La mitad de los británicos que veían la televisión tradicional el pasado 23 de septiembre compartían una angustiosa pregunta: “¿Explotará?” Asistían, engulléndose los padrastros, al final de Bodyguard, un thriller de seis episodios que ha dado a la ficción televisiva unas cifras que se creían olvidadas. ¡11 millones de espectadores! Hay que remontarse a 2011, con la season finale de la segunda temporada de Downton Abbey, para husmear números similares. Porque, desde entonces, no solo han entrado poderosas reinas en el ajedrez seriéfilo (Netflix, Amazon, Hulu), sino que la oferta ha estallado en cientos de nichos. Hace ya años que el espectador televisivo ve series muy por encima de sus posibilidades. Por eso tienen más mérito las espectaculares cifras de Bodyguard. No ha sido solo una acertada campaña de promoción, un producto con la tradicional solvencia británica y la posibilidad de los espectadores de subirse a la ola gracias al servicio de streaming de la BBC. No. Ha habido algo más en esta propuesta de Jed Mercurio, el creador de la aclamada Line of Duty, un drama policial donde la corrupción caminaba de la mano del heroísmo sordo.
Bodyguard comienza con una larga secuencia en un tren. 21 minutos. Un padre, antiguo militar de Afganistán, viaja con sus dos hijos pequeños. Empieza a sospechar que algo raro ocurre en el baño, donde entra un tipo de rasgos árabes y actitud recelosa. Ya desde el inicio se fija la fina línea que determinará toda la serie: dónde acaba la sospecha y empieza la paranoia. Es un arranque apabullante, que quita el hipo. Efectivo y efectista. Pero no es más que un prólogo. Porque la premisa de Bodyguard nos cuenta cómo David Budd (un estupendo Richard Madden, arrastrando acento escocés y heridas internas) tiene que proteger a la Ministra de Interior británica (solvente Keeley Hawes). El alto voltaje viene tanto por el pasado militar de Budd como por la oleada de atentados islamistas en las que se desarrolla la trama. Y ahí reside una de las claves para el rotundo éxito de Bodyguard: su resonancia con el presente. Con sus miedos, sus preocupaciones y, por supuesto, también con sus valentías. Desde los atentados suicidas de julio del 2005 hasta los recientes brutales ataques al puente de Londres o las bombas del Manchester Arena, Reino Unido ha sido el país que más veces ha sufrido el zarpazo terrorista en la Europa reciente.
No obstante, el éxito de Bodyguard no es político. El tema del terrorismo en la serie es más un dispositivo dramático que una reflexión ideológica. Por decirlo de otro modo: la lectura política apenas carga la mano. Es más, la serie se pone a resguardo de cualquier acusación identitaria al feminizar su reparto y diversificarlo racialmente. Incluso, en un giro tan interesante como sintomático, habilita conjugar las palabras “villano” y “empoderamiento”. Ese calculado equilibrio –sin caer en un blandiblú buenista y moralizante– permite no cabrear a nadie, de modo que el espectador, aunque el paisaje resulte tenebroso y especular, se centre en el vibrante avance narrativo.
Y ahí es donde Bodyguard toca el cielo. Su administración de la tensión es virtuosa. Hay esguinces narrativos, cliffhangers de aúpa y sorpresas con cuatro eses. Si a esto le añadimos una psique dañada, una familia que lucha por mantenerse en pie, un amor prohibido y el clásico estado dentro del estado que define al thriller político, entonces, nos acercamos al tremendo éxito de Bodyguard. Los seriéfilos más caviar se tirarán de los pelos cuando constaten que el pacto de lectura exige tragar demasiado o que algunos de los giros derrapan hasta salirse de la curva. Y tendrán razón. No hay duda, por citar el ejemplo más palmario, de que en cualquier país civilizado exigirían severos tests psicológicos al guardaespaldas del ministro más buscado por los terroristas. Pero conviene insistir en que el triunfo de Bodyguard radica, precisamente, en haber encontrado la manera de transmitir el pánico sin mirar de frente al monstruo. Y de lograrlo de un modo salvajemente entretenido.
Flames
No he empezado BETTER CAL SAUL 4 y ya reseñas esta serie….
Me muero de ganas de verla… supongo que por ahí has podido verla antes que en España. Aquí no la han estrenado.
Alberto Nahum
Bueno, en el streaming de la BBC estaba. Basta con tener un simulador de VPNs o como se llame.
Individuo Kane
En España han estrenado Better Call Saul un día después que en Estados Unidos. En Movistar+
AlbertoNahum
Kane, creo que Flames se refería a Bodyguard, que aún no se ha estrenado en España. Aquí en Netflix Australia llega el 24 de Octubre. Creo que en España por las mismas fechas.
Flames
Me refería a ambas. Pero BETTER CALL SAUL 4 estaba esperando a que estuviera entera para verla. 😉
Jose
¡Muy buena crítica! Los primeros minutos son dignos de Hitchcock, que está muy presente en esta serie, para mí. La estoy analizando en relación con “Collateral”, que trata un tema similar pero sigue otros caminos, más centrada en la radiografía social, creo, y “Line of duty”… Pero lo que vale la pena es destacarla, como tú haces. Gracias!