Pasado el ecuador del relato, Patria ha abierto el foco, logrando así ganar empaque dramático. Le ha venido bien airearse un poco de Bittori y Miren. Además, la estructura en espiral de la serie, regresando a los mismos eventos desde diferentes puntos de vista, sigue dando buenos resultados precisamente por la apertura. Gorka y Arantxa, los dos baluartes del episodio, permiten sumar matices, grises, miedos, arrepentimientos, impotencias, corajes.
La propia condición física de Arantxa ya aúna todo eso. El off de la carta inicial, aunque redundante en su peloteo entre sonido e imagen, desemboca en un plano significativo, hermoso en su sencilla capacidad metafórica: Arantxa, desnuda, se contempla ante el espejo, tras mucho tiempo sin querer hacerlo. “Tú tienes tu cárcel y yo la mía. La mía es mi cuerpo. Me ha caído cadena perpetua”, remarca. La clave está, enlazando con el plano definitorio de la semana pasada, en la determinación de Arantxa por no mirar a otro lado. Asumir la realidad. Sacar valor para enfrentarse. A ella misma, a su familia, al pueblo. Por eso el paralelismo con su hermano se completa justo ahí, también visualmente, enfocando al terrorista en prisión: “Y hay otra diferencia entre tú y yo. Tú estás allí por lo que hiciste. En cambio, ¿qué he hecho yo para merecer esto?”. Arantxa (qué sensacional Loreto Mauleón) será el catalizador del previsible arrepentimiento de Joxe Mari. Así se lo hace saber, ya al final del episodio, a Bittori. Porque no, ya nunca más mirará para otro lado.
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