A Charlie Brooker hay que reconocerle su efectividad como francotirador cultural. Sus propuestas televisivas pueden resultar más o menos brillantes, pero siempre transmite la sensación de estar metiendo el dedo en la llaga. Una de las mayores virtudes de Black Mirror es la de saber capturar el aroma de los tiempos para hacernos reflexionar, sin tostar a la peña, sobre cuestiones ideológicas, morales, sociales o políticas que pululan por el ambiente. Touché.
Así, cada temporada de Black Mirror es un triciclo que, aunque transite pistas salvajes, se conduce con la facilidad de un automático: confortable, seguro y sin acelerones. Tres historias de 45 minutos entretenidas, directas y con una premisa ganadora, que siempre huele a pole. Los únicos derrapes, como veremos, le llegan al acercarse a meta para intentar clausurar sus historias.
Pero lo que hace a Black Mirror realmente diferente no es el suspiro del formato, sino lo que encontramos en sus tripas cuando detenemos el vehículo en boxes: una decidida vocación de ensayo cultural. De meditación sociológica, si lo prefieren. Todo esto ya estaba el curso pasado, con su más que notable primera temporada (“Cuando el medio es el masaje“).
(Espoilers de la segunda temporada)
Para esta nueva tanda, Brooker sigue apostando por un ligero tono distópico, donde la tecnología ha avanzado, sí, pero sin caer en un futuro irreconocible. Al contrario, el mundo que presenta apunta apenas un ligero upgrade de este paisaje mediático que nos rodea. Donde más se percibe es en el primer episodio, quizá lo mejor que haya hecho este británico en toda su vida, como apunta el Telegraph. El año pasado me gustó mucho la bofetada porcina de “The National Anthem” (1.1.); desde una perspectiva opuesta, mucho más intimista, “Be Right Back” (2.1.) lo supera. Para ser precisos, la imposible historia de amor entre Ash y Martha traza el viaje de vuelta de “The Entire History of You” (1.3.): en esta ocasión la tecnología no sirve para destruir una relación, sino para reanimarla. O casi.
Para empezar, el punto de partida es realmente ingenioso: es tal la cantidad de información que desplegamos en internet, que parece hasta factible que un software sea capaz de elaborarte un retrato robot psicológico; la piel sintética actuará de hardware… Sin embargo, lo que multiplica la potencia de “Be Right Back” es su manejo de la muerte y la esperanza, la melancolía de lo no vivido. Desde el Dr. Fausto hasta Blade Runner, los relatos andan repletos de espectros que reclaman “más vida”. El amor más allá de la muerte, vieja aspiración romántica, se sustancia en este episodio tan delicioso como trágico. Muy doloroso. Como en esos robots buenos de Asimov, el dilema gira en torno a la noción de humanidad. La copia, tras sus primeros destellos, revela sus limitaciones, evidenciando cómo las pasiones y los errores son los que nos hacen irremediablemente humanos. Lo inesperado, lo impredecible, lo incoherente… esa cara B que nunca mostramos en la red para no dañar nuestra reputación online.
Se puede programar el sexo, pero nunca el amor. Una foto alegre puede emboscar la anatomía de la tristeza. Y una canción de los Bee-Gees delatar nuestra pose. Por eso todo el capítulo se levanta -majestuoso- sobre la relación entre intimidad y conocimiento. Esa mirada que solo una madre o una esposa es capaz de identificar; ese lado oscuro que, ay, nos hace tan humanos.
Guardamos las fotos aunque amarilleen, revisamos los vídeos para encontrarnos con la sonrisa de los muertos. La memoria es puñetera y, desde ahora, Papá te esperará en el ático. O casi.
http://www.youtube.com/watch?v=sF_kZKVppw0
“White Bear” -el segundo episodio, al igual que el año pasado, el más flojo de la remesa- juega a la ratomaquia mezclando palabras clave como justicia, castigo, exhibicionismo y telerrealidad. Lo monstruoso de la propuesta -la aplicación de la pena criminal como un bucle de parque temático- resta eficacia a la historia, puesto que los personajes son sombras sin entidad, máscaras (literal y metafóricamente) por las que no terminamos de sentir interés dramático.
De nuevo, el derrape final sirve para dar sentido a toda la historia, pero resta cuajo, puesto que se antoja redundante. Tiene su punto el gancho de terror kafkiano y la parrillada de “zombies” disparando sus flashes, pero ahí se agota el episodio. La lectura política del asunto -la crueldad con el asesino nos devalúa como sociedad- es limitada a pesar de su grandilocuencia. Como bien escribe Rober Ballesteros en Los lunes seriéfilos, “en eso queda todo, en una denuncia simploide de nuestra condición de sádicos voyeurs. Algo que, por otra parte, no es una cuestión en ningún caso relacionada, como pretende denunciar Brooker con su discurso aleccionador, con los tiempos que corren (tiempo hace ya de los circos romanos), sino con la misma naturaleza humana”.
“The Waldo Moment” (2.3.) cierra esta segunda trilogía dejando buen sabor de boca, es decir, con un regusto muy amargo, como manda el canon Brooker. Sin alcanzar la perfección de “Be Right Back”, esta fábula política -con dibujo animado en lugar de cigarra- llega con el don de la oportunidad, ahora que en Italia triunfa el cricrí de la antipolítica. Menos efectivo (y efectista) que “The National Anthem”, “The Waldo Moment” aplica la sátira para atizarle duro a la política británica, pero su lectura es perfectamente extensible a muchos otros lugares de esta vieja y desnortada Europa donde el fast-food intelectual va adquiriendo categoría de dogma. Ya lo advierte, resignado, el líder tory al que putea Waldo: “Si esa cosa es la principal oposición, entonces todo el sistema es absurdo. Que puede serlo… ¡pero al menos construyó estas carreteras!”.
Brooker toma partido y denuncia la manipulación -entre frívola y mesiánica- de aquellos que absorben el malestar social para reventar las instituciones y deslegitimar una democracia que, por definición, jamás puede ser perfecta. De hecho, el cierre del capítulo es ortopédico desde el punto de vista narrativo pero cristalino en su pronóstico político: el eslogan cutre, la infantilización del espacio público y el populismo de todo a cien (valga la redundancia) desembocarán en algo mucho más oscuro. Ummmm.
El mayor piropo para Black Mirror es esa última interjección: es una serie que te deja pensando.
Moltisanti
Tu última frase es con la que siempre me quedo cuando hablo de \’Black Mirror\’. Su mayor logro es conseguir poner a los espectadores a reflexionar. Luego te podrá gustar/impactar más o menos la historia que esa semana te propone Charlie Brooker, pero siempre cumple con ese objetivo. Y vamos que si lo hace.
¡Saludos!
carlos risu
A falta de rigor, me parece todo un enorme BLUFF. Black Mirror entretiene al que busca \”protestar\”. Te brinda caminos GUAYS, y sobre todo,te APABULLA con imágenes hiper diseñadas para que no haya margen de error. \”Estamos denunciando\” nos dice BM porque nos habla, ante todo, de la cobardía de las personas normales: todos somos espectadores y asumimos como normales lo que \”los que mandan\” deciden por nosotros. Y entonces vemos BM y decimos, oh, que guay, ya sé lo que tú sabes. BM solo tiene un aspecto positivo y es intimidar. Si eso se convierte en una moda (es un BLUFF) se olvidará. De hecho, es la única serie del mundo que NUNCA me apetece volver a ver. Tan simple como eso. Tanto diseño malgastado…
Chema
Siento coincidir sólo en lo referente al maravilloso primer capítulo \”Be right back\”. Se te mete en el cerebro y no parece nada descabellado. Incluso acabas por creerte perfectamente lo del androide y te hace reflexionar sobre su (in)conveniencia. Crítica a la sociedad 2.0 muy acertada, de paso.
El segundo capítulo sí me gustó y mucho. Te atrapa y te pega al sillón durante todo el capítulo con la boca abierta. El giro final es brutal y te pega un sopapo que te hace reflexionar sobre el espectáculo morboso en el que se ha convertido casi cualquier proceso judicial.
El de Waldo me pareció atropellado y muy exagerado. Toma al votante por estúpido, como oveja de un rebaño alienado por el jiji jaja. Una oportunidad perdida. La idea de criticar a los nuevos profetas de la antipolítica era muy acertada.
El cautivo
Yo doy de la posición de Chema. El segundo me parece un tortazo brutal. El giro parece perder todo lo construido, pero la idea de un reality (o parque de atracciones) sádico para la justicia es escalofriantemente posible.
En cambio el tercero peca un poco de obvio, de respuesta simplona a la degeneración política.
AlbertoNahum
MOLTISANTI: Eso es, te podrá gustar más o menos, pero tienes la sensación de que el tipo sabe plantear los debates, desde luego. Aunque a veces el exceso y la sátira le resten fuerza.
CARLOS: ¡Qué mal te sentó el desayuno, jeje! No me considero protestón (¿quejica social, mejor?) ni guay y, la verdad, creo que cumple muy bien con lo que propone. De hecho, si relees mi reseña del año pasado, ya verás como pongo en cuarentena la supuesta profundidad de su pensamiento \”tecnológico\”, por llamarlo de alguna forma. No me interesan tanto sus mensajes, como las cuestiones de fondo que apunta. No me interesa tanto lo que piensa, como lo que me hace pensar. De hecho, el pensamiento Brooker pierde eficacia, como decía antes, por el exceso y la sátira.
CHEMA, CAUTIVO: El primero es una delicia, creo que en eso coincidimos. El mejor de todos. Con el segundo tengo un problema dramático: yo no entro, no sé por qué me importa esa mujer, francamente. Y el de Waldo no me apasiona a muerte, pero no me molesta el trazo grueso y atropellado de su propuesta porque, precisamente, es de lo que trata: de la esloganización del espacio público, de la política de la entrepierna.
Ahí creo que el error está en darle una lectura \”realista\” al capítulo; no, es una sátira, una exageración (y al final se le va todavía más la mano para asegurar una lectura política que ya había quedado establecida de forma evidente). De hecho, titulé \”fábula\” al post precisamente por ese último: el pacto de lectura es, desde el inicio, satírico, excesivo, metafórico, irreal. Es como el (exageradísimo e imposible) punto de partida de \”The National Anthem\”: nos lo tragamos por el pacto de lectura y, una vez ahí, extraemos conclusiones políticas y sociales. Pero partimos de una hipótesis que, vista con calma, es absurda.
No sé si me explico, sorry.
Chema
Entiendo tu posición, pero, para mi, uno de los grandes méritos de la serie (junto su invitación a la reflexión) es que, pese a sus hipérboles, siempre me han resultado bastante realistas, verosímiles. Por eso, una vez vistos 5 capítulos, me cuesta ponerme en la posición de ver una fábula. Si es necesario hacerlo, me parece un cambio de las reglas de juego.
mackey
Me alegra ver que coincido contigo en cuanto a que el mejor capítulo, no ya de esta tanda, sino de la serie, es Be right back. Quizá sea porque soy más intimista que visceral, pero me parece una historia dolorosamente profunda en lo emocional y muy bien desarrollada y rematada en lo conceptual y narrativo.
Las otras dos historias también me han gustado, pero en el caso de White bear, como bien indicas, no existe empatía con los personajes (si acaso te apetece abofetear a la protagonista por tanto lloriqueo) e intelectualmente no ofrece muchas lecturas. Bien, nos va el morbo, ¿y qué? El capítulo está muy bien elaborado y el giro final es impactante (aunque me veía venir algo así, lo juro), pero no da tanto que pensar.
Con el amigo Waldo tengo más dudas. La propuesta es muy buena y se asemeja más a la realidad sociológica actual. Pero me da la sensación de que el enfoque a partir del último tercio de capítulo es algo errático, como que podía haber dado más de sí. ¿Y qué nos quiere decir Brooker en realidad?¿Más vale malo conocido que bueno por conocer? No sé, todavía estoy dándole vueltas.
Neguema
Espero que haya una tercera temporada, es una serie impresionante que te deja durante días pensando.
Para mi, el tercer capítulo ha sido el más flojo, no por la reflexión sino por como esta hecho. Sinceramente en la actualidad, no necesitamos un Waldo, porque tenemos Carmen de Mairena, o Belen Esteban (creo que no se presentó al final pero si lo hubiera hecho seguro que sacaría votos)…
En relación al segundo, a mi me encantó, durante días me tuvo rondando la cabeza la idea de que podría pasar en la actualidad o en un futuro próximo, además, hace poco Interior ha liquidado la UTE de Asturias, si lo poco que funciona en rehabilitación se quita, no estamos condenando a los presos a seguir día tras día en la drogadicción, la pobreza y la delincuencia? Y si nosotros no hacemos nada, no pasamos a ser meros espectadores de esta injustícia?
Ivan
Yo me uno a los que opinan que \’White bear\’ es muy bueno. Cierto es que no se llega a empatizar con los personajes como en los demás capítulos (aunque al final creo que es irresistible sentir lástima por lo que esa mujer está sufriendo, por muy culpable que sea) pero realmente en este caso no lo veo tan necesario. Para mí esos primeros 15 minutos tan potentes y acelerados son una maravilla y el resto del capítulo no hace que decaiga la atención, lo cual me parece más que suficiente para una historia de unos escasos 45 minutos de duración.
Tal vez no me dejó el mismo poso que el resto de capítulos pero el tiempo que dura la historia me tuvo totalmente fascinado.
marcbranches
Con el primer capítulo tengo un problema: me parece que no es una idea, sino dos, magníficas, las presentadas. Una es el ser virtual con el que la protagonista se comunica vía mail o fono, y me resultaba profundamente perturbadora, me ponía hasta nervioso. Luego llega el giro hacia el clon, que me pareció poco verosímil en el futuro distópico cercano que se diseña en el capítulo (¿nadie en el mundo tiene noticias de robots enviados en cajas?), lo cual me distanció aglo del conflicto creado. Hubiera preferido una mayor profundización en cualquiera de las dos opciones.
Coincido totalmente en tu apreciación sobre los otros dos episodios. saludos
sara bureba
mi contestación a tu post, estupendo by the way, era tan larga que lo termine cortando y pegando como post en mi blog…ya me contaras que opinas 😉
Charlie Brooker
Hace poco que descubrí esta serie, y tengo que decir que es de lo mejorcito que he visto en los últimos tiempos. Original, polémica y de las que provocan debate a su conclusión. Un Must See en toda regla. Si tuviera que quedarme con uno, lo hago con el especial de navidad, White Christmas. Sencillamente sublime.