Hígado, habas y un buen Chianti. Y la aguerrida Clarice aún escuchando cómo chillan los corderos. Asesinatos y música clásica. Psicología y persecución. Valentía y locura. Pieles humanas y polillas cadavéricas. El mal y sus metáforas. Y casi sin darnos cuenta han pasado 30 años de aquel turbador banquete ahora reconvertido en meme paródico e influencia estilística.
Doctores tiene la cinefilia para calibrar si aquella obra maestra de Jonathan Demme es una de las mejores películas de los noventa. Yo me tiro mi cuarto a espadas: pocas hay más influyentes. Porque intuyo que sin el terremoto estético (y moral) que supuso El silencio de los corderos, la ficción posterior no habría refinado los procedimentales televisivos, el subgénero del thriller psicológico no habría dado tanto juego atmosférico, la fascinación por el true crime —tan anudado al asesino en serie— habría hecho bola al digerirla, y el arquetipo del antihéroe —tan esencial en el boom televisivo de principios de los 2000— hubiera tardado mucho más en poner el tablero patas arriba.
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Flames
Bonito artículo. La serie HANNIBAL no me gustó, no conecté con ella. Casi da rabia después de leer tus artículos, numerosos sobre esta serie.
EL SILENCIO DE LOS CORDEROS es de esas películas, que si las pillas a medias, no puedes dejar de ver hasta el final. Al menos a mí me pasa. Y tiene el honor de ser una de las 3 únicas películas que han ganado los 5 óscar principales (película, dirección, guión, actor y actriz principales). Como bien comentas, la influencia de la película ha sido enorme.