Más allá de mis cuitas personales para actualizar el blog, una de las dificultades del nuevo modelo de distribución que están practicando Netflix y Amazon atañe a la crítica. El rito semanal se pierde, el ritmo colectivo se disipa, la conversación se trocea y twitter estalla en espoilers a siete velocidades.
Quizá por eso siempre postergaba mi reseña de House of Cards. No existía una urgencia. No había una fecha señalada en el calendario para escribir de la season finale, como sí me pasa, por ejemplo, con la reseña que publicaré mañana de Girls o las ineludibles citas de Justified o The Americans.
Vi la primera temporada de House of Cards hace dos años y la segunda hace ya unos cuantos meses. Aún no he visto la tercera, que acaba de debutar en todo el mundo… y no tengo muchas ganas, aunque hay críticas que me animan a darle una última oportunidad. Hasta entonces (un “entonces” aún dudoso), esta reseña para la revista Aceprensa me sirve como tarjeta de visita para Frank Underwood.
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¿Creen que soy un hipócrita? Bueno, deberían. No estaría en desacuerdo. El camino al poder está pavimentado de hipocresía. Y víctimas. Sin arrepentimientos.
(Frank Underwood, 2.9.)
Netflix. Cuarta pared. Kevin Spacey. Maquiavelo.
Tirando del hilo de esos cuatro elementos es posible armar una crítica de la célebre (y tantas veces sobrevalorada) House of Cards, una serie que acaba de estrenar su tercera temporada en todo el mundo, con un Frank Underwood en la cúspide del poder, hablando de tú a tú con el presidente ruso. Soltemos carrete, pues.
Netflix. Es la penúltima patada en el congestionado tablero televisivo. Netflix es un muy exitoso videoclub online que, para afianzar su imagen de marca y fidelizar clientes, comenzó hace un par de años a producir sus propias series de ficción. Es decir, un distribuidor que se convertía en productor, una senda que han seguido gigantes como Amazon, Yahoo y PlayStation (sí, como lo oyen, la Play también ha empezado a producir series de ficción: Powers). Frente a la ritualidad semanal del formato tradicional, la emancipación de la serie televisiva que efectúa Netflix implica una voltereta en la distribución: los trece capítulos de cada temporada se ponen online al mismo tiempo, de modo que el espectador decide su ritmo. Se pierde en comunión colectiva y comentario 2.0. lo que se gana en flexibilidad para el usuario y apaciguamiento de su ansiedad narrativa. Inicialmente, se daba la paradoja de que lo que en EE.UU. se emitía de un tirón en una plataforma de Internet, en España lo distribuía Canal Plus semanalmente, siguiendo el modelo tradicional. En esta tercera temporada ya se combina la fórmula tradicional con la posibilidad de maratonear la serie en Yomvi. Otro paso más en una era donde la televisión… ha dejado de emitirse únicamente por la televisión.
Kevin Spacey. Para romper los diques del modelo tradicional, Netflix tenía que hacer mucho ruido. Y para eso necesitaba artillería: el cineasta David Fincher (Seven, La red social) entre los productores ejecutivos (y director de los dos primeros capítulos) y el oscarizado Kevin Spacey para encarnar al protagonista. Un síntoma más de cómo la televisión sigue atrayendo talento cinematográfico. El versátil Spacey da vida a Frank Underwood, un “whip” de los demócratas estadounidenses, es decir, el tipo que se encarga de mantener la disciplina de voto (en un país donde la disensión interna es más habitual que en la rígida partitocracia española, por ejemplo). Al lado del carismático Spacey, una gélida Robin Wright, ejerciendo de Lady Macbeth por los lobbies de Washington D.C. El “amor” entre los Underwood es, simple y cínicamente, una herramienta más para alcanzar el poder y, como grita la serie a los cuatro vientos, todo vale para lograrlo. Absolutamente todo. Sin arrepentimientos. Por eso Underwood lo mismo marca terreno orinando sobre la tumba de su padre (3.1), que escupe sentencias como quien escribe una nueva versión de El arte de la guerra: “Para los que estamos ascendiendo en la cadena alimenticia no puede haber piedad. Solo hay una regla: cazar o ser cazado” (2.1). Y siempre lo hace mirándonos a los ojos a los espectadores.
Angrll
Excelente como siempre, Alberto. No creo que pueda añadir mucho más a lo ya expuesto ya que las primeras dos temporadas también me dejaron ese sabor agridulce y sin darle muchas vueltas determiné que /era/ una serie profundamente sobrevalorada, in my opinion.
Sin embargo mi forma de ver la serie cambió radicalmente tras la (ojo) impresionante tercera temporada. Me parece que al igual que usted empecé esta tercera entrega dudoso y sin muchas ganas pero, uy, qué agradable sorpresa me llevé.
En primera instancia el primer gran cambio que noté fue la focalización (¡más aún!) entre el matrimonio entre Frank y Claire. Me explico: al ya Frank estar en la cúspide de poder, solo faltaba mantenerse en él lo que conlleva a que sus desmesurados planes y manipulaciones se vieran claramente disminuidos añadiendo efectividad y verosimilitud al relato. Y, como plus principal, que exploraran de forma mucho más compleja la figura del matrimonio comprendida entre la pareja protagonista. Y resumiendo muchísimo, las tramas han resultado más frescas al entrar de lleno en la política exterior y tener los Underwood enemigos a la altura que los han puesto literalmente a agonizar sobre qué decisiones tomar y hacia dónde ir por cada paso que daban. Pues, tuve la sensación de que en la segunda temporada todo se lea hizo demasiado fácil y contraria a aquella esta vez si se han visto en apuros, añadiendo momentos de tensión y aumentando las cotas de excelencia.
P.D: Me gustaría que escribieras sobre un de un brillante como lo fue The Affair. Me parece que es de lo mejor que se ha visto últimamente y merece ser analizada. Cuando tengas tiempo, sin prisas 😉
P.D ll: El año pasado eché de menos los balances anuales de cada temporada en \’\’Mis Emmys\’\’. Supongo que es debido, de nuevo, a las faltas de tiempo de su agenda. Aunque sin ir muy lejos creo que el ranking en drama estaría liderado por la extraordinaria recta final de la quinta temporada de Breaking Bad, quedando muy de cerca por la impecable quinta temporada de The Good Wife y dejándole el bronce al esplendido debut de Fargo. De nuevo, si no son muchas molestias y si dispone de tiempo libre, estaría bien que hiciera u balance televisivo durante esta temporada a finales de junio.