Esto es ingobernable. Hace tiempo.
Primero fueron todos los canales de cable buscando imagen de marca, después las plataformas online sumándose, avasalladoras, a la partida, con series nuevas cada semana en Netflix y Amazon. Ahora, además, hay que estar al tanto del salto de producción de las series españolas, del último grito belga o de las narraciones islandesas. 400 series emitidas en 2015 y más de 450 en el 2016. Es la era de la explosión seriéfila, que anunciaba hace dos años Natalia Marcos en El País, o la burbuja a punto de explotar que describía Álvaro Hernández hace unas semanas.
In-go-ber-na-ble.
Pero, oye, quejarse de poder comer mucho caviar sí que es una pijería… Así que, ¡viva la opulencia seriéfila!
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¿Ha tocado techo la ficción televisiva?
Ni la crítica ni el público pueden verlo todo pero, ¿eso es un inconveniente o una ventaja?
La crítica televisiva, en especial la estadounidense, anda preocupada últimamente por un dilema de ricos que adquiere dos variantes. Una: ¿hay demasiada buena televisión? Y dos: ¿ha tocado techo la ficción televisiva de calidad? Ambos casos se entremezclan con esos sepultureros culturales que, en cuanto termina una gran serie, se apresuran a dar por terminada la enésima edad dorada de la pequeña pantalla. Pasó con Los Soprano, con The Wire, con Lost, con Breaking Bad… Y, sin embargo, la ficción seriada sigue viva, coleando.
Si restamos de la ecuación a las televisiones públicas (virtualmente inexistentes en Estados Unidos, por ejemplo, cuna de esta edad dorada), la pequeña pantalla siempre se ha caracterizado por su necesidad de ser rentable. Por tanto, no hay que haber leído a los liberales de la escuela austriaca para intuir que la explosión de series de los últimos quince años responde a una demanda del público. Como evidenciaba un estudio de la cadena FX, en el año 1999 (cuando se estrenó Los Soprano) las cadenas de cable estadounidenses, asociadas a la etiqueta de calidad y ambición, emitieron 23 series de producción propia. En el año 2014 esa cifra se había multiplicado: 180 series propias.
¿Hay demasiada buena televisión? Eso, en sí mismo, no es un problema. Lo difícil es alcanzar a verlo todo. Hace una década, si dejabas los procedimentales y las comedias tradicionales aún era asumible consumir toda la televisión de calidad. Ahora el canon ha dejado de ser manejable. Pero eso, en todo caso, será un problema psicológico del espectador que padece ansiedad o un inconveniente para los blogs especializados, pero no se antoja como un problema para la industria. Ni para los espectadores. Al contrario: eso implica que hay muchas series interesantes siempre por descubrir.
Por tanto, junto a otras causas industriales, tecnológicas y estéticas, se confirma que el libre mercado y la competitividad han sido decisivos para el boom que ha vivido la ficción televisiva en los últimos 15 años. La lucha por la audiencia –no solo por su cantidad, sino en muchas ocasiones por su calidad– ha espoleado la innovación constante, la búsqueda de nuevos caminos narrativos y estéticos para seducir al espectador inteligente. Precisamente por eso, tampoco es cierta la predicción de que, que una vez tocada la cima, la televisión caerá en la repetición, el manierismo y el reciclaje. Es innegable que la serialidad logró dar un salto adelante en su forma televisiva, lo que Jason Mittell ha denominado “Complex TV”. Pero, una vez alcanzado ese estadio de complejidad narrativa, formal e, incluso, ideológica, ahora toca explotar la madurez del medio.
Por ejemplo, tanta oferta y tanta saturación de series ha hecho que los finales sean cada vez más mimados por los creadores. Porque saben que ahora la posteridad, en un entorno tan competitivo, también importa. Hay que saber cerrar el círculo, cuando hace años era más la inercia la que clausuraba series de calidad. Además, sigue habiendo propuestas rompedoras estéticamente (Hannibal), narrativamente minimalistas (Rectify) o atrevidas históricamente (The Americans). Por si fuera poco, en esa constante ebullición industrial se trazan variaciones que también conllevarán sus consecuencias estéticas: desde la distribución, con los 13 capítulos al mismo tiempo que emiten tiempo en las series de Netflix o Amazon, hasta en la duración, como evidencia el reciente auge de las miniseries o las series antología: Fargo, True Detective o American Horror Story, un formato que permite que estrellas de cine se pasen con mayor facilidad a la TV.
Quizá dentro de 10 años sí habrá señales de agotamiento, pero por el momento, esa fragmentación y ese prestigio que tiene la serialidad sigue generando un efecto multiplicador: muchos países europeos están apostando por series de calidad, que buscan un salto en los niveles de producción y en la ambición narrativa y estética. Les Revenants y Braquo en Francia, Gomorra y 1992 en Italia, la ola interminable oleada de Nordic Noir… El fluir continuo de ideas y propuestas en un mundo tan globalizado como el de la ficción televisiva está logrando una apasionante retroalimentación. Hay innovación y hay vitalidad. Mientras exista demanda –y no parece que vaya a remitir la demanda, visto la expansión de Netflix, el éxito crítico de Amazon o la consolidación de Movistar Plus en España– y la oferta se adecue a esa demanda, parece que el techo de la ficción televisiva está lejos de acariciarse. ¡Bienvenida sea la abundancia!
[Publicado en la revista Nuestro Tiempo, nº 689, otoño 2015, pp. 96-97.]
¿Ha tocado techo la ficción televisiva? (otoño-2015) by Alberto N. García Martínez on Scribd
Javier Tourón Porto
Da gusto leerte, amigo!
BURBUJO
Claro que ha tocado techo y yo me bajé de hace tiempo. Es imposible tener el mínimo interés por abarcar de todo, si lo hicieran ojo por el amor al arte los productores del 99% de las series, pero como lo hacen para ganar dinero simplemente, pues no.
Yo me estoy viendo una serie ahora de 1990, y para cuando acabe con esa, pasarán unos meses porque me la veo pasito a pasito. No me interesan lo más mínimo las ochotresientas mil series de 2015, 2016.. porque el 50% no aportan nada (menos las tres o cuatro que has visto y te gustan, y vas siguiendolas ) ¿O creéis que por muy buena televisión seriéfila que se hace no hay bastante (pero mas de la mitad) mediocridades sin contar el relleno de las series pasables?
Además me da bastante PEREZA apuntarme a un NEFLIX y tal porque no tengo la constancia para ver capítulos seguidos más cuando un fin de semana aparte de quedarte en casa, si hace bueno y eso, te apetece hacer muchas otras cosas, aparte de la competencia del mundo visual o si tienes tareas familiares etc.
Y sí, creo que “el ladrillo” de las series está en su burbuja y explotará. Lo único que las buenas de verdad, hagan temporadas de diez episodios, que no se vayan mucho de los 42 minutos, temporadas independientes, y apostar por que cada serie traiga un “resumen largo” (una vez finalizadas las temporadas no durante el capi) de capítulos anteriores de 12 0 14 minutos (con escenas claves completas) para los que no son asiduos o no les gusta tanto la temática, o se bajan del carro, o ponen peros. Me van a decir aparte de que ver una serie así no es disfrutar de una buena novela (que puede ser basura ojo), que así la gente votaría, opinaría etc.. mal o con poco rigor de una serie viéndola partida, y yo les digo ¿No es peor opinar, puntuar etc viendo un solo capítulo de 67? Como en todo en la vida se puede innovar..