La tentación es radicalmente humana. Hasta el propio Jesucristo fue seducido en el desierto y sufrió momentos de duda en el huerto de Getsemaní. Porque la debilidad acecha y el Mal existe. Ambas premisas espolean Evil (en España por Syfy), una novedosa vuelta de tuerca al procedimental policíaco: es un drama sobrenatural, una serie de misterio… ¡y un diálogo constante entre fe y razón! Esto último no solo le aporta su más innovadora característica a Evil, sino que choca al espectador, dada la alergia del mainstream cultural y artístico hacia las religiones cristianas.
Porque el tema de Evil es el origen del mal y sus protagonistas un seminarista católico y una psicóloga forense. Por un lado, comparece David Acosta (el Mike Colter de Luke Cage), un ex-periodista que se está preparando para hacerse cura. La diócesis le ha encomendado investigar tanto posibles milagros como apariciones satánicas, puesto que al agua bendita siempre le ha de preceder la posibilidad del vademécum o la camisa de fuerza. A David le atormenta algo de su pasado y en ocasiones le cuesta ver a Dios, pero sigue la doctrina de Roma al pie de la letra. Precisamente por eso contrata para su equipo a Kristen Bouchard (la emergente Katja Herbers), una agnóstica mamá de cuatro hijos y marido ausente. Su misión es clara: emplear sus conocimientos sobre los procesos mentales para ayudar a discernir cuándo la ciencia puede dar respuesta a los misterios que investigan.
Con esa premisa, por la serie irán pululando asesinos en serie, cadáveres que respiran durante una autopsia, tenebrosos niños vestidos de Halloween o exorcismos donde no funcionan el latín ni el crucifijo. La brillantez de la serie radica en su apertura epistemológica: rara vez los casos de la semana se resuelven de manera diáfana; lo habitual es que los personajes se cuestionen una y otra vez sus presupuestos y el relato abrace lo inexplicable. Nunca hay goleadas: una vez será la ciencia la que acabe con la boca abierta ante lo sublime y, en otras, será la religión la que admita que “y sin embargo, se mueve”.
Este dejar respirar a la duda es marca de la casa. Los creadores de Evil son el matrimonio King, responsables de The Good Wife, una serie esencial para entender la década que se nos escurre. Durante siete temporadas, aquel drama familiar disfrazado de serie legal (o viceversa) supo ficcionalizar todos los temas candentes de las denominadas guerras culturales. Y lo hizo sorteando cualquier dogmatismo, reivindicando —como en cualquier buen juicio— los pros y los contras de cada argumento. Un fair-play idéntico inspira Evil desde su concepción: “Dado que creamos dos personajes que tienen ideas muy diferentes —explica Michelle King—, es importante que se escuchen con respeto y que se sientan cómodos expresando esos puntos de vista opuestos”. Puntos de vista que se reflejan siempre con cariño intelectual y matices: “Lo último que alguien quiere es encender la televisión y que le den un sermón. Es mucho mejor que tengas a la gente cuestionándose cosas”, explica Robert King. Así, David, a pesar de ser un religioso muy sólido intelectualmente, lucha contra los límites de la fe y recuerda la facilidad, tan humana, de la caída; él mismo la sufrirá en sus carnes. Kristen, por su parte, rebaja su proverbial escepticismo al constatar que lo imposible ocurre.
Entre ellos se establece una simpática relación profesional, de afecto y respeto, que permite que el diálogo entre fe y razón avance sin estridencias en Evil. Pero también crece entre Kristen y David una relación de amistad, que nos habilita a los espectadores para inmiscuirnos en las esferas personales de los personajes y en los rasguños que sus posturas vitales conllevan: las dificultades del compromiso (matrimonio y celibato), la responsabilidad de la familia o la soledad de la vocación.
Ahí es donde la serie va ganando poso conforme avanzan los episodios, en las relaciones humanas que van ensanchando el drama: en el marido ateo que regresa y se pone a rezar por una hija enferma o en ese doloroso pasado de David que no termina de limpiar. Son elementos de continuidad narrativa que se complementan con el gran villano: el Dr. Leland Townsend, un siempre inquietante Michael Emerson, con su mirada de elegante lunático. Durante los 13 capítulos de la primera temporada, el Dr. Townsend aporta una presencia mefistofélica que, aunque pueda sonar paradójico, rebaja la intensidad de la trama, incluso insuflando ciertos ramalazos de comedia.
A pesar de explorar la geografía del terror y de que haya misterios de la semana realmente espeluznantes (el cuarto capítulo es de lo más turbador de los últimos años), Evil es una serie que se consume con gusto. Por la inteligencia de los enigmas que plantea, por lo refrescante de su mirada al género y, sobre todo, por encarar, aunque sea implícitamente, aquella escritura del Papa Benedicto XVI: “Si, contemplando el misterio, la razón ve oscuridad, no es porque en el misterio no haya luz, sino más bien porque hay demasiada”.
Flames
Simpática serie. Pero al final pienso que se convierte en una serie de “posesión diabólica” dedicada a adolescentes. Para que tengan su serie de miedo demoníaco ellos también.
Así veo que sucede con muchas series hoy en día ¡Venga! adolescentes, vais a tener vuestra serie de piratas, parlamentarios, mafiosos, malvados a lo Hanibal Lecter, atracos, finanzas … pero para jóvenes. Así tienen BLACK SAILS, PARLIAMENT, GANGS OF LONDON, THE BLACK LIST, LA CASA DE PAPEL o INDUSTRY.