-Hay que encarar la evidencia: The Good Wife ha empezado a dar señales de agotamiento. Es ley de vida. Los relatos no pueden ser eternos, ya lo advertía Las mil y una noches. Eso no implica que haya sido una temporada desastrosa, ni mucho menos, pero sí que la serie del matrimonio King ha agrietado esa proverbial solidez que la caracterizaba.
-Sobrevivir a Will Gardner -el pico emocional de la excelente quinta temporada– no era fácil. Por mucho que Josh Charles haya ejercido de parodia del coach Taylor en donde Amy Schumer, su sombra ha revoloteado por el relato, tanto en la arqueología de alcantarilla propia de las campañas políticas como en la resonancia amorosa, siempre imposible, de Alicia Florrick. La relación Alicia-Will sintetizaba a la perfección el malabarismo dramático de The Good Wife: política, amor, trabajo y vida, todo bien agitado en la misma coctelera, de modo que cualquier sorbo implicaba una digestión global. La desolación por el fracaso en tal juicio podía empujarte a besar a tu jefe en la oficina y un suspenso de Zack te hacía encender una bombilla para contrarrestar los ataques políticos a tu marido. Una serie orgánica, repleta de vasos comunicantes y aleteos de mariposa.
-Lo que ocurre es que ni Finn Polmar, ni Johnny Elfman ni, ay, Cary Agos han sido capaces de insuflar esa misma tensión a cuatro bandas. Con Finn parecía evidente que la amistad estaba por encima de cualquier cama; a Johnny se le quedaba grande el affaire; y Cary, aparte de la edad, andaba preocupado por la femmefatalidad de Kalinda. Una hoguera menos, pues, de la que extraer rescoldos dramáticos.
-Hablando de Kalinda: desde hace años, la sensación es que la serie no termina de saber bien qué hacer con ella. Sus tejemanejes mafiosos, ay, parecían descarrilar en cada nuevo volantazo. ¿Es su adiós definitivo? Mira que la he admirado mucho, pero sí, debería serlo; no le queda mucho zumo.
-A cambio, la serie se la ha jugado con dos grandes tramas horizontales que han tenido sus pegas. Yo he sido muy fan de Cary Agos, pero todo su rollo carcelario tenía un punto forzado que quebraba el pacto de lectura con el espectador. No es lo mismo, como pasaba con Will, que te inhabiliten durante una temporada por echar unas canastas con la casta… ¡que pasar por el trullo con pastilla de jabón y destornillador! Semejante pesadilla kafkiana en la América actual, como que no cuela. Tras 8 ó 10 capítulos con el asunto y el pobre Matt Czuchry poniendo cara de estreñido silente, resultaba claro que la trama era un callejón sin salida.
-La otra gran trama horizontal, más presente en la segunda mitad, ha sido la de la carrera electoral de Alicia. Con Eli Gold por medio, cualquier campaña electoral se antoja sabrosona y rumbera. Vale. Y yo la he disfrutado como un enano, con sus perversidades y sus maquiavelismos, con sus honradeces imposibles, con sus debates en la cocina, etcétera. Pero, de nuevo, estructuralmente hablando, a pesar de su disfrute como vehículo para exhibir los entresijos del poder y la comunicación política, parecía una trama más propia de otra serie. Quizá de un spin-off. Porque, ya lo hemos escrito otras veces, The Good Wife es la serie estadounidense más política del momento (sí, sí, mucho más que la exageración conspiranoica de House of Cards, tan empachada de rasputines). Y buena parte de su encanto, de lo afilado de su cuchilla, es tratar la política como algo cotidiano, práctico, que nos afecta a todos como ciudadanos de una democracia. Sin solemnidad. Todo la paleta de colores de la campaña de Alicia convertía el paisaje en retrato, perdiendo así eficacia. Sobre todo porque la carrera electoral dispersaba demasiado a los jugadores, desparramándolos por el tablero, con jugadas tan poco trabajadas como los cuernos de Peter Florrick o la reconquista del espacio físico del antiguo Lockhart-Gardner, uf.
-Por eso, no es casualidad que algunos de los capítulos que más me hayan gustado no hayan tenido a la Florrick como protagonista. Bueno, más exacto sería decir que las escaramuzas que más me han gustado no las lideraba Alicia. Me refiero, como siempre, a la capacidad que tiene The Good Wife para hacer pensar al espectador con temas candentes de la actualidad. No hay una serie, como recordé el año pasado, que refleje mejor lo apasionante de las guerras culturales en USA (un país mucho más vibrante, en ese sentido, que España y, en general, que Europa). Porque aquí, desde donde escribo, hace tiempo que un “lado” (lo entrecomillo porque los matices son miles) ganó la batalla cultural e intelectual… entre otras cosas por incomparecencia del “otro lado”.
-Por eso resulta tan enriquecedor el jefe de un think-tank conservador que encarna el siempre solvente Oliver Platt y su batalla de ping-pong dialéctico y jurídico con la liberal Diane. Un tipo con principios, capaz de argumentar para defenderlos (de nuevo, una patada en la espinilla a Obama y su repentino cambio de sexo con el matrimonio gay). De forma similar, todos los temas de debate que hierven en la sociedad estadounidense pasan por la pantalla, desde el derecho a llevar armas hasta la tragedia del aborto, pasando por la supuesta epidemia de violaciones en los campus, la propiedad intelectual, las impresoras 3D o la libertad religiosa de los pasteleros de Indiana. Política local, nacional, internacional con un ojo siempre puesto en la CNN ( y exponiéndose a ganarse una ración de collejas por los ecos oportunistas de Ferguson, por ejemplo).
-Por eso me sigue apasionando The Good Wife, más allá de sus ya relatadas virtudes dramáticas y narrativas… y a pesar de que se le van encendiendo las luces rojas del agotamiento. Porque me hace pensar, sin superioridades morales progres ni destierros al cuarto de las tinieblas. Con honestidad. Con tolerancia. Con inteligencia.
-Ah, y porque siguen asomándose los Canning, Sweeney (6.13.), Tascioni y demás delicia de sospechosos habituales.
roedecker
Yo no he notado desgaste; algún episodio un poco más flojo de lo habitual, pero nada más. Claro que tampoco me pareció forzada la trama de Cary, y sabía que Kalinda desaparecía del mapa a final de temporada, con lo que tenía la incertidumbre (en parte externa a la narrativa) de si cometería algún paso en falso con Bishop que fuese su final. Lo que me sobró mucho fue ese Will-en-sombras de las fantasías de Alicia, una solución bastante torpe. En definitiva, me ha parecido una muy buena temporada, aunque no tan soberbia como la anterior.
PD: hay un par de descuidos que convendría corregir en \”(de nuevo, una patalla en la espinilla a Obama y su repentino cambio de sexo con el matrimonio gay)\”
Arasha
Como disfruto viendo The Good Wife, hace tiempo que no tengo esa sensación con el resto de series. Es algo dificil de explicar, pero tiene una especie de halo envolvente que me hace revivir las emociones de las \”grandes\” series (y cuando digo grandes, esas 3 o 4 que todos tenemos en nuestro podium particular). Aunque esta temporada no ha estado a la altura de la anterior (aquello fue el climax dramático de la serie), me ha encantado la parte de la campaña de Alicia, con sus subidas y caidas, representando fielmente lo mezquino de la política. Los personajes sublimes. Las tramas entretenidas y como tu dices, novedosas. Agotamiento es una palabra muy osada para definir esta temporada. Para mi es una de las mejores series que hay en pantalla ahora mismo.
Arturo
De acuerdo en la mayoría de tus afirmaciones Alberto. Es verdad que The Good Wife está entrando en su recta final, pero con una clase que ya le gustaría a la mayoría de las series. A mí, la odisea de Cary Agos no me ha parecido mal aunque sí estoy de acuerdo en que, quizá, es algo exagerada pero también señalar que me parece muy interesante el sandwich de intereses políticos en el que meten al pobre Cary, que termina siendo un simple juguete al albur de los Pupet Master (el fiscal general, la policía, los políticos, etc) lo que no deja de ser una la peor pesadilla del ciudadano medio que puede verse metido en un berenjenal similar sin darse cuenta. Por eso entiendo que esta trama no es tan exagerada como señalas.
Y la trama política, que ocupa la segunda parte de la temporada, gustándome, me ha dejado algo insatisfecho. Tenía clarísimo que Alicia no iba a ser fiscal del estado de Illinois -pensé que perdería las elecciones- por lo que me ha parecido mas interesante la trama final, cuando la obligan a renunciar, que la campaña en sí. Aunque tengo que reconoce que el personaje de David Hyde Pierce me ha entusiasmado. Espero que le den juego en la próxima temporada.
Y tremenda la patada en la espinilla que propina The Good Wife a los demócratas, que los presenta como un partido corrupto, demagógico y sólo pendiente de permanecer en el poder. Vamos, que si soy ciudadano de los EE.UU. tendría claro que hay que votar a los republicanos. Hasta estoy casi seguro que Diane se terminará pasando al partido de su marido. Y excelente Oliver Platt en su papel de republicano inteligente, honrado y firme en sus idas aunque con una mente abierta, muy lejano a la caricatura que nos presentan en otras series, por no hablar de lo que se dice de ellos en la mediocre, triste y decadente Europa.