El sheriff Daggett transporta siempre, incansable, su brújula moral: «Te estoy preguntando si tu vida merece la pena ser salvada. ¿Mereces la salvación, Daniel?». Esta apelación de la segunda temporada sintetiza el alcance antropológico de Rectify: el crimen y el castigo, la culpa y el perdón, el pozo y la luz. Daniel Holden ha salido del corredor de la muerte tras 19 años. La vida discurre ahora tan rápida que le cuesta coger el tranquillo. La familia de Daniel –en especial Amantha, su hermana coraje– ha peleado por él sin descanso, convencida de su inocencia. Sin embargo, ay, ni siquiera el propio Daniel está seguro de no haber cometido el crimen que se le atribuye. De ahí ese fuego que le quema calladamente las entrañas, esa contradicción pastosa de un hombre ahora libre que admite ser una mala persona. La culpa es como el aliento a ajo: arrasa allá por donde pasa.
Rectify, como su título indica, explora la posibilidad de redención: rectificar es «corregir las imperfecciones, errores o defectos de algo ya hecho», según la RAE. ¿Mereces salvarte, Daniel, enmendar tus errores y crímenes? A responder esa pregunta se aplica una serie que, durante cuatro conmovedoras temporadas, traza una propuesta inédita, no tanto por su fondo, sino por su forma, tan contemplativa y sensible.
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Flames
Ufffffff…. Vi la primera temporada, pero no seguí; me daba la sensación de que podría llegar a ser un serial en el que no pasaba nada y en el que los personajes ni siquiera iban a evolucionar. Y eso que me gustó RECTIFY, me pareció una serie muy buena.
Aún así, me voy a atrever a contestar a la pregunta “¿Mereces la salvación, Daniel?”.
Planteamiento un poco manqueo, ya que se nos pone frente a la pregunta de si merecen la salvación las personas que han cometido un crimen. Y damos por supuesto que el personaje muestra todos los signos de haberse redimido. Pero ¿qué pasaría si el personaje fuera un poco malvado, si se hubiera arrepentido de su crimen pero siguiera siendo un poco cabroncete? ¿Nos caería un poco peor, no?
Por eso intento seguir la máxima de “no juzgar para no ser juzgado”. Por cierto, dilema parecido se plantea en CONDENADO (TIME), miniserie de 3 capítulos protagonizada por Sean Bean y Stephen Graham. En su bello y triste final queda en el aire esa pregunta…. y la respuesta podría ser que la redención es un camino, un proceso sin fin… y no un certificado.