnico y un nivel artístico difícilmente superable. Con un puñado de escenas de acción para enmarcar. Audaz en su mezcla de realidad y ficción (****) en una época tan sangrienta como apasionante. Una serie que se atrevió, además, con una de las volteretas narrativas más arriesgadas de los últimos tiempos (cargarse al co-protagonista) y supo caer de pie, explorando nuevos territorios emocionales, políticos y narrativos.
(****) La divergencia más justificada ha sido la de obviar que el Enoch L. Johnson real sobrevivió hasta 1968. Lo dicho: una clausura astutamente anti-Soprano.
Tienen razón quienes argumentan que Nucky Thompson, a pesar de ser el protagonista, nunca fue el personaje más interesante de Boardwalk Empire. De ahí este énfasis en su pasado, con tanto flashback donde, como decíamos, más relevante que el qué ha sido el cómo: la sutilidad de una mirada, el detalle de una conversación, la sorpresa ante un mínimo acontecimiento revelador. Porque al final esta es la historia de un tiempo convulso, pero también de una persona misteriosa, solitaria y contradictoria: Enoch Thompson. Alguien que una vez fue honrado y bueno, para quien las cosas pudieron ser diferentes, si no llega a cruzarse la ambición, la envidia y esa arcilla tan humana que componen las pasiones destructivas. Un tipo tóxico que fue destruyendo todo lo que quería cuando decidió no ser un gángster a medias. Un hombre que se dio cuenta demasiado tarde de que El Dorado es una quimera y de que no todo en esta vida tiene un precio.
Y mucho menos el arco iris.
poliptoton
Yo he tenido una sensación muy similar a lo largo de la temporada (también me preguntaba por qué demonios había que seguir con Gillian y por qué iba a ser tan importante el cómo se conocieron) y ese final tan nostálgico, tan poético y tan bien contado (aunque me ha sorprendido un poco su profunda moralidad, que nunca había visto tan explícita en la serie), me ha dejado más que satisfecho.
Me ha dejado tan satisfecho que casi me ha dado rabia. Porque por fin \”Boardwalk Empire\” se ha involucrado con los personajes, por fin ha conseguido que me importe algo lo que siente Nucky, por fin ha reducido al mínimo el número de escenas en las que los personajes están hablando de algo que no tengo ni repajolera idea de qué es, por fin (después de cinco años) me ha e-mo-cio-na-do. A veces he tenido la sensación de que \”Boardwalk Empire\” era una serie atada por una serie de limitaciones autoimpuestas, que no la dejaban respirar como el relato pedía. Con momentos brillantes y finales de temporada deslumbrantes, pero permanentemente empeñada en ponerse palos en las ruedas a sí misma. Al ver ese último capítulo me ha dado rabia, en fin, que \”Boardwalk Empire\” no siempre haya sido así. Pero le he agradecido mucho la última alegría.
P.D.: Me ha encantado lo de \”heroísmo Peckinpah\”. Tal cual.
Pedrin
Yo creo que Van Alden estaba amortizado desde hacía tiempo, pero tener a un monstruo como Michael Shannon interpretándolo ha hecho que haya sobrevivido hasta el último momento. Además, se nota que los guionistas le tenían cariño al personaje, me encanta que haya sido la única persona capaz de meterle el miedo en el cuerpo a Capone con ese último ataque de locura. Eso y que en última instancia, el responsable de que Al acabará en la carcel fue él, ya que a D\’angelo le dan los libros de cuentas como gesto de confianza por haber matado a Van Alden (cuando él lo hizo solo para no que se descubriera su tapadera).
Mobius
De todo lo ya dicho por ti solo recordar una cosa.
¡Ese diseño de producción! por favor.
Te pones a hacer memoria, y quizás solo Roma podría acercarse a algo similar. Es que absolutamente todo siempre era perfecto y más cuidado imposible. Ni GoT (con lo que la adoro) creo que pueda considerarse que llega a su nivel (aunque obviamente sea más llamativa por estética).
PD: Ah, y un recordatorio para Tim Dios Van Patten (que con 18 capítulos se quedó solo a dos de igualar los 20 que dirigió para Los Soprano). Desde el 2011 solo se ha dedicado a Boardwalk Empire (Según IMDB), a ver por donde se deja caer ahora.
JoelTeka
Yo lo que le he notado a toda la temporada es una continua sensación de final, de que ya no hay más nada que contar. Incluso ese final algo predecible se adapta a esta concepción de serie gastada que, sin embargo, le ha sentado tan bien. Yo he disfrutado de la temporada desde el primer capítulo. Ha sido agradable ver una Boardwalk Empire tan poco ambiciosa que, como Nucky, se rinde ante su pequeña concepción, como si se hubiera dado cuenta de que en realidad nunca ha tenido la importancia que quiso tener cuando comenzó hace unos años.
El cautivo
Primero, a mi me parece evidente que a la serie le han metido tijeretazo antes de lo previsto, y Winter ha tenido que cerrar tramas de manera catastrófica, hasta el punto de saltar la banca, pegar un salto temporal de aúpa que la narrativa de la serie nunca ha escogido, dejarse personajes importantes por el camino (Arnold Rohstein) y tener que cerrar tramas recién empezadas (nos quedamos con muchas mas ganas de Van Alden-Eli)
Uno espera que iba a encontrar algo bueno en esta circunstancia: sera el fin de, ritmo lentisimo de la serie. Será como si cada temporada hubiese empezado en el capítulo ocho. Y resulta que no. Seguimos igual y encima nos colocan unos flashbacks sobre Nucky que a estas alturas ya me dirás que aportan.
Con todo lo dicho ahora llego a la realidad: la quinta temporada me ha encantado. Ha sido un broche imperfecto, pero se ha agarrado a lo insospechado: a acompañar en ese ultimo viaje a Nucky Thompson. Toda la temporada tiene un aire crepuscular que dota de melancolía a lo que estamos viendo. Y lejos de lo pensado, los flashbacks nos ayudan a entender el paso que dio Nucky a los infiernos, y el porque de esa vida que solo podía terminar en tragedia: la mas terrible la soledad y el abandono, la menor la venganza (justa) de los Darmody contra el, con el momento de entregar a Gillian al Comodoro como uno de los clímax del año.
Boardwalk Empire aspiraba a ser perfecta y no lo era. Por eso quizás las expectativas se cayeron demasiado pronto. Tiene en sus peros ser la serie con menos ritmo de la actualidad, y una necesidad molesta por reubicar personajes que ya han acabado su ciclo (margaret, Van Alden e incluso Richard Harrow seguía en la serie cuando ya habían contado todo lo que se podía sobre ellos) Todo eso es cierto. Pero cuando B.E. Quería ser buena estaba a la altura de las mejores. La violencia explícita de la tercera temporada. La despedida de Richard Harrow o el ajusticiamiento de Jimmy Darmody (sin exagerar una de las mejores escenas de lo que va de década) ponen el imperio en un lugar muy alto.
yurik
Se nos va la serie más infravalorada de los últimos tiempos. Después de esta despedida y de la de Mad Men el año que viene me parece indudable que la televisión dejará de merecer tanto la pena…
Yo defiendo a Boardwalk Empire desde el minuto uno, pocas series me han atrapado tanto. Por eso me enfadé tanto al enterarme de que ésta sería la última temporada, si se trata de una de las pocas series que se podrían haber alargado tres o cuatro temporadas más!. Lástima esta elipsis de 8 años, tan necesaria como dolorosa.
A pesar de todo, el final, como bien dices, está más que a la altura. Qué gran obra de arte se nos va! Quizás una de las mejores radiografias del capitalismo que he tenido el placer de ver. El mejor casting y la mejor producción artística que he visto nunca en televisión (a años luz de la sobrevaloradisima Juego de tronos). De esas series que es un placer sentarse a mirar cada semana, dirigida con maestría (cada día me doy más cuenta de que son pocas las series donde se da verdadera importancia a la puesta en escena como herramienta de transmisión emocional y narrativa fundamental en lugar de como mera herramienta utilitaria).
En fin, podría seguir escribiendo lineas y lineas (alguna entrada le dedicaré en mi blog) pero poco más que añadir. Gracias a sus creadores, gracias a la HBO por darle un final (Deadwood, ejem ejem) y gracias a ti Alberto por comentarla año tras año. Otro viaje que terminamos juntos.
Un abrazo.
Fernando
Comparto opiniones y gustos. En mi caso, a diferencias de otros años en que la veía semana a semana, la he visto casi del tirón y tardé poco en acostumbrarme a las nuevas reglas de juego de la temporada. La he disfrutado muchísimo. Y eso que venía con prejuicios ya que pensaba era un cierre precipitado y erróneo por parte de HBO. Creo nos vendieron la promesa de ilustrar temporada a temporada los años de la ley seca, y el cierre anticipado sonaba (y suena) más a decisión económica que creativa.
De todos modos, deja un buen sabor de boca e invita a revisionar la serie. Buena forma de mantenerse relevante para el futuro.
Una nota aparte merece la extraña pareja formada por Eli y Van Alden de la que los guionistas han sabido extraer un humor soterrado, como en la escena en el ascensor. Gran sorpresa y todo un acierto.
En mi ranking personal quedan así las temporadas: 1º – la tercera, por encarnar lo que \”una serie de gangsters\” me había hecho esperar desde antes del piloto, 2ª – la quinta, por el estupendo cierre, el enfoque circular y apuntalar toda la serie sobre el personaje de Nucky con contundencia (el relato coral como forma de hablar de un único personaje), 3ª – la segunda, por el mazazo que supuso quitarse de en medio a Darmody en una época anterior a toda boda roja (las asunciones respecto a lo que puede y no puede hacer una serie de TV volaron por los aires). Respecto a primera y cuarta, no sabría decir.
Un abrazo
ra
Grandísimo trabajo como siempre Alberto, espero tener más tiempo para leerlo en mayor detalle. Aquí dejo mi repaso al último episodio de la serie:
http://respirascultura.blogspot.com.es/2014/10/boardwalk-empire-5×08-el-dorado.html.
En mi opinión, con el tiempo se irá alzando entre las mejores.
Felipe
Profesor.
Muy acertadas sus reflexiones sobre esta última temporada. Aunque me hubiese gustado una más, y a pesar de que creo que la HBO quiso deshacerse de esta serie por términos de costos-ratings, esta quinta temporada le entregó un cierre correcto a varias tramas, lo que en tiempo de cancelaciones apresuradas, se agradece. Mención aparte debe tener, creo yo, la importancia que tuvo Howard Korder en estas dos últimas temporadas, siendo casi un segundo show-runner, escribiendo más capítulos que el propio Winter y entregando algunos de los más graviantes, en términos de cargarse a personajes, como fue el caso del 4×05 \”Erlkonig\” y del 5×06 \”Devil You Know\” ¿Habrá sucedido en otra serie una convivencia de show runners? (pienso en The Walking Dead, pero en ese caso se han sucedido unos con otros, lo que no ha sido el caso de Boardwalk Empire).
Por otro lado, rememorando temporadas pasadas, destaco la gran calidad, en términos narrativos y de personajes, que tuvo la cuarta temporada, según mi opinión, la mejor de la serie. Es más, creo que es una de las mejores temporada que he visto jamás, junto con la cuarta temporada de The Wire y la cuarta temporada de Breaking Bad. Esto me llevó a reflexionar sobre cierta gravitancia en la temporada número cuatro de las series, ya sea en términos de consolidación en la calidad que tienen o un cambio de rumbo en estilo que entrega nuevos horizontes. En este sentido, a las ya nombradas, recuerdo la cuarta de Mad Men como un giro de ambientación y narración más audaz que se ha evidenciado en la quinta y sexta; la cuarta de Lost, que consolidó la mitología de la serie para las dos últimas temporadas; la cuarta de Louie, que presentó variaciones narrativas que enriquecieron los capítulos con arcos argumentales más extensos; inclusive, recuerdo la cuarta de Seinfeld, como la que ahondó más en términos metanarrativos, cimentando el carácter posmoderno con la que ha sido recordada.
En fin, puede que estas divagaciones se sustenten en meras coincidencias de cuartas temporadas, pero me gustaría pensar que hay algo más referido al momento de consolidación o apertura hacia nuevos horizontes narrativos o estilísticos.
Saludos cordiales.
Arturo
Ha sido una imperfecta, siempre me ha parecido que había tramas muy poco interesantes, excesivamente complicadas de seguir y que, además, finalmente no tuvieron importancia para el desarrollo de la historia. Pero cuando quería ser buena, era la mejor. En el universo seriófilo siempre quedarán la muerte de Darmody; el fantasma de Gyp Rossety en la tremenda tercera temporada -para mí la mejor-; Capone y Chicago, quizá la trama mas compacta y mas conseguida; Van Alder, uno de los personajes televisivos mas entrañables de los últimos años; la trágica peripecia de Richard Harrow; las pinceladas que hemos visto de personajes históricos como Hoover o Kennedy y, por supuesto, esta última temporada con ese momento estelar que es cuando Nucky vende su alma entregando a Gilliam al comodoro.
No ha sido uno de las grandes, a pesar que de todo indicaba que lo iba a ser, pero aun así ha sido una serie imprescindible con algunos de los momentos mas emocionantes que se han podido ver en los últimos años.
Allan Labana
Excelente crítica. Nunca he visto esta serie, pero he decidido comenzar a verla debido a tu excelente reseña. Aprovecharé que tal vez veas este comentario, Nahum, para felicitarte por tus excelentes críticas de la televisión. Son de las mejores que he visto en Internet. Y también aprovecho para aclararte un error minúsculo en una de tus reseñas: el salto increíble de Omar en The Wire, sorprendentemente, sí está basado en un hecho real en Baltimore que le ocurrió a uno de los criminales que inspiraron a Omar. Y de hecho, muchos decían que el sujeto se había arrojado del sexto piso, pero en la serie decidieron hacerlo desde el cuarto para que nadie discutiera su realismo. Dicho esto, te vuelvo a felicitar por tus reseñas. Son excelentes. Saludos desde México.
Allan Labana
@Felipe Muy interesantes tus reflexiones sobre el número 4 en las series de televisión. La Temporada 4 de The Wire es mi temporada favorita de todos los tiempos y la temporada 4 de Lost es la única que me sigue gustando hoy en día de esa serie (en particular por The Constant, mi episodio favorito de la serie), pero no comparto completamente tu opinión. La temporada 4 de The Shield fue la que menos me gustó y respeto que la cuarta de Breaking Bad haya sido tu favorita, pero no creo que sea la mejor de la serie. Los primeros episodios son muy lentos, pareciera que los guionistas intentaban ser Los Soprano y explorar la psicología de los personajes pero eso hizo que los episodios fueran lentos y hasta aburridos. Claro, se salva en la segunda mitad con esos episodios finales tan cardíacos, pero al menos en mi opinión no supera a la más redonda tercera temporada y a la casi perfecta quinta temporada parte 2.