Detrás de un cínico siempre hay un sentimental, que diría aquel.
Pensaba en Gregory House.
House es una serie más importante de lo que ahora queremos recordar. Ejerció de mechero. Junto a dos o tres yescas más, encendió la pasión que nos obligó a girar la mirada hacia ese nuevo fenómeno que explotaba en la televisión americana. Y, a diferencia de productos más elitistas como Los Soprano o El ala oeste, House emitía en una longitud de onda que la hacía asequible para todo el mundo. Tampoco reclamaba la fidelidad de 24 ni el compromiso endemoniado de Lost. Uno podía entrar y salir del Princeton Plainsboro con facilidad, sin arrugas en el traje por haberse perdido un capítulo en FOX o Cuatro. House era, simplemente, la sublimación del procedimental.
Sí, vale, el procedimental está muy manido y es para chachas y abuelas, diréis blablableando. Vaaale. Pero House era diferente. Por su escritura. Primero asombraba la capacidad de la serie para enganchar casos geniales, llenos de regates y guantazos en la cara; mecanismos narrativos milimétricos, sin tregua. A esto había que sumarle la facilidad -tres o cuatro veces por año- para engendrar capítulos especiales que jugaban con el relato, el punto de vista, la imaginación alucinada del protagonista o el formato. Desde los míticos falsos flashbacks de “Three Stories” (1.21.) hasta el pastiche genérico de “Bombshells” (7.15.).
En segundo lugar, el protagonista es un emblema. Un tipo carismático. Un icono viciado. Un hijoputa al que se le coge cariño, con esa honestidad brutal que provoca que la mierda le llueva encima cada tres capítulos. Lean sus mejores frases. Porque se ha escrito mucho sobre su psicología, su patología y sus adicciones. Obvio. Es el epicentro de la serie y los terremotos que provoca su misantrópico carácter han alcanzado proporciones épicas. Pero lo mejor es que ha sabido rodearse de secundarios -trazados con elegancia de calígrafo- que, al ejercer de frontón emocional, realzaban sus conflictos. Wilson como amigo y Cuddy como deseo amoroso. De hecho, esta última temporada ha sido la más floja precisamente por la ausencia del personaje de Lisa Edelstein, un interesante contrapeso dramático que se ha esfumado. Antes House podía hacer el imbécil con un par de lumis… esperando la absolución de su amor platónico. Este año esa línea de acción ha quedado postiza, por mucho acento ruso y papeles de inmigración que hubiera por medio.
La tercera clave que marca la diferencia en House tiene que ver con su ambición moral. Ya he escrito otras veces que el hospital -como la comisaría o el juzgado- es pasto de procedimental porque reúne dos características: renovación constante de personajes/casos y un entorno dramático donde siempre ocurren sucesos dramáticos. En un hospital acecha el dolor y la muerte. Esto ha permitido hidratar los casos con dilemas en torno a los límites de la medicina, el sentido del dolor, el papel de la religión ante la muerte o, incluso, la justicia del tiranicidio. Esas coordenadas han regalado capítulos luminosos y otros muy negros, acordes con la música existencialista que mejor afinaba la serie.
Esta batalla interna -al fin y al cabo, la misma que libra House en su interior- ha sido el motor de una de las líneas narrativas más interesantes de la última temporada: el cáncer de Wilson. Agotados los cartuchos amorosos, el catalizador para la redención de House ha tenido que ser su amigo del alma. La verosimilitud médica nunca entró en el pacto de lectura de la serie, pero admito que se pasaron tres pueblos con esa “quimioterapia express” que se cascaron en uno de los últimos capítulos (por cierto, la broma de las fotos finales fue una genialidad…).
En general es una pena que una serie tan potente haya concluido casi por inanición. A pesar de ser un procedimental muy superior a la media, la fórmula ha acabado cansando. Pero ha dejado un puñado de capítulos memorables y de actores ocasionales para enmarcar. Yo recuerdo muchos de las tres primeras temporadas, aquellas que veía a salto de mata en la televisión tradicional. Sin embargo, sus tres últimos años -que sí los he seguido de forma continua- han resultado irregulares y han llegado a destino con la sensación de que esto no daba más de sí.
¿La season finale? Umm, no fue un capítulo malo, pero tampoco anduvo a la altura que se merece una serie así. Era una despedida para los fans de la serie, para los más cafeteros. Un homenaje. Por eso desfilaban todos los grandes personajes que han poblado el Princeton durante ocho años, incluido el psiquiatra interpretado por el gran Andre Braugher. Solo faltaba la Dra. Cuddy; es obvio que alguien tan importante debería haber aparecido en la imaginación del personaje en un momento tan crucial, así que intuyo que Lisa Edelstein debió de dejar la serie con un portazo.
Más allá del auto-homenaje, me pareció evidente -y gratuitamente tramposa- la paráfrasis a “El problema final” de Sherlock Holmes. A juego con la inercia de la temporada, parece que los guionistas no se calentaron mucho la cabeza con los porqués. Sin embargo, sí me hizo gracia la alusión al El club de los poetas muertos, la cinta que trajo al estrellato a Robert Sean Leonard. Al final, tanto allí como aquí el tipo muere y en ambas se concluye con una apología del carpe diem.
Me equivoqué: House no ha terminado devorándose a sí mismo. No fue un final apoteósico, pero sí elegante. Muy lampedusiano: “Si queremos que House siga como siendo como es, es necesario que todo cambie”.
Hasta siempre, doctor.
poliptoton
¿Secundarios trazados con elegancia de calígrafo? Mmm… varios, quizá (desde luego no Taub, ni Chase, ni siquiera Foreman, que en 8 años, salvo que me haya perdido algo importante, sólo ha servido para vehicular esa trama de \”no quiero convertirme en House\”). Pero yo veo un problema: ninguno tenía entidad por sí mismo, sólo orbitaban en torno a un protagonista que era un agujero negro y siempre, siempre acababa por devorarlos.
La serie, que ha tenido momentos brillantes, sí, llegó exhausta a la línea de meta, cuando la mayoría ya habíamos abandonado el barco o sólo echábamos un vistazo de vez en cuando. Casi, casi podría ser el ejemplo paradigmático de los \”males\” del sistema de producción televisiva de EE.UU. (al menos en las networks).
Juanjo
Me pareció una temporada flojísima y un final bastante previsible una vez acabas de visionar el penúltimo capítulo (todo lo que pasa luego es obvio). Aun con todo, se puede considerar un final medianamente digno (que no inesperado u sorprendente). Sigo quedándome con la anterior temporada, cuya dinámica debía haber sido la de ésta última, que fue más de tipo procedimental.
yuli03zh
Por supuesto fue una gran serie con grandes historias unas mas negras que otras pero inteligentemente trabajadas, House, Cuddy y Wilson hacian un trio espectacular que juntos emitian muchas emociones que permitian al televidente engancharse.. (Cuando usted habla de\”Secundarios trazados con elegancia de calígrafo\” se refieren a ellos dos me supongo porque los otros personajes eran como un circulo vicioso)..Ellos fueron los pilares de la serie claro en primer lugar Hugh Laurie.. Pero tambien es cierto que los escritores en los ultimos 3 años se durmieron en sus laureles..
Con respecto a Cuddy, creo que soy la unica persona que piensa que Lisa Edelstein toma la decision correcta al no regresar pues en el ultimo capitulo House no hablo con ninguno de ellos fue parte de su mente de su predecible mente, creo que Cuddy a diferencia del resto no se hubiera merecido eso, House le debedia un PERDON pues el la intento matar..
Creo que el final no fue magestuoso porque la serie fue cancelada y los temas fueron tan \”necesarios\” ,predecibles y que la mayoria ya nos los esperabamos como cuando dicen que Wilson tiene cancer!
Ion Pagoaga Ibiricu
He seguido las ocho temporadas de esta serie y también pensé que terminaría con la autodestrucción del protagonista. Me quedo con los guiños del último capítulo a \”El club de los poetas muertos\”, del que el actor que hace de Wilson era protagonista (Robert Sean Leonard). En un momento House les dice a sus compañeros \”Carpe Diem\”, y al final del capítulo suena una canción que dice \”enjoy\”.
Cat
Acabo de ver el último capítulo de House y, aunque no es usual que comente, de alguna manera, quiero rendir un pequeño homenaje a través de mis palabras. Gracias a esta serie yo empecé a ver series, empecé a bajarme series y, como consecuencia, a entrar en vuestros blogs a enterarme de todo lo que me \”aconsejabais\”, empecé a enterarme un poco de como funciona este mundo serieadicto y a ver con otros ojos lo que veía. Me empecé a enamorar de un determinado personaje, a valorarlo, a meterme una temporada entera en un fin de semana y a decir a diestro y siniestro (pesadita a veces) lo que me gustaba House y las demás…. Le debo mucho. Gracias a él o, mejor dicho, a ella aquí estoy siguiendo viendo series. Yo también dejé de verla semanalmente allá por la 3ª o 4ª temporada, pero seguía guardando capítulos y, de vez en cuando, le seguía la pista. Fue y es una gran serie, con sus defectos, quizá en su larga vida, pero me sigo quedando con ella y la considero entre las grandes. Ahora no sé si la elegiría. Mi pasión por ella va más allá de lo razonable, lo reconozco y esto me gusta, porque me proporcionó el ocio que más disfruto y la inclusión de la magia del cine diariamente en mi vida. Gracias House