Ampliando ‘El otoño dorado de las series españolas’ en ‘El País’

El pasado domingo el diario El País publicó este reportaje: “El otoño dorado de las series españolas“. La amiga Natalia Marcos tuvo la gentileza de hacerme unas preguntas para su elaboración. He pensado que merece la pena traer aquí nuestro intercambio por correo-e, puesto que, aunque fuera a vuelapluma, hay un intento por explicar brevemente este momento dulce de la teleficción española.

Pregunta: Este otoño coinciden en emisión varias series españolas de altísima calidad que representan el gran estado en que se encuentra la ficción televisiva nacional. ¿Por qué esa coincidencia en el tiempo? ¿Qué tiene este momento, este 2020, para que haya ocurrido esto?

Respuesta: Los proyectos televisivos tardan en levantarse, por lo que parece razonable buscar el actual boom en el desarrollo de los últimos dos o tres años. Ahí, a mi modo de ver, influyen cuatro cosas:

1. La competencia ha espoleado la calidad. Al haber plataformas nuevas que han apostado por el contenido local propio (y que han modificado el panorama tradicional de las televisiones en España), la pelea ha hecho que se refine la calidad. Son propuestas que, como pasó en el despegue de los canales de cable básico y premium a principios de los 2000 en USA, han querido distinguirse, innovar, ser más atrevidas. De ahí que haya series tan inéditas en España como La línea invisible o Patria, sobre un tema que ha sido tabú para la ficción española de los últimos treinta años.

2. Esto va unido también al fenómeno de la globalización. Por un lado, puede haber series más arriesgadas o diferentes porque ya no dependen únicamente de los espectadores nacionales. Se han roto las fronteras. Esto te permite hacer productos para nichos de espectadores, por ejemplo. Series que quizá no sean masivas en el mercado español, pero que podrán contar también con el beneficio de ser visionadas a escala potencialmente planetaria por muchos nichos de públicos en diferentes países. Aunque no fuera inicialmente producida por Netflix, el caso de La casa de papel resulta paradigmático en este sentido. La accesibilidad de Netflix (además de un relato adictivo, por supuesto) la viralizó salvajemente por todo el globo. Si trasladamos esto a otros productos, pues nos encontramos, de nuevo, con series con capacidad para arriesgar en formatos, narrativas y temas. Incluso las cadenas generalistas han redefinido su ficción, como es lógico, ante el nuevo escenario de convivencia con las plataformas.

3. El factor Movistar. En el salto a producciones de mayor ambición narrativa y temática, aunque haya habido series notables en abierto, la estrategia de Movistar Plus de los últimos tres años ha sido clave para consolidar este círculo virtuoso en el que estamos. Si Gigantes, Mira lo que has hecho, La Peste y tantas otras han salido adelante, con éxito razonable en muchos casos, eso ha provocado que el resto no hayan querido quedarse atrás. Digamos que Movistar ha marcado un estándar de calidad que el resto han emulado. Si ves que tu competencia hace determinadas cosas y les va bien, es lógico entrar en esa misma dinámica. Al mismo tiempo, eso genera un efecto llamada: más directores, guionistas y actores de renombre que ven posibilidades artísticas muy apetitosas en la pequeña pantalla.

4. Los pioneros. Aunque en su día lo intentará Canal Plus con Qué fue de Jorge Sanz y Crematorio, creo que han sido fenómenos como El Ministerio del tiempo, las propuestas más atrevidas de Bambú (Fariña) o la resonancia espectacular de La casa de papel o, en menor medida, Élite, las que han roto una suerte de techo de cristal. Ahora las series españolas tienen mayor presencia –y más respetable entre la crítica– en el ecosistema de la ficción televisiva mundial.

P. Veneno, Patria, Antidisturbios… (a la lista quizá se pueda añadir en breve 30 Monedas o Dime quién soy, por ejemplo…). Parecen series muy diferentes pero seguro que tienen algo que las una. ¿Tienen aspectos en común?

R. La verdad es que no he visto tantas como para aventurar un denominador común. Sí es cierto que hay series que se atreven con temas hasta entonces inéditos, que pueden leerse políticamente desde el hoy (desde el terrorismo de Patria o La línea invisible hasta un icono tránsgenero en Veneno), pero también hay mucha diversidad de temas y enfoques, desde el drama hasta la comedia. Jorge Carrión tiene una idea interesante por la que, quizá, puedas preguntarle: hace un año y medio mantenía que el cordón umbilical entre muchas de las ficciones españoles de calidad era la corrupción y el poder. Estaba en Fariña, en La Peste, en Gigantes… Pero casi al mismo tiempo también se emitían Instinto o El embarcadero, así que no me atrevería a buscar algo que las uniera. Precisamente una característica de una industria potente es la diversidad de propuestas: eso indica ebullición creativa, capacidad de innovación y convivencia con el riesgo artística.

P. ¿Y ahora qué? ¿Cuál es la siguiente frontera para las series españolas?

R. Seguir la penetración en el mercado anglosajón, supongo. Ya ha habido remakes de Los misterios de Laura o Pulseras rojas, ya ha sido un éxito Money Heist (el título allí de La casa de papel) y mogollón de jóvenes americanos se disfrazán de Dalí en Halloween, ya hemos tenido a Miguel Ángel Silvestre en Sense 8, por ejemplo, a Darío Madrona fichado por Peacock o a Álex Pina produciendo White Lines en inglés… Me parece que la ficción española ya está en la aduana de su siguiente frontera.