En tierra de zombies, la felicidad no existe. Es un espejismo, una mentira. La única aspiración honesta -la única posible- es la supervivencia. Un día más. Y otro. Y otro. Y otro. “Hechos para sufrir“, como titulaba el último capítulo de esta midseason. De esa pasta son los personajes que quedan en pie.
En sus diferentes tramos, The Walking Dead ha pasado por el horror de la sorpresa kafkiana, la épica de lo cotidiano, la esperanza imposible de la fe o la inutilidad de la democracia cuando el juego consiste en matar o ser matado. Ahora, en esta tercera temporada que concluyó anoche en Fox España, los guionistas han subido el escalón lógico y ha llegado el asunto de la guerra: quiénes son ellos y quiénes nosotros, por qué luchamos, qué medios justifican qué fines y demás bocados de realidad. ¿”Terroristas”, dice usted, señor Gobernador? Umm.
De esas cuatro gruesas divisiones que establecía arriba, solo el piloto y la segunda mitad de la segunda temporada han funcionado. El piloto, dirigido por Darabont, fue excelente, tan poético como inquietante. Por su parte, los capítulos invernales (del 2.8. al 2.13.) -con Glenn Mazzara al frente- aportaron esa linealidad narrativa y ese octanaje dramático que tanto se echaba en falta. Los actos tenían consecuencias y las piezas del ajedrez iban cayendo, como mandan los cánones del fin del mundo.
(A partir de aquí, espoilers) Por suerte, esta tercera temporada ha confirmado esa senda. Han sido ocho capítulos estupendos, con muchísimo ritmo y todos los ingredientes lo que se le puede pedir a una serie de zombies: sangre y vísceras a chorro, por supuesto, pero también atrevidas secuencias de acción (empezando por el silente inicio de temporada), aspereza moral, crecimiento de los personajes, bajas significativas, momentos terroríficos y ese espejo político que establece la dicotomía “amigos/enemigos” enarbolada por el líder de Woodbury. Incluso han tenido sus puntitos de humor: mis favoritos son el inesperado peloteo final entre Axel y Carol (en torno al tópico del pelo corto y la orientación sexual) y, sobre todo, cuando la panda de reclusos empiezan a acuchillar a los zombies en el vientre, en plan malotes carcelarios, je.
La serie ha madurado hasta el punto de que los grupos de personajes (con el prometedor añadido de Tyresse) han aprendido a mantener la amenaza zombie a raya. En el caso de Rick y cía, exhibiendo eficacia de boina verde. Ahora, los muertos vivientes son parte del paisaje y siempre van a causar bajas, desde luego, pero las verdaderas amenazas provienen de los humanos. ¡Es la guerra! Homo homini lupus. O como lo pone Maggie, resignada: “Todo este tiempo huyendo de los zombies… te olvidas de lo que los humanos son capaces de hacer” (3.8.).
Al madurar, la estructura de lo que llevamos de temporada ha superado su mayor dificultad: la dispersión al partirse en dos. Incluso hubo un par de capítulos (el 3.3. y 3l 3.4.) donde cada escenario actuaba de manera independiente. Sin embargo, en ningún momento han parecido dos series distintas las de la utopía de Woodbury y la supervivencia en la prisión. Por un lado, la presencia de personajes transversales (Andrea y Merle) aportaban cierta familiaridad al nuevo entorno; por otro, ya en el capítulo 3.5. hay movimientos que apuntan a la colisión de ambos mundos: Michonne abandona el supuesto idilio y un grupeto de valientes se ve obligado a salir de la cárcel -ya completamente limpia de amenazas- en busca de leche para el bebé (un elemento genial para complicar el guión). Ahí se empieza a mascar el inevitable choque de trenes posterior…
Precisamente en esa búsqueda se apunta el momento más turbador de la temporada, simplemente por la imaginación a la que nos obliga: la posibilidad de que exista un bebé zombie en la guardería. ¡¡Eso sí que sería romper un tabú visual!! Más allá de esa inexplorada grosería, la serie permanece rica en momentos brutales e imágenes que se graban a sangre y fuego en el espectador: desde las “mascotas” de Michonne (3.1.) hasta Glenn y Maggie consiguiendo “armas” para escapar de su cautiverio (3.8.), pasando por la amputación a Hershel (3.1.), el escalofriante “Papi aún te quiere, Penny” o los infernales gladiadores de Woodbury (3.5.).
http://www.youtube.com/watch?v=NxzgoY1hn8k
Con todo, el pico emocional de la temporada llegó, como ya escribimos, con la muerte que da vida. La inmolación de T-Dog preparaba el terreno para una escena de sacrificio de una dureza extrema: la improvisada “cesárea” y, sobre todo, el disparo fuera de campo realizado por Carl, un niño hecho hombre a base de palos. Es todo un acierto la entidad dramática que ha ganado este chaval, hasta anteayer más plano que un vampiro de Crepúsculo. [Una curiosidad para cerrar el “caso Lori“: ¿desde cuándo los zombies se tragan a sus víctimas hasta la indigestión?]
De rebote, ese capítulo sirvió para despedir a dos personajes que nunca lograron estar bien dibujados, por lo que sus muertes lograron compactar más al grupo y hacerlo más atractivo y complejo desde el punto de vista dramático: por ejemplo, las alucinaciones telefónicas de Rick, sensacional Andrew Lincoln durante todo el año, sirven de espejo a la línea de locura que bordean los líderes (ampliaremos esto más abajo, al hablar del Gobernador). Ya no quedan personajes de plastilina, secundarios de ésos de los que ni sabes el nombre. Pueden actuar estúpidamente, como Andrea, pero al menos son consecuentes en su ingenuidad.
¿O sí hay personajes discutibles en su escritura? ¿Qué demonios pasa con Michonne? La mayor pega que se le puede poner a esta temporada es precisamente ella: tan letal como inexpresiva. Como recuerdan aquí, los personajes femeninos no son precisamente los más pulidos de la serie, cierto. Pero en el caso de esta fiera katana no sabemos nada de su pasado y cuesta hacerse cargo de sus motivaciones, por lo que actúa más como mecanismo artificial para hacer avanzar la trama que como entidad dramática consistente. Donde más chirría es al final, con su obsesión por ejecutar al Gobernador. Claro que el iluminado ha intentado cargársela en el bosque -vía Merle y demás impronunciables- pero hay una inquina personal que solo se entiende si uno ha trabajdo los cómics (no avanzaré espoilers, pero es posiblemente el momento más descarnado en los 6 ó 7 tomos que leí). En la versión televisiva esa obcecación queda aguada, aunque la secuencia de pelea entre ellos transmita ferocidad de forma brillante.
Mucho mejor delineado está el Gobernador, interpretado por el siempre solvente David Morrisey. El actor británico consigue imprimirle una complejidad suculenta: es un megalómano, sin duda, pero con encanto, capaz de susurrar lo que Andrea quiere oír. Un populista, vamos: ante las masas viste un disfraz de humanista que esconde al psicópata que lleva dentro, sediento de control y sangre. Al mismo tiempo, ese chalado consigue que empaticemos con él por el desesperado intento de encontrar una cura para su hija; no es un malo malísimo, sino un tipo que ha perdido la cabeza ante tanta locura zombie, esa fina línea con la que flirtea Rick. Puede parecer extraño, pero en su pugilato con Michonne nos duele casi tanto como a él el espadazo a lo que queda de Penny. Porque, como el Gobernador, en el fondo queremos tener esperanza. Es el mismo espejismo de lo humano que hacía imposible apretar el gatillo a Morgan Jones, que insuflaba fuerza al melancólico “Test Subject 19” o que convertía la inesperada aparición de Sophia en la granja en una patada en el estómago.
Como cualquier intento utópico, la organización social del Gobernador se ancla en los mecanismos básicos de todo totalitarismo: apariencia de felicidad perpetua, fronteras nítidas e infranqueables, afán expansivo (los militares ametrallados), constante demonización del exterior (¡terroristas!), severo control ideológico (Michonne es poco menos que una enferma mental por querer marcharse) y una justicia caprichosa y arbitraria (los torturados Glenn y Maggie; la “traición” de Merle), Ojo, no es que el campo de Rick sea una Atenas post-apocalíptica, pero al menos no sueñan con convertir la prisión en un hogar impoluto e ideal; simplemente, son realistas: “esto ya no es una democracia“. Y sí, eso implica dejar encerrados al grupo de Tyresse, sospechar de los reclusos o, incluso, aplicar el salvaje Oeste a los forasteros sin carné para mantenerse fuera del radar (ocurría en esta escena de “Nebraska”, la pasada temporada).
Gobernador: “Debería deciros que todo nos va a ir bien, que estamos a salvo, que mañana enterraremos a nuestros muertos y aguantaremos… pero no lo haré. Porque no puedo. Porque tengo miedo. Eso es. ¡Tengo miedo de los terroristas que quieren lo que tenemos, que quieren destruirnos! Y peor aún: porque uno de esos terroristas es uno de nosotros”.
Uno de nosotros. Un hombre. Un lobo. La mayor amenaza.
Seriefilo
Estoy deacuerdo contigo en líneas generales y en el que el desarrollo de los personajes secundarios así como la aparición de un malo populista como el governador va a traer mucho oxigeno a la trama, eso si lo de que Andrew Lincoln está estupendo… !Ya es otra cosa!
yurik
Estos ocho episodios han sido fantásticos, pero lo han sido gracias a la segunda temporada. El trabajo de Darabont con la granja (tan injustamente criticado) será valorado conforme avance la serie. Siempre tiene que haber calma antes de la tormenta, y en la segunda temporada la calma era ese sueño comunitario tan americano, esa refundación de los cimientos de la sociedad a partir de la familia.Y cuando todo se demuestra imposible viene la sangre.
La primera temporada, esa si es floja. Empieza bien pero luego no sabe a donde ir.
Enantiotes
Hay aspecto muy curioso de esta temporada, además de esa llamada desde el más allá: esa escena alucinante con el moribundo cobaya y la música, los cuadros: una cierta relación en ambos casos con Lost, quizá.
David
Vaya rollazo de serie aburrida. Si no la has visto, mejor para tí. Si lo has hecho, lástima de tiempo perdido. Por el mismo precio te ves el Equipo A o McGuiver y te quedas igual de y timado.
carlosono
Un artículo fantástico, como de costumbre.
Esta vez estoy de acuerdo en todos los puntos. Sin duda esta tercera temporada ha sabido dar más cohesión al grupo de protagonista y por eso se ha ganado profundidad dramática; como si finalmente los actos tuvieran consecuencias palpables. Y coincido plenamente en el personaje de Michonne: le faltan raíces y queda muy plana en un relato que cada vez va ganando en aristas.
Una serie más que correcta que apunta maneras.
Esperando las críticas de Treme y Boardwalk empire, ambas magníficas, pero sobretodo la última, que ha tenido una segunda mitad de temporada de escándalo.
FG
Desde luego ha sido una gran tanda de capítulos, en el que han introducido más acción de forma muy acertada.
En cuanto a lo que comentas de Michonne es una pena que su personaje no halla tenido en mismo recorrido que en el comic, ya que en este se entiende mejor su odio al gobernador y su pelea cuerpo a cuerpo con él es mucho más brutal, pero bueno antes todo era decepcionate con respeceto al comic en esta temporada solo ha sido una trama.
Saludos
Matias Magallanes
Hola,
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mackey
La mejoría de la serie desde la llegada de Mazzara es innegable, y no, no es solo por el incremento de la acción o las cantidades industriales de sangre que muchos le exigían a la serie, sino más bien por la multiplicación de conflictos. Ser contemplativo puede estar bien para ciertas series (Treme), pero en una serie apocalíptica no casa. Se abusó de ello hasta que cambiaron de tercio en la segunda mitad de la temporada anterior, y vaya si se ha agradecido el cambio. Eso sí, de ahí a ser una de las grandes, como he leído por ahí, hay un trecho.
fasensio
No veo \’The Walking Dead\’. Siempre me ha dado algo de pereza. Soy fiel lector de los comics (así que, aunque sé que hay cambios importantes en la serie, más o menos sé por dónde van los tiros).
Por aquello de esperar a consejos de otros, no me arranqué en su momento, y luego lo que oí (y que también dices por aquí), tampoco ayudó a motivarme.
Pero claro, después de lo bien que habláis de la 2ª mitad de la 2ª, y de esta 3ª, como que me dan ganas de verla.
Con lo que me planteo una pregunta a la que yo mismo me he tenido que enfrentar a la hora de aconsejar una serie como The Wire. ¿Cómo convences a alguien de que aguante y se trague horas y horas sólo bajo la promesa de que merecerá la pena?
En este caso concreto, ¿me aconsejáis que haga la salvajada de ver el piloto y pasar directamente a la 2ª mitad de la 2ª?
AlbertoNahum
SERIÉFILO: Jo, yo creo que el tipo actúa bien para su personaje, francamente. El momento que pongo arriba (tras lo de Lori) me parece sublime para tratar de transmitir esa tragedia…
YURIK: Umm, sí, tienes razón en lo de la calma, pero quizá no es el pacto de lectura en una serie de zombies (y tampoco tras el ajetreo de la primera temporada). Es decir, que todo lo de la granja no casa en ritmo ni con lo de antes ni con lo después. Aunque, también puede ser que el efecto que estamos teniendo ahora no lo tuviéramos si no llega a ser por aquel ciclo… Qué dudas me metes, Yurik.
ENANTIOTES: No termino de ver la relación con Lost en esos momentos. ¿Por qué lo dices?
DAVID: Ah, McGyver, qué tiempos.
CARLOSONO: El lunes Treme, je. De BEmpire ya has leído.
FG: Como digo, solo he leído algunos cómics pero, ¿no se aleja bastante de las tramas de los cómics? Estoy pensando, sin ir más lejos, en personajes que duran un tomo y aquí seguían en pie hasta bien entrada la segunda temporada…
MAGALLANES: Jo, Carlos, si la mejor manera de contactar con un posible cliente es dejándole tus datos en el blog, muy mal vamos…
MACKEY: ¿Quién la pone como una de las grandes? Yo en general he leído reseñas, como la mía, que señalan que está alcanzando todo lo que se le pide a una serie de zombies generalista (fíjate que cosa más rara, je). Pero, ¿una de las grandes? Ummm.
FASENSIO: Fernan, yo te recomendaría lo siguiente (sabiendo que quizá pierdas algo de efecto \”tormenta tras la calma\”, pero bueno): ve el piloto y empieza en el 2.7 en lugar del 2.8 (que es cuando comienza la segunda parte de la segunda temporada). Y, si acaso, revisa un par de reseñas (aquí mismo tienes tras el 1.6. y el 2.7.) para ver un poco de qué la trama y cuál era el tono. Además, si conoces los cómics no te costará entrar en la historia a partir del 2.7. A ver qué tal el experimento.
Enantiotes
He mirado por si a alguien más había visto la relación con Lost y sí, en este artículo de Slate (http://www.slate.com/articles/arts/tv_club/features/2012/the_walking_dead_season_3_recaps/week_6/the_walking_dead_recap_season_3_episode_6_hounded_reviewed.html) lo dicen respecto a la llamada telefónica de Rick a su mujer muerta:
Part of me wishes that it hadn’t been Rick’s imagination. That’s the kind of shockingly inexplicable moments that you would have seen on Lost. But it wouldn’t fit The Walking Dead, which ties up its loose ends pretty quickly. Carol goes missing only for an episode before Daryl finds her in the prison.
A mí también me recordó a Lost esa escena en la que al moribundo le ponen música, hacen ruido con una campana, está rodeado de sus cuadros, le hablan de su familia. Es el mismo tono alucinado, de situación en un \”purgatorio\”.
Richard
Amigos,
les presentamos la segunda edición del Podcast \”El Stream Mató al Cable\”, donde \”destripamos\” la tercera temporada de The Walking Dead. Además comentamos un tema polémico: ¿Por qué odiamos a las esposas/parejas de los protagonistas de las series?
http://www.ivoox.com/el-stream-mato-al-cable-segundo-audios-mp3_rf_1631421_1.html
xavi_17
A mí esa escena final con Daryl y Merle ¡juntos de nuevo! me ha recordado tanto a Sona (Prison Break) que me ha dejado en shock. No sé si por el hecho de que sean hermanos y se vean amenazados o qué…
No he leído los cómics ni quisiera enterarme de nada, pero me da que va a haber un enfrentamiento entre ellos, a vida o muerte, como los había en la mencionada prisión (de prisiones también va la cosa en esta T3). Además muere Sarah Wayne Callies, como también sucediera en la T3 de Prison Break (aunque en este caso fuera… distinto). Extraña coincidencia al fin y al cabo.
El caso es que esta última temporada de TWD me ha recordado a la que fue en mi opinión la más floja de PB. Llamadme raro.
Gran artículo, Alberto.
¡Saludos!