Una de las vigas maestras de Patria es la de cómo lidiar con el dolor. El rayo homicida que parte por la mitad la vida de una familia — ¡de tantas! — apenas deja espacio para la reconstrucción. Pero de eso va la existencia: de levantarse una y otra vez, de sobreponerse a las desgracias, de articular alternativas para seguir adelante.
En un capítulo de transición — donde los avances narrativos más decididos han estado en la carrera criminal de Joxe Mari — las secuencias más potentes han sido conversaciones íntimas: dos personajes cavilando sobre lo que pudo ser y no fue. La melancolía que siempre trae la muerte bajo su guadaña. Las cosas que no dijimos, el valor del que carecimos, aquel recuerdo furtivo que ahora nos atormenta. El carnicero maldice no haber delatado a su hijo: “Estaría en la cárcel. Y me da igual si no querría hablar conmigo. Pero de la cárcel se sale. De la tumba nunca”.
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