Gigantescos gusanos marinos, trolls nevados, orcos nauseabundos, esplendorosas tomas aéreas, paisajes que quitan el hipo, arriesgadas secuencias acuáticas, escalada sobre hielo o batallas antiguas, legendarias, bajo la lluvia y el fuego. Los anillos de poder es la serie más cara de la historia. Y se nota. Su asombrosa recreación de los confines y escaramuzas de la Tierra Media que imaginó Tolkien cumple las expectativas épicas que un proyecto así concita.
Visualmente no debería haber nostalgia de Peter Jackson. Nuestro Juan Antonio Bayona, director de los dos primeros episodios que se han estrenado hoy, sabe orquestar con majestuosidad un proyecto tan ambicioso. Hay múltiples localizaciones, espectaculares efectos especiales y un acabado en vestuario y maquillajes (¡orcos!) que transmite un mundo de peligro y fantasía donde conviven —juntos, pero no revueltos— elfos, hombres, enanos y «pelosos», los antecedentes de los hobbits. La diversidad estética y paisajística está muy lograda, con el entorno de cada raza adquiriendo un sabor propio y diferenciado
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