(Fotografía: FX Networks/Sony Pictures)
Robert Quarles: Voy a matarte, Raylan. Quizás no esta noche, quizás no mañana, pero algún día, estarás caminando por la calle, y voy a meterte una bala justo detrás de la cabeza, y vas a caer.
Raylan Givens [dispara al techo]: ¿Por qué esperar? (3.10)
En el condado de Harlan, Kentucky, ser duro no es una opción, sino el primer mandamiento. Raylan Givens es quien mejor predica esa Biblia: «Si me haces desenfundar, te liquido», avisa ya desde el episodio piloto. Jamás rehúye un duelo ni pospone una pelea. Con revólver humeante o sin él, Raylan Givens siempre acude puntual a su cita con el peligro.
Seis años después de aquella primera amenaza disfrazada de promesa, Harlan ha cerrado el círculo. Justified —la grandiosa Justified— se despidió sin renunciar a ninguno de los ingredientes que han hecho de ella un bourboninaudito, de sorbo largo y adictivo: estructura de wéstern, moralidad noir, humanismo a raudales, diálogos sulfúricos, acentos arrastrados, tóxicas herencias paternas y esa intensidad emocional, hirviente, que caracteriza al melodrama sureño. Pero, sobre todo, Justified (en España por Calle 13) entonó su última balada con una sensacional sexta temporada que confirmaba el mantra: en la última década seguro que ha habido series más complejas y profundas, pero ninguna tan gloriosamente entretenida como Justified.
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