Una pesadilla. “Un ensueño angustioso y tenaz”. Lo gore convertido en arte. La perversidad servida con los aromas del banquete más exquisito. “¿Ves? Esto es lo que siempre quise para ti, Will. Para nosotros dos” (3.13.). Imágenes que reverberan para cerrar el círculo. Terminaba la impresionante Hannibal en AXN (claps, claps por sus reflejos) mientras trataba de recordar una serie que me dejara tan, tan noqueado.
Ante el asombro y la fascinación por esta maravilla -desagradable portento, cruel belleza, espantosa fascinación- hoy solo me puede salir una crítica trastabillada, impresionista. Onírica. Enferma. Incomprensible. A resguardo de la cordura por su propia (i)lógica interna. Apenas perdigones desperdigados.
Ya disparé con más munición: aquí y aquí.
Hoy toca vomitar las tripas. Adobarlas. Masticarlas. Regodearse en una imaginería enfermiza, insólita en la televisión contemporánea: un corazón gigante hecho de carne humana, trotando como un alce; un bebé -el último tabú- dentro de un cerdo; caracoles acariciando una pierna; una anguila ahogando a Mason.
Viscosidad al cubo.
Lo machacón, ahora, no es esa hipnótica pregunta: “Bien, Clarice, ¿han dejado ya de chillar los corderos?”. No. Lo machacón, lo insoportable es la repelencia nasal y estirada de Verger (no te hemos echado de menos, Michael Pitt) al llamar a su lacayo: “Coooordeeeeelll“. ¡Vaya cerdo!
Paradojas. Hemorragias.
De acuerdo, una hemorragia de paradojas:
Hannibal: refinarse hasta la antropofagia. Dolarhyde: un auto-odio que conduce a una “ciega” entrega. Will: empatizar con las víctimas hasta amar al asesino. Bedelia: seguir respirando para vivir encarcelada. Jack: vencer para perder. ¿O fue al revés? Estaba escrito. Ya lo advertía Chesterton: “‘La ira del Cordero’ es la gran paradoja” de la Cristiandad. ¿Cristiandad? Milongas. No, no, Fuller así lo quiere. Esa reiterativa Iglesia donde Will y Hannibal se imaginan desde la celda. Las alusiones al Apocalipsis. Y el título de la series finale: “La ira del Cordero”. Un aullido. La última gran paradoja que atraviesa Hannibal: un demonio que ansía ser Dios, un Infierno que se convierte en Cielo. ¡Qué cabrón! Como esas atrocidades que durante tres años se han sublimado hacia una indescriptible belleza.
No solo. Pero también porno gastronómico:
El nacimiento de la primavera convive con El Gran Dragón Rojo. La delicada gracia de Venus en batalla con la rotundidad física de un Richard Armitage. Alegorías. Vida y muerte. Armonía y terror. Acariciar un tigre mientras resuena este poema:
“Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?”
Una imagen -un calco de Manhunter– que explica toda la serie.
La alucinación se mezcla con la realidad e inventa una nueva forma de relato televisivo. Zoller Seitz dixit. Quizá exagera. Pero la televisión jamás había visitado estos terrenos. Estos abismos. Ningún otro show había habitado antes una pesadilla.
Revisé el piloto. Prácticamente todo está larvado en la secuencia inicial: Will Graham rebobinando el tiempo, insertándose en la escena del crimen. Empatía. Sangre. Brutalidad. Afán estético. Una narración ubicada en tierra de nadie: entre la realidad y la imaginación. Un punto de vista llevado hasta el extremo. Hasta el paroxismo.
El relato es desquiciado, imposible, pretencioso. Me he perdido a menudo. Y, sin embargo, no temía a la oscuridad del sinsentido. Disfrutaba del juego, de sus texturas, de sus espejos, de sus ralentizaciones, de esa melodía cargante, tétrica, insoportable de Reitzell.
Ya vendrá alguien a recogerme, pensaba, atolondrado en medio del bosque, mientras contemplaba al dragón de este cuento de hadas perverso.
¿Todos viven tras el salvaje final del año pasado? ¿El regreso, feliz, de Abigail Hobbs? ¿Chiyoh es la hermana? ¿Cómo demonios -valga la redundancia- llega el Gran Dragón Rojo al último acantilado? ¿Es Lecter un superhéroe de la Marvel? ¡¡Y qué más da!! La serie es Lynch, Cronenberg, el Buñuel andaluz, Rossini, Boticcelli, Caravaggio, Géricault, Freud, Blake, Mellville, Adrià… Hasta las cataratas Reichenbach de Conan Doyle en ese cliff-hanger-jumper.
Cada capítulo -más aún en esta tercera temporada- busca transportar al espectador a un mundo inédito, que se rige por sus propias leyes. No hace falta conocer los referentes; basta con sentarse y dejarse envolver por el embrujo siniestro.
Este exceso. Esta saturación. Esta alucinación que vira, en un golpe de viento, de los platos del menú italiano a los cuadros de William Blake. No es lo mismo la mujer revestida con el sol que la mujer revestida en el sol. Ni siquiera es lo mismo Italia que Estados Unidos, aunque en ambos lugares imperen las mismas pasiones: venganza, obsesión, locura.
Los fan-fic harán palmas con las orejas. ¡Cómo se enteren los Winchester! Yo pensé que, como el año pasado, se iban a dar un muerdo. Ahí. Con “Love Crime“. ¡Sangre y besos, cómo no! Por fin Will ha sido desvirgado. Ha matado. Con Hannibal. Por Hannibal. Un crimen de amor. Amén.
Hannibal Lecter es un ser ya mitológico. Regresará del Infierno. O, simplemente, de las cataratas Reichenbach. Suenan los Siouxsie Sioux: “Sobreviviré, viviré y creceré sano/ ganaré este juego mortífero”. Y tendrá la cena esperando: pierna de Bedelia.
Porque Hannibal Lecter es un personaje de texto infinito… que con esta serie nos ha hecho paladear las peores pesadillas hasta susurrar, con Will, un “¡es hermoso!”.
¡Ay, el romanticismo siempre alimentó un espíritu trágico!
Mikel
Truffautt calificaba a \”Marnie\” de obra maestra \”enferma\”; en la que el autor había sido más sincero que nunca, tan volcado emocionalmente que habría perdido sublimidad en pos de una identificación total con el \”objeto\” de deseo, incurriendo, así en impurezas técnicas y narrativas motivadas por el juego de atracción-repulsíon hacia la película / tippi Hedren.
Personalmente, son las obras enfermas o fallidas, las que más me interesan porque las veo como \”textos\” quebrados, abstactos y, en ocasiones, literalmente inacabados, lo que deja espacio para la imaginación del espectador que recurre una y otra vez a la película deseando inconscientemente que \”cambie\” adoptando sus modificaciones. Cosa, claro está, que nunca ocurre. Me pasa con \”Sorcerer\” y \”Cruising\” (Friedkin), \”Artificial Intelligence\” (Spielberg), \”La Puerta del cielo\” (Cimino), y algunas otras que ahora no recuerdo.
Hannibal es una serie que ha dinamitado la lógica narrativa convencional y es el feliz resultado de un malentendido.
Donde creímos ver un Intriga detectivesca con psychokiller nos encontramos con una historia de amor \”homosexual\” (un trío, que luego explicaré) en un ambiente completamente esquizoide y pesadillesco cuya narrativa no responde a una linealidad cartesiana sino al simbolismo de los sueños más emocionalmente cargados, en los que se unen -por fin- Jung y Freud. De ahí que nuestras expectativas hayan sido frustradas de manera permanente:
Graham nunca se rescarce sino que se hunde más y más en su ambivalencia hasta darse cuenta que no la puede resolver;
Hannibal, lejos de ser \”ajusticiado\” es elevado a la altura de un angel caído al que le permitimos asesinar porque hemos aceptado su total superioridad. \”El Canibalismo solo es posible entre iguales\”. El que se entregue y no sea capturado es subrayar lo que ya intuíamos. No hay posibilidad de \”venganza\”.
Crawford, al que creíamos centro moral del relato o al menos del sentido común, se rebela también tan manipulador como Hannibal y tan deseoso como éste (incluso de una manera más cruel) del alma de Graham. \”Necesito que seas tú el que lo mate\”.
No hay mucho sitio para la esperanza en una serie así, tan sincera con la ambivalencia de la mente humana que asusta. Bedelia \”cuando veo un pajarillo sufrir, dudo entre salvarle y aplastarlo para acabar con su sufrimiento\”. Hannibal, es el único personaje que acepta su sadismo, recreándose en él, los demás intentan, con diferentes estratagemas, sublimarlo, aunque todos acaben por ser fascinados por él.
La historia, en general, me parece la lucha encarnizada entre Hannibal (la transgresión homosexual ) y Crawford (la norma heterosexual) por el alma de Graham que finalmente, ante su ambivalencia, decide fundirse con ella y hacer lo inevitable: amar matando a su fetiche.
carlos risu
¡Cojonudo todo! Me sobran los gifs, los argumentos, los debates y hasta las fotos pero, oh, sí, yeah, más.
yurik
Por una vez debo estar en desacuerdo, la serie me ha parecido un tostón de cuidado. Quizás es porque me he tragado las tres temporadas en un mes, aunque a los cuatro primeros capítulos ya estaba saturado. Al final me ha parecido estar viendo siempre la misma escena, con los personajes anclados siempre en el mismo dialogo pedante pero vacío. De hecho si tuviese que definir Hannibal con una palabra esta sería \”vacía\”. Nada me importa, todo me parece naif, los grandes dilemas morales y estéticos de los personajes me parecen demasiado distantes y elevados. Y luego está el tema de la puesta en escena, que de tan genial, de tan exhuberante, me ha acabado por hartar hasta la saciedad. Todo parecía ser la metáfora visual definitiva, con esos encadenados y sobreexposiciones tan digitales y feos. Ya lo decía Tarkovski, en el cine no hace falta recurrir a las metáforas puesto que puedes filmar la misma realidad. ¿Acaso hay algo más poético y verdadero que eso? Cualquier obra de arte actúa a distintos niveles de significado; el formal, el narrativo, el moral… El problema de Hannibal es que todos ellos acaban diciendo lo mismo. La trama, seamos sinceros, no le interesa ni a Fuller. Y eso en el cine aún tiene pase, pero una serie de 13 episodios por temporada necesita algo más que puesta en escena y formalismos videocliperos. Y sobretodo, sobretodo, si aspiras a descifrar el alma humana intenta acercarte a la verdad. A la simpleza que hay dentro de cada uno de nosotros. Y de la que salen los monstruos más aterradores, no estos asesinos en serie de catalogo de moda.
Y una última cosa… ¿Por… Qué… Los… Personajes… Tienen… Que… Hablar… Así… Todo… El… Rato…?
José Juan.
Odio a mi padre, pero es mi padre. Y haré una obra de arte de mi odio para que parezca amor. Hannibal es una serie estética hasta la nausea. Y no por la sangre.
MARIA ELENA
Estoy e acuerdo en todo excepto en que nos halla decepcionado al darnos cuenta (casi al final de la serie ) que se trataba de una Relación Amorosa Enferma y retorcida. Fue tan sutil que ni el propio Will se dio cuenta, tuvo que preguntarlo , Esta Hannibal enamorado de Mí?, respuesta: eres lo que lo alimenta solo con verte. La verdad es que en lo personal fue tan fascinante ver como se enamora un psicópata sádico y cannibal hasta el punto de hacer las demostraciones de Amor Mas hermosas, pero al mismo tiempo incomprensibles y destructivas ( tiene sentido de quien viene , muchos que son “normales” sienten el amor casi igual ). No comprendo como el arte de lo visual puede causar desprecio, esta serie fue hermosa Visualmente, auditivamente, actoralmente una historia que no nos la esperábamos y que para mí fue una experiencia inolvidable.