¿Qué tienen en común series como The Leftovers, Russian Doll, Undone y Devs, entre otras? Pues que a las cuatro se les puede aplicar la etiqueta de «drama metafísico». Es un concepto que hemos estado desarrollando estos días mi amigo Pablo Castrillo y yo (aquí se pueden descargar las diapositivas) para una suerte de congreso académico en el que estamos participando, con referentes de los «Screen Studies» como Carl Plantinga o Murray Smith.
No somos filósofos, por lo que nuestro acercamiento al concepto de «drama metafísico» es básicamente estético. En consecuencia, no se trata de analizar solo el contenido de las historias para calibrar cómo hablan del más acá y del Más Allá, sino también explorar cómo la forma audiovisual y la temporalidad expandida realzaban ese aliento de lo inefable. Qué estrategias estilísticas y narrativas concretas servían para trasladarle al espectador televisivo un desafío creativo tan antiguo como la Historia del Arte: nuestra preocupación por el antes de la vida y el después de la muerte. Cómo la metafísica se hace imagen, si queremos ponernos estupendos.
«El universo es determinista. Es pagano, neutral y se rige sólo por las leyes de la física. La canica rueda porque ha sido empujada. El hombre come porque tiene hambre. Un efecto es siempre el resultado de una causa anterior. La vida que llevamos, con todo su aparente caos, en realidad avanza sobre raíles, ordenada, sin posibilidad de desviarse, determinista. Caemos en la ilusión del libre albedrío porque los raíles son invisibles y nos sentimos muy seguros de nuestra subjetividad: nuestros sentimientos, nuestras opiniones, juicios, decisiones». (Forest, Devs)
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