Vivimos una etapa grandiosa para reflexionar en torno a la imagen en movimiento. El cine y, por supuesto, las series que aquí nos convocan cada sábado, en la columna “Series contra kultura“. El archivo al que podemos acceder es inmenso, la ubicuidad y facilidad de la tecnología nos permite detener una imagen para escrutarla, volver a revisionar una escena decenas de veces y saltar sin problema de una serie a otra. Estos avances también han tenido su traducción en el mundo académico, ya no solo por la posibilidad de dar y recibir clases online (algo que se ha generalizado con la pandemia), sino en el ámbito de la investigación. De entre las decenas de avenidas que se han abierto con las denominadas Humanidades Digitales, una de las más interesantes es la creciente proliferación del video-ensayo académico, también llamada crítica videográfica.
El video-ensayo académico permite que un análisis crítico esté en el mismo plano que el objeto de análisis. Ya no sería emplear un texto escrito para analizar una secuencia de imágenes, sino espejar imagen en movimiento con imagen en movimiento, sonidos con sonidos. Sustituir el Word por el Adobe Premiere, pensar en y mediante las imágenes, porque el ensayo, desde sus albores, tiene esa ambición de reflexionar en voz alta, de ser un pensamiento que se construye al mismo tiempo que se piensa, con sus dudas y digresiones, como si fuera un explorador que avanza con el machete por la selva, abriéndose paso hasta su destino.
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