, archivado en The Mandalorian

The Mandalorian poster

Abramos con un piropo extraño: aventura familiar. No se me ocurre otra serie actual que nos mantenga a toda la casa -de los 3 a los 41 años- ansiosos por la llegada del viernes. Puede que sea el mejor cumplido que se le pueda echar a la excelente The Mandalorian, cuya segunda temporada ha certificado su condición de fenómeno global. Esa excitación de la hazaña clásica, esa reivindicación del heroísmo, esa exuberancia visual de la fantasía interplanetaria. Es el entronque con el mito: esas historias que desde los albores de la humanidad nos hemos contado para entender el mundo y darle sentido a nuestros miedos y anhelos. Por eso The Mandalorian ostenta un rango de edad tan universal: porque a los mayores nos reconcilia con el niño que fuimos, sin miradas cínicas ni relecturas destroyer. Es el puro placer del relato por el relato. Y acometer una tarea tan aparentemente sencilla con tanta brillantez es lo que hace de esta segunda entrega de The Mandalorian una serie ya memorable.

the-mandalorian-cobb-vanth

Porque su estructura narrativa no es muy sofisticada. Ni falta que hace. Cada episodio plantea una peripecia cuyo andamio es reconocible: el juego entre conflicto y resolución discurre entre baches rítmicos -incluido, casi siempre, una última amenaza inesperada y sus correspondientes deus ex-machina– que nos hacen contener la respiración una y otra vez. Como en el año pasado, una de las mejores virtudes de la serie es su capacidad para trabajar la historia autoconclusiva mientras se van sembrando semillas de la trama de fondo (buscar un Jedi, entrenar a Grogu, rescatarle…). Esta fragmentación narrativa a la antigua usanza permite, también, dos elementos clave en el appeal de The Mandalorian: la vistosidad de escenarios nuevos y el jugoso dinamismo en los personajes ocasionales. Cada espectador tendrá sus favoritos, pero entre los lugares yo me quedo con la gélida claustrofobia arácnida de “The Passenger” (2.2.) y los bosques pelados de Corvus en “The Jedi” (2.5.). En cuanto a los ocasionales, bueno, uno ama Justified hasta límites insospechados, por lo que se alistaría con el Cobb Vanth de Mos Pelgo (2.1.) a unas cañas perpetuas, pero es evidente que la maestría ninja de Ashoka Tano la hace irresistible.

Mandalorian Ashoka

Esta jedi ejemplifica, otra vez más, la capacidad de la serie para moverse entre la autonomía narrativa y la intertextualidad del universo madre. Para quienes somos seguidores muy básicos del mundo Star Wars, la aparición de Ashoka -más allá de un capítulo visualmente placentero y unas coreografías guerreras tan plásticas- se inserta en el relato mandaloriano que estamos viendo de forma natural. Nos proporciona información clave sobre Baby Yoda al mismo tiempo que le mete un patadón p’alante a la trama. Lo fascinante es que existe todo una red narrativa que los fans de la saga pueden exprimir, estableciendo puentes con The Clone Wars o reubicando las piezas del macro-universo.

(Left to right) Gina Carano is Cara Dune, Pedro Pascal is the Mandalorian and Carl Weathers is Greef Karga in THE MANDALORIAN, season two, exclusively on Disney+

Ese mismo diálogo, esa misma dualidad de niveles de lectura, opera en la gran revelación del último episodio. Mis hijos lo discutían en alto en cuanto percibieron el color de la espada láser, mientras que yo estaba absorto en cómo el encapuchado iba limpiándose Dark Troopers en un alucinante baile justiciero (¿ven? Esa amenaza que vuelve en el último minuto del episodio y el mecanismo salvador inesperado). Sería una lástima que, ahora que Disney Plus ha anunciado una gigantesca expansión narrativa, este medido equilibrio saltara por los aires, forzado por crossovers, spin-offs, reapariciones y alusiones textuales.

Dark Troopers

Porque, a la postre, lo que nos cautiva de The Mandalorian es su solidez dramática. Simple, pero efectiva. La despedida de Grogu y un descubierto Mando -¡a ver cómo lidian con su persistente ruptura de las normas el año que viene!- ostenta tanta carga emocional por la candidez de la relación entre tan extraña pareja. Din Djarin ha encontrado en el pequeño jedi una misión que trasciende y da sentido a su existencia: él, que quedó huérfano tan pequeño, ve en “el chico” una manera de rastrillar esa relación paterno-filial que no pudo disfrutar. Los sacrificios de la paternidad, un sentimiento tan viejo como el mundo, un vínculo indestructible: “Tienes algo que quiero. Puedes pensar que tienes alguna idea de lo que posees, pero no es así. Pronto volverá conmigo. Significa más para mí de lo que jamás sabrás” (2.7.).

Cuando aparece ese viejo conocido de la parroquia y suena esta adaptación de la mítica tonada de John Williams, es como si las piezas encajaran (a pesar de lo mejorable de los efectos especiales en el rostro de Mark Hamill). La narración del mito se encuentra con su mitología para que el viaje del héroe se antoje, entonces, siempre inacabable. Porque el Mal acecha y se necesitan valientes que lo combatan para que la Luz venza.

The Mandalorian 1

Ha sido un último giro inesperado para una serie que ha vuelto a llevar el concepto de entretenimiento épico a un nivel sobresaliente. Ahora echamos con tristeza la vista atrás -como nos permiten las impresionantes cartulinas al final de cada episodio- y recordamos un puñado de imágenes icónicas: el monstruo al estilo Dune en el 2.1., la pose desafiante de la fiera Cara Dune, la eficacia letal de Bobba Fett (el único episodio, el 2.6., demasiado violento para los niños), el espectacular vuelo de los Dark Troopers, el agónico asalto de los piratas en Morak o el duelo contra Moff Gideon. ¡Hay tanto dónde escoger! Hasta las decenas de variaciones musicales del genial Ludwig Goränsson suponen una delicia.

Baby Yoda finale

“No tengas miedo”, le espeta Mando a Grogu en su última escena. Por suerte, sabemos que no será un “hasta siempre”, porque es tan fuerte el vínculo entre estos dos personajes que solo la muerte podría separarlos. La búsqueda, el sacrificio, el coraje, la entrega. Así ha sido la aventura del verdadero héroe desde que el hombre es hombre… y el mito su manera de narrarla.

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