Triangulando el blanco, el negro y el rojo, acompañado de una música épica y un montaje infartado, emerge el eslogan: «Una nueva y atrevida visión del mayor atraco de la historia». Así se publicita La casa de papel. Corea: haciendo muy consciente su genealogía. No parecía necesario remarcar la condición de remake, puesto que por el tráiler ya pululan los trajes de faena, las icónicas máscaras, la espectacularidad del asalto, un Profesor que tiene todo calculado al milímetro y su némesis policial. ¿Por qué, entonces, exhibir el reciclaje como reclamo? Pues precisamente porque La casa de papel. Corea supone la apoteosis de la relectura.
Remakes, reboots, adaptaciones y reimaginaciones ha habido siempre. Desde la exitosa versión americana de The Office hasta la bellísimamente siniestra Hannibal, pasando por éxitos israelíes de los que solo los seriéfilos más cafeteros podían seguir el rastro (Homeland o Euphoria), la televisión siempre ha trajinado un tiovivo de préstamos dramáticos y formatos globales. La novedad de los últimos años tiene que ver con la multiplicación de contenido que las plataformas han habilitado. Así, hay universos que andan en expansión permanente, como el de Star Wars con su porrón de series en Disney+, o linajes que exploran historias pasadas y futuras, como ocurre con La casa del dragón (HBO) o Los anillos de poder (Amazon Prime). Incluso en los últimos tiempos se han puesto de moda las continuaciones tras un larguísimo lapso (Twin Peaks, Blade Runner, Cobra Kai). Un ecosistema vasto, caótico e iterativo.
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