Estos días estoy participando en el congreso anual de la International Society for the Study of Narrative (la ISSN). Junto con mi colega Pablo Castrillo, hemos presentado un paper sobre un asunto que está adquiriendo una vigencia cada vez más ubicua. Como siempre, se puede consultar en academia.edu el bosquejo de nuestra intervención, que lleva por título “The Tinder of Narrative. Towards a Poetics of the TV Anthology“.
Asimismo, aprovechando la coyuntura, dediqué mi colaboración con la revista Nuestro Tiempo a resumir el asunto, como se puede ver acá abajo.
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El regreso de la antología televisiva: Black Mirror y The Twilight Zone resucitan un formato mítico
Los drásticos cambios que está sufriendo la ficción televisiva de esta década —desde el éxito de los canales de cable especializados hasta el huracán Netflix— han provocado una curiosa resurrección: la antología televisiva. Bajo este paraguas se encuentran aquellas series que narran una historia totalmente nueva en cada capítulo, cambiando de actores, de escenario y de trama. Es un formato de rancio abolengo catódico: desde la mítica interrogación de la realidad y los males sociopolíticos de la Guerra Fría que Rod Serling exponía con su The Twilight Zone (1959-1964) hasta el suspense pícaro y agobiante de The Alfred Hitchcock Hour (1962-65). En general, la serie antología siempre anduvo pululando por las pantallas, con propuestas de relumbrón como las Amazing Stories de Spielberg (1985-87) o los Tales from the Crypt (1989-96).
Sin embargo, en esta nueva edad dorada de la televisión, ha sido un género ausente. Lo más cercano que encontramos es la fórmula de la serie-miniserie: desde que American Horror Story se estrenara en 2011, esta idea de pulsar el botón de reset ha tenido cierto predicamento, pero aplicado a temporadas completas. True Detective, Fargo, American Crime Story o Feud están entre las series-miniseries más potentes que ha regalado esta década.
Pero la popularidad de Black Mirror (2011-) y las renovadas formas de distribución han propiciado un nuevo impulso a la antología televisiva. Es un patrón que se antoja rentable. Así, tras su emisión en la Channel 4 británica, Amazon distribuyó por todo el mundo la ciencia ficción metafísica de Philip K. Dick’s Electric Dreams. Sus diez capítulos son de una calidad desigual, pero destaca una obra maestra melancólica y onírica titulada «The Conmuter». La compañía de Bezos también ha emitido Lore, una colección de cuentos de terror inspirados en un podcast sobre monstruos y criaturas fantasiosas. En su intento por redefinir su modelo de negocio, HBO también ha entrado en el terreno de la antología. Primero con Room 104, una colección de estampas muy diversas tonal y genéricamente, pero unidas por un mismo espacio: una solitaria habitación de motel. Y, después, como parte de su expansión global, con Folklore, un compendio de terror de seis entregas, donde cada episodio se ubica en un país asiático diferente.
Por su parte, Netflix adquirió Black Mirror, originalmente emitida en la televisión británica, para auparla como una de las marcas de referencia de su servicio de pago. Explorando los miedos de la tecnología en la era de las redes sociales, Black Mirror ha logrado convertirse en un fenómeno desde su estreno, espoleando la conversación y generando literatura académica sin descanso. Bajo su estela, el gigante del streaming se ha atrevido con Death, Love and Robots, una mezcla de sci-fi apocalíptico y animación vanguardista, y con la romántica Easy, una variante del género donde sí hay caracteres que repiten de un episodio a otro.
En este paisaje cada vez más fértil, el último en sumarse a la fiesta lo ha hecho con armas y bagajes: The Twilight Zone, estrenada en abril de 2019. No solo es la gran apuesta de la temporada para CBS All Access, un nuevo servicio de streaming, sino que se trata de una mezcla de remake y reboot de una de las series más importantes de la historia de la televisión. Jordan Peele, la mente que subyace tras terremotos fílmicos recientes como las fábulas sociopolíticas Get Out o Us, se ha atrevido a remozar la tradición.
A la espera de saber si el órdago de la ambiciosa The Twilight Zone se salda con éxito, es evidente que la serie antología ha venido para quedarse. A favor tiene la constante novedad narrativa de cada episodio, así como las facilidades que proporciona para su consumo esporádico, alejado del grillete de la continuidad serial. Pero esa fortaleza constituye, también, su talón de Aquiles: el espectador pierde esa familiaridad con los personajes que proporcionaba una de las claves del auge de la ficción televisiva en lo que llevamos de siglo. En una época youtuber de consumos rápidos y oferta ingente, la serie antología parece un paso inevitable para la pequeña pantalla. Pero ¿no será esto una manera de ir dinamitando la “novelización”, ese rasgo esencial de la serialidad contemporánea?
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