Ya asoma la rabia de los Stones y la melancolía de Simon & Garfunkel en esta sobresaliente cuarta temporada de Mad Men. En los ocho capítulos que lleva, la serie mantiene una solidez encomiable, animando una y otra vez a identificar, siempre en las esquinas del encuadre, las banderas del cambio, los rasgos de una sociedad que se desvanece. Echo de menos los destinos de la homosexualidad escondida de Salvatore o la cuestión racial que se colaba por las rendijas de Kinsey… Pero quizá ya no importan; porque Cassius Clay ha fulminado a Sonny Liston. Ya son los sesenta, ¿no te habías enterado?
Mad Men es un drama gigantesco y cada vez más doloroso. Desdichado. Peggy, Betty, Joan, Roger, Pryce y hasta la pequeña Sally Draper no pueden escapar de la soledad del cuadro de Hopper en el que nacieron, de la ebria amargura de relato de Carver que están condenados a habitar.
La serie de Matthew Weiner se mantiene fiel y esplendorosa… ¡para que todo cambie! Con una ligerísima novedad: acorde con los tiempos convulsos que retrata, el relato está relajando su corsé estilístico y hasta se permite, oh, una voz en off.
¡Qué pena que no tenga suficiente lucidez para escuchar su propia tragedia!
Elegancia antes de la revolución
[Artículo publicado en la revista Nuestro Tiempo (septiembre-octubre 2010, nº 664, p. 96)]
Cada poco, hay una serie que traspasa fronteras y se convierte en un elemento de alta cultura, incluso para aquellos que no ven televisión. Pasó con El ala oeste, con Los Soprano y, tardíamente, con The Wire. Ahora Mad Men ha recogido el testigo, acumulando premios, estudios académicos y situando a la emergente AMC (Rubicon, Walking Dead, Breaking Bad) en el centro del mapa.
La reputación global de esta serie que relata la vida de una agencia de publicidad en los sesenta está más que justificada. Mad Men es diferente y exquisita desde la cabecera. Cuenta una historia donde las cosas importantes suceden en segundo plano, emboscadas en una mirada o un gesto. Por eso resulta agotadora para muchos: sin prisas, con ritmo pausado, las emociones transitan por el subsuelo de los personajes y explican más las reacciones que las acciones.
Como es lógico, Mad Men respira años sesenta en cada plano. Su estilizado y nostálgico diseño de producción va desde los Fedoras hasta los pitillos que compulsivamente fuman todos sus personajes. Este elegante revival ha servido de inspiración para diseñadores en todo el mundo, multiplicando así la resonancia de la serie.
Pero el mayor distintivo de los machistas ejecutivos liderados por el enigmático y atormentado Don Draper es sociológico. Mad Men disecciona la pérdida de la inocencia y analiza cómo el terremoto del 68 fue un estallido de cambios sociales y culturales que llevaban mucho tiempo cocinándose a fuego lento. El ritmo flemático, las lecturas sociopolíticas y la sutilidad del guión hacen de la serie un producto a primera vista exclusivo, casi elitista. No resulta fácil de ver ni es plato para todos los públicos; pero cuando uno conecta con su exigente universo, Mad Men puede disfrutarse tanto como el cine más artístico.
Mr. Draper
La nueva temporada de la exquisita Mad Men está sufriendo un crescendo imparable, que extrañamente coincide con una caída en el abismo (también irrefrenable) de multitud de personajes. Quizás vuelva la luz por sterling cooper draper price tras ese momento final en el que Don le dice a Peggy que deje "abierta" la puerta. Yo la verdad es que lo estoy deseando, ya que tras la objetiva excelencia que va alcanzando la serie en esta temporada, tengo que reconocer que últimamente me estaba sometiendo a un castigo emocional considerable. Mención aparte el momento tan, porque no decirlo, patético en el que un Don totalmente alcoholizado trata de crear un eslogan tras otro. Al final todos somos de carne y hueso. Si, incluso Draper.Si, i need a break, y es que lo que antes "solamente" subyacía ahora nos está cayendo en tromba.
Nahum
MR. DRAPER: Me da que esto no tiene vuelta atrás. Draper solo puede acabar mal. Y Roger también. Y hasta Peggy se convertirá en un tiburón sin escrúpulos, intuyo. Es muy, muy triste la serie.
probertoj
Bueno, no necesariamente. Draper está sobre el abismo, mirándolo fijamente, a este paso no va a llegar al verano del amor y a la posterior pesadilla Mansoniana. Veremos si cae (los pocos apoyos californianos que le quedaban se le acaban de ir al garete) o si termina por inventarse otro yo para salir de allí. Sólo necesita un nuevo eslogan para sí mismo. La temporada está dejando escenas muy memorables, así como para analizar y confrontar con lo que veíamos en la primera temporada.Eso sí, me desagrada la desaparición de Betty Draper de la serie, casi por completo. Mad Men siempre ha sido mucho más que Don. Si en la tercera temporada, las mujeres fueron fundamentales, ahora pasan más desapercibidas (excepto Peggy)
Nahum
P. ROBERTO: Ahora que ha llegado el final de temporada te tengo que dar toda la razón: Betty Draper es ya, casi solo un adorno. Como escribo, me parece el único punto débil de una temporada soberbia. Y en cuanto al abismo, también cambio de idea: esto no tiene final. Draper se reinventa sí o también.
MARIA JOSE
Me siento feliz porque ésta ha sido una de las mejores series que he visto en los útlimos años y también porque vi a Jon Hamm , hombre al que admiro mucho . Pero también me siento triste porque ha sido una historia muy buena que me ha mantenido entretenida por mucho tiempo. Lástima que esto tenga que pasar.