–La mejor serie: Halt and Catch Fire. Por recoger cuatro años de la persecución de una ballena sin caer en la sensiblería ni traicionar sus principios narrativos y dramáticos. Memorable sin necesidad de pirotecnia, emocionante sin melaza.
–El mejor capítulo: Esta es la más difícil. Mis dudas oscilaban entre la autorreferencialidad de la Ciudadela, elevada al cubo, en el glorioso “The Ricklantis Mixup” (Rick and Morty), el duelo judicial de “Chicanery” de Better Call Saul o la espectacularidad ahumada y fordiana del impresionante “The Spoils of War” (Game of Thrones). Sin embargo, por más vueltas que le dé, me parece que lo más redondo que he visto este 2017 es el disparatado y emocionante “Chapter 7” de Legion. ¡Puro oro!
–El episodio más arriesgado: Sí, sí he visto el atómico y onírico “Part 8” de Twin Peaks, pero no me atrevo a auparlo porque necesito más contexto y no he terminado la temporada. Así que el doble tirabuzón es para “eps3.4_runtime-error.r00.r” (el 3.5. de Mr. Robot). Si el año anterior cantábamos las bondades del plano-secuencia en Horace and Pete y la añoradísima Quarry, esta vez Sam Esmail ha tirado la casa por la ventana. Un ejercicio de estilo inolvidable.
–La secuencia más brillante: aunque resulte inusual, esta vez apuesto por una secuencia sin pirotecnia ni espectacularidad visual. La sonrisa mefistofélica de Michael en The Good Place. No es nada fácil que una comedia salga con vida de un trance así…
–El cold open más efectivo: las zapatillas de Mike en el 3.3. de Better Call Saul, en la mejor tradición Gilligan de convertir algo intrascendente y anecdótico en la clave de un episodio.
–La mayor sorpresa: Mindhunter. Cuando uno pensaba que los asesinos en serie ya estaban más trillados que la gramática de los equidistantes, llega Netflix y se casca un thriller psicológico, stricto sensu, para paladear desde la incomodidad más siniestra.
–La segunda mayor sorpresa: Broken. Lo de Sean Bean en esta serie es un escándalo. ¡Qué actuación tan memorable! Para amantes de dilemas morales y personajes con cuajo. Absténgase ateos reaccionarios… porque el protagonista es un cura católico.
–La maratón más gozosa: Para ser honestos, este año no ha habido ninguna serie que me haya enganchado con esa ansiedad adolescente por ver otro y otro y otro. Sí es cierto que las que me ventilé más rápido fueron dos que no me apasionaron, en el sentido pleno de la palabra: la fallida Big Little Lies y la disminuida Stranger Things. Ambas volaron en menos de tres días.
–La estrella invitada del año: La barbilla se te caía al suelo al escuchar la melodía de Primos lejanos al inicio del 3.2. de The Leftovers; allí aparecía luego Mark Linn-Baker, el protagonista de aquella sitcom ochentera, ejerciendo de sí mismo en el drama metafísico de la HBO. Umm, podría ser. Pero me quedo con el gran Matthew Rhys en Girls. Su barbado Chuck Palmer, un escritor maduro muy capullo, algo que empieza a convertirse en estereotipo, es una insoportable delicia: “I’m a horny motherfucker with the impulse control of a toddler”. Catacrac.
–La mayor decepción: Tanto por la madurez inteligente y sensible de Togetherness como por la apertura ideológica, antidogmática, de Mark Duplass, le tenía muchas ganas a Room 104. Si a esto le sumamos el sello HBO y una nueva vuelta de tuerca al formato de la antología (todas las historias, independientes, suceden en la misma habitación de un motel), mis expectativas andaban por las nubes. Y, arggg, acabé abandonándola en el octavo episodio, aburrido. Realmente, solo me había gustado el segundo (“Pizza Boy”), con su juego de máscaras. Una pena.
–La segunda mayor decepción: La premisa de Tin Star molaba: una mezcla de western y canadian-nordic noir. El appeal de Christina Hendricks y Tim Roth. ¡Agua! Tras cuatro capítulos la sensación era de no ir a ningún sitio.
–La que le flipa a todo el mundo y a mí me aburre: The Handmaid’s Tale. Y no, no solo es su latoso juego de manos ideológico. También son problemas estéticos y narrativos.
–La que a mí me flipa y a todo el mundo le aburre: Halt and Catch Fire. Bueno, aquí habría que diferenciar: es una serie a la que no logro enganchar a nadie que no sea muy seriéfilo. Sin embargo, la crítica -española y americana- la adora; incluso se ha abusado de la etiqueta “la-mejor-serie-que-no-estás-viendo”. No la ve nadie… excepto todos los críticos.
–La que intenté alcanzar, pero no pude: Twin Peaks. Quise revisarla de cara a la actualización que se han marcado Lynch y Frost, pero no hubo manera. Me quedé en los ocho episodios de la primera temporada, que ya revolucionan lo suyo. Y, desde luego, esta es una serie que hay que tener muy fresca para atreverse, si quiera, a entender los primeros planos de la tercera temporada.
–La que no tenía en el radar y me la ventilé en un plis-plas: Sneaky Pete. El empujón de Álex Medina me animó con esta serie que, sin ínfulas gafapasta, te hace pasar un buen rato, con inteligencia.
–La que arranca de caballo pero se para de burro: American Gods. Un festival de colores y pesadillas… que se desinfla conforme la trama avanza.
–La que esperaba como agua de mayo y resultó un desastre: Taboo. Lo tenía todo para ser uno de los hits del año. Y, sin embargo, acabó engendrando un apelativo: el “frustrate-watching“. Maldición.
–La que arranca de burro y adelanta como un purasangre: Mindhunter. El piloto despliega las piezas en el tablero con tal morosidad académica que, si no fuera por la pereza que da sacar las manos de la manta para parar el ordenador, las andanzas de Ford y Tench estarían durmiendo el sueño de los justos. Uno tarda en cruzar el umbral de la pesadilla pero, una vez ahí, ya no puede escapar.
–La que lo intento, lo intento, pero no hay manera: La tercera temporada de Narcos. No me acostumbro al cambio de voz ni a ese Pacho sádico. Dos veces y nada. Ahí se queda. Por una cuestión diferente, me he quedado con muchas ganas de atacarle a Manhunt Unabomber, pero es que no ha llegado a España hasta hace un suspirito.
–La joya clásica que he re-descubierto: La primera temporada de Twin Peaks.
–El duelo interpretativo del año: muy fácil. Susan Sarandon frente a Jessica Lange en Feud.
–La frase del año: Todo un párrafo, de acuerdo. El arranque de 13 Reasons Why: “Hey, it’s Hannah. Hannah Baker. That’s right. Don’t adjust your…whatever device you’re hearing this on. It’s me, live and in stereo. No return engagements, no encore, and this time, absolutely no requests. Get a snack. Settle in. Because I’m about to tell you the story of my life. More specifically, why my life ended. And if you’re listening to this tape you’re one of the reasons why”.
–La conversación del año: Australia, los rostros avejentados y toda una vida de dolor… y de esperanza. El frontón de primeros planos entre Nora Durst y Kevin Garvey deja un nudo en la garganta al mismo tiempo que ofrece una de las clausuras más emocionantes de la historia de la televisión. ¡Qué conversación tan memorable esos doce últimos minutos de The Leftovers!
–El beso del año: el de Danaerys y Jon Snow. Es más un revolcón que un beso y se veía venir desde Astapor pero, oye, al César lo que es del César. El beso del año. Punto.
–El WTF del año: Lo que ocurre -y la forma en la que se nos narra– al final del séptimo episodio de Halt and Catch Fire.
–El mejor final de temporada: El de The Leftovers, por redimir los altibajos de una serie que nos ha maltratado y esperanzado como ninguna otra. Por cerrar el círculo. Por dar tantas respuestas… sin dar realmente ninguna.
–El peor final de temporada: el de Silicon Valley. No solo por la torpe y opiácea manera de quitarse de en medio al gran Erlich, sino por la repetitiva sensación de que, pase lo que pase, siempre hay un deus ex machina cuando se le necesita.
–El personaje femenino con una lengua más viperina: Renata Klein (Big Little Lies).
–El personaje femenino con más cojones: la Mary Agnes McNue de Godless. Escupitajos como este avalan su bravura: “Mister, we’re a whole lot fucking stronger than you think we are”. Hace años que soy fan de Merrit Wever y su fiereza sorprende. Entiendo que los urbanitas de familia numerosa prefieran a la Sam Fox de Better Things, claro. Y los hardcore, sin duda, se quedarán con la Candy de The Deuce… pero ninguna de estas últimas dispara.
–El personaje masculino más mimosín: Sin un Pfefferman al que agarrarse (porque no he viajado a Israel con ellos este año), el personaje masculino más vulnerable y llorón sería el bueno de Rob en la descacharrante Catastrophe. Este año al pobre, con eso del secreto etílico, daban ganas de abrazarle hasta el último minuto.
–El personaje masculino más hijoputa: Entre el ramillete de secundarios de lujo que pueblan una serie de David Simon, la repulsiva fascinación que ejerce C.C., el proxeneta encarnado por Gary Carr.
–La serie que más ha mejorado: Better Things. No es casualidad que aparezca en todas las listas del año. Pamela Adlon y Louis C.K. han ascendido ese escalón de madurez y seguridad en sí misma que le faltaba a la historia.
–La serie que más ha empeorado: The Affair. Sin duda, The Americans se topó con el escalón Hillary, Fargo se dio por vencida a la tercera y Stranger Things no superó el peso del poema juanramoniano. Sin embargo, estas tres últimas, a su nivel, mantuvieron el tipo. Lo de The Affair es una catástrofe.
–La mayor carcajada: En una temporada más floja que lo habitual, las risas más histéricas vinieron, cómo no, de Gary en Veep. “Justice” (6.4.) es lo más cercano al amor que el pobre y patético Gary Walsh estará de su idolatrada Selina Meyer. Dos carcajadas estruendosas: el “¿estamos en el Cielo?” tras sufrir un ataque al corazón y encontrarse en urgencias con Selina y, sobre todo, ese gesto de pasar el brazo por encima de su amada en el final del capítulo. La crueldad, cuando no tiene límites, es hilarante.
–Las mayores lágrimas: Inicialmente pensé que la muerte que acaece en “Memphis”, el pico emotivo de This is Us. Pero cuanto más lo pienso, más me viene a la cabeza esa última lumbre que se enciende en Better Call Saul.
–La que se vende mejor de lo que es: The Handmaid’s Tale.
–La que no se vende bien, para lo excelente que es: Review. Se vende tan mal que una de las mejores comedias de la década tuvo que despedirse con una escasa tercera temporada. El precio de la genialidad.
Flames
Me ha encantado el artículo. Por un lado te recuerda las series que tienes pendiente de ver, otras que no conocías y que anoto para ver….. y también te recuerda los buenos momentos pasados con las series vistas.
También me ha encantado que menciones Rick y Morty. La 3ª Temporada ha ofrecido un ritmo increíble. Muchas veces hay que dar pausa y repetir la escena porque no se puede seguir tantos chistes y ocurrencias. Pero para ocurrentes y originales el capítulo de la 2ª Temporada en el que tenían que arreglar la batería del coche. De lo más original que he visto nunca.
Y Review…. sólo de recordarla me sale una sonrisa. Y desde luego Veep. Una locura.
Flames
Mr. Nahaussie; voy a realizar un comentario sobre una serie que no veo en la lista. Seguro que es porque uno no puede abarcar todo, como bien has apuntado más de una vez. Se trata de BABYLON BERLIN, que he tenido la suerte de ver casi seguidas las 2 primeras temporadas. Acabo de ver el final de la 2ª temporada y no puedo dejar de hacer unos breves comentarios.
Lo primero decir que tras acabar de ver la 1ª temporada uno tiene la sensación de haber visto una serie con muy buena factura (excelente en realidad), con buenos personaje, buenas ideas, correctos desarrollos…. pero siempre con la duda de que hayan hecho una temporada sin un guión claro y para continuarla con una segunda para ver qué pasaba.
Pero la 2ª temporada me dice a la cara claramente de que es una serie pensada para varias temporadas ya desde el principio, donde la 1ª temporada sirve para presentar personajes, entornos, grupos, tensiones, etc. y que muestra de forma contundente las cartas: esta es una serie para no envidiar nada a ninguna, no es una serie más. El penúltimo capítulo es perfecto, redondo, nada de marear la perdiz y de hacer que las investigaciones no avancen; avanzan y mucho. Pero luego los primeros 23 minutos del último capítulo son un salto mortal con tirabuzón continuos donde uno pierde la cuenta del número de saltos mortales que lleva. El resto del capítulo es para poder respirar un poco….. pero poco porque ya abre los frentes para siguientes temporadas. Pero sin sensación de cliffhangers sacados de la manga.
Sólo decir a modo de anécdota que si a uno le parece ver que el cantante del cabaret de Berlín se parece a Bryan Ferry de Roxy Music….. no está equivocado, es Bryan Ferry. Un lujazo total de serie.