Ricky Gervais. Ri–cky–Ger–vais (y Stephen Merchant, su escudero fiel).
De entre los retales del 2011, he dejado Life’s Too Short (por Paramount Comedy en España) para la última vuelta, precisamente para hacer coincidir el post con los Globos de Oro. Hollywood, pese al sentir generalizado en Europa, no es estúpido y ha encontrado en el cómico inglés una mina. ¡Por eso lo siguen contratando! Unos premios larguísimos que nunca han tenido mucho gancho entre nosotros, andan ahora en boca de todos. ¡Si hasta yo estoy pensándome lo de trasnochar para verlos! Por él, la verdadera estrella.
Otro mito: la férrea censura en Hollywood. El año pasado se llegó a correr el bulo de que a Gervais le habían echado a mitad de la ceremonia, tras el ácido dialéctico con el que roció a los presentes. Pero tendemos a olvidar que quien más y mejor se ha reído de Hollywood (y de Estados Unidos) han sido ellos mismos. Gervais, simplemente, le aporta su mala leche personal. Conoce el juego y sabe su papel de tocapelotas tolerado, aunque se haga pasar por ninja: “Solo hago cosas que pudieran acabar con mi carrera”.
Recupero este párrafo, para el contexto, antes de los ligeros espoilers que vendrán: “The Office y Extras abundan en bromas contra el establishment y las “buenas costumbres”, pero no dudan en echar limón sobre cuestiones raciales, históricas, de discapacitados… Para que se hagan una idea de que Gervais es de todo menos cobarde: como cualquier cómico, hace sangre con los “sospechosos habituales”: los judíos, la derecha y la Biblia, por ejemplo. Pero, ay, también es capaz de entrar en terrenos donde muchos humoristas ya no se atreven tanto, so pena de ser acusados de homófobos e imperialistas/racistas: la comunidad gay o la superioridad occidental“.
Life’s Too Short avanza un paso más hacia el abismo, conformando un tríptico sobre la vergüenza ajena junto con The Office y Extras. De la primera agarra el formato, de la segunda la (auto)parodia del star-system: Liam Neeson (momento cumbre), Johnny Depp (vengativo), Helena Bonham-Carter (malnacida), Steve Carrell (incómodo) y Sting (insultado), entre otros.
Es una comedia dolorosa, desagradable, bruta, escrita a martillazos… y divertidísima, aunque demasiadas veces la carcajada derive en compasión y rictus incómodo. Pura pena. Patetismo pata negra. Warwick Davis, el enano de Willow y El retorno del Jedi, pasa por todas las vejaciones que uno pueda imaginar: lo meten en un váter, lo tiran desde una estantería alta, lo ignoran en público y en privado, lo dejan encerrado en un baño sin poder alcanzar el pomo de la puerta, lo disfrazan de capullo, lo meten en un cajón a dormir… Siempre sale perdiendo. De la manera más sangrante posible. No hay límite para la humillación pública del pobre. Ni para la privada: el gag de la lavadora es tan, tan cruel.
Y, sin embargo, la escritura adopta una postura muy clara: se lo tiene merecido. Warwick Davis es un gilipollas integral, porque en cualquier sexo, raza, nacionalidad o altura hay gilipollas integrales. Lo explicaba el propio Gervais ayer, durante la TCA Winter Press Tour: “Tuvimos que convertirlo en un Hitler para que la audiencia pillara el gag”. En su insana obsesión por la fama y el postureo social, Davis va destrozando las pocas cosas valiosas que quedan en su vida. Un miserable que, muy en el fondo, esconde buen corazón.
Con esto conducimos de vuelta a un asunto que cada vez me interesa más: los límites del humor. Ya los manoseé, admitiendo mi perplejidad, al analizar el último Larry David. ¿Se puede bromear de todo? ¿Todo el mundo puede hacer coñas de cualquier cosa, hasta de la tragedia colectiva o personal más dolorosa? Si el humor es inteligente, ¿está más permitido que si es burdo? ¿Es necesario el contexto para todas esas bromas? ¿Puede hacer un blanco chistes sobre negros sin que le acusen de ser racista? ¿Y al revés? ¿Puede un tipo normal reírse de las cuitas de un enano? ¿Por cierto, se le debe llamar “enano” o “bajito”? ¿Y de un discapacitado? En ese caso, ¿es necesario que el enano participe de ese humor? ¿Puede un gag ser ofensivo y, al mismo tiempo, llevar impícita una denuncia ideológica?
Gervais lo tiene claro:
“Afronto temas tabú porque quiero llevar a la audiencia a lugares donde no han estado antes”.
“Cuando la gente se queja de que es escandaloso o enfermo o simplemente empujar los límites, yo no lo veo así. Creo que algunas personas confunden el objetivo de la broma con el sujeto de la broma. A veces la gente se estremece muy rápido. Puedes hacer bromas sobre la raza sin ser racista”.
“La gente inteligente sabe lo que estamos tratando de hacer. No estamos tratando de ser escandalosos porque sí. Eso sería demasiado fácil. Es grosero y bastante inútil. Creo que tienes que ir todo lo lejos que puedas para explorar la comedia”.
“Hay diferencia entre una serie que explota y una serie que ridiculiza la explotación. Nosotros estamos claramente en lo segundo”.
“El trabajo de un cómico no es solo hacerte reír; es hacerte pensar también”.
En esa misma entrevista, Gervais habló del amor que profesa hacia El apartamento, la obra maestra de Wilder. Warwick Davis, un gigantesco perdedor a pesar de su tamaño, tiene mucho de C.C. Baxter: será un tipo miserable, infeliz, hasta que no aprenda a convertirse en un mensch. De eso irá la segunda temporada.
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Un par de comentarios sueltos:
-El secundario extravagante es un clásico del universo Gervais. Los dos abogados tienen su punto, pero destaca sobre todos Cheryl, la secretaría interpretada por Rosamund Hanson (vaya acierto de cásting). ¡Ese gustito por las chonis (chavs, en inglés) es tan british! Aparecen en The Office US, Skins, Misfits, This is England, Shameless o Little Britain. Mi apuesta: Cheryl acabará siendo el amor de Warwick, en lugar de la “bajita” rubia a la que ha desdeñado todo este año.
-Como es lógico, el autorretrato de Gervais y Merchant no resulta nada complaciente. Sin dejar de ser ocasionales, sus apariciones los presentan como hipócritas, aprovechados, mentirosos y criticones. Es razonable que se autoflagelen un poquito, como en el cameo de Steve Carrell, porque un cómico es, sobre todo, un tipo que se ríe de sí mismo.
Javier Meléndez
Esta frase me la guardo:
“Hay diferencia entre una serie que explota y una serie que ridiculiza la explotación. Nosotros estamos claramente en lo segundo”.
Creo que ahí está la clave.
Me gusta este post.
mackey
Sinceramente, lo he pasado muy mal viendo esta serie. Eso de combinar la vergüenza ajena más extrema con la carcajada de lagrimilla no lo llevo muy bien. Me pasó con ¿Qué fue de Jorge Sanz?, pero es que el puto Gervais lo lleva a otra dimensión. ¡Es un genio! Y un aplauso para Warwick Davis, que con mucho humor, sabe reirse de sí mismo y de los de su condición. ¡Hay que tener mucho valor para ello!
Regla
La verdad que es un tipo peculiar el tal Gervais. En la presentación de la Gala no debe hacerlo tan mal para repetir un nuevo año. Me ha llamado la atención lo que comenta Gervais, para \”justificar\” sus bromas, en uno de los enlaces del post: \”Estamos hablando de la gente más famosa y adinerada, no estoy en una sal llena de soldados heridos\”. Desde luego no le falta razón, y el contexto para cierto tipo de bromas también es importante.
Sobre las cuestiones que plantea, Alberto, pienso que todo el mundo puede hacer cualquier coña, pero no todo el mundo es tolerado del mismo modo. Los cómicos necesitan cierto grado de madurez profesional y recorrido para atreverse con todo. Como en todo, necesitan labrarse una reputación, para ser tolerados y respetados por el público. Una reputación, que en el humor a diferencia de otros registros, también puede ser mala.
Y por cierto, nuestro Antonio Banderas supo estar a la altura, como es habitual en él. Si uno no se da por ofendido, la ofensa no se da, aunque la intención sea la de ofender.
krianz
Gran actor Warwick y grandes manos!!!! a comparar con las de la rubia midget, jejejeje