“Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti” (John Donne, 1624)
El buenismo que se ha apoderado de la última temporada de Game of Thrones exhibe dos grandes víctimas dramáticas: la previsibilidad y la simplificación.
Lo predecible -en una serie que, no lo olvidemos, cimentó su prestigio a base de liquidar a todos los delanteros del equipo en un juego sin reglas– es que Cersei resulte derrotada, Euron agonice y el Montañeitor muerda el polvo fraternal. Y no, uno no habita el cinismo ni le mola que ganen los malos. El problema está en el cómo: en la facilidad, en la falta de tensión, en la ausencia de duda, en que gallegos como Bronn hayan desertado.
Ocurre lo mismo con la vertiente estratégica. Durante años, Game of Thrones levantó una serie maquiavélica, susurrante y váryca, donde hasta un rutinario “buenos días” podía esconder el navajazo de un tratado de Clausewitz. El alimento espiritual óptimo para cualquier fondo de reptiles. De ahí también nacía el prestigio cultural de la serie: de un gris moral negrísimo, donde la hijoputez era, simplemente, su miércoles. Eso convertía la trama en un gigantesco interrogante. Desconocer las agendas ocultas y las tripleces de tanto malnacido espoleaba el esfuerzo cognitivo del espectador. Y su placer. Ahora, sin embargo, la palabra hipocresía ha abandonado el relato. La peña es más Miura y embiste en cuanto le enseñan un pañuelico rojo. Así, Game of Thrones ha acabado ejerciciendo un dramatismo pavloviano: Daenerys dracarizá hasta al apuntador, Jon Snow es un canelo político guiado por una incomprensible lealtad canina, Tyrion hace años que opta por la línea recta y por eso falla más en sus consejos que una escopeta de feria… y hasta Gusano Gris se ha convertido en un emoticono que ha sustituido la más elemental cadena de mando por el “aquí te pillo, aquí te mato”. Literal. ¡Qué tiempos cuando los “Inmaculados” eran un escuadrón disciplinado, para quienes “la muerte no significaba nada”!
Ser previsible es la otra cara de la moneda de la simplificación. O del simplismo: Arya, Clegane y Jaime van sorteando obstáculos con una facilidad pasmosa, metiéndose hasta la cocina. En un abrir y cerrar de ojos, Jaime ajusta cuentas con sus némesis follanderas y la joven Arya abandona la senda Montecristo para cabalgar cual Lady Godiva, a sacrificarse por el bien común. He de admitir que, incluso con su azucarado y repentino último giro, la dupla Arya-Clegane es de lo más emotivo de este año.
Al final va a tener razón Sepinwall cuando advertía que “The Long Night” (8.3.) se cargaba el clímax de la serie. Vista la facilidad con la que la Reina de los Dragones convierte ahora todo en carbón, a este episodio le ha faltado un enemigo a la altura. Si la mayor amenaza para dothrakis, inmaculados, norteños y valyrios ha sido el rictus gélido de Cersei Lannister, entonces es que algo ha naufragado en el equilibrio de fuerzas. Vendría bien un poco más de consistencia militar, sin duda, porque hasta los palomiteros tenemos un límite de mantequilla. La semana pasada, el psicópata de Euron Greyjoy demostró lo mortífera que podía ser la ballesta ingeniada por Qyburn. Hoy parecía que habían puesto a Tyrion al mando de todas ellas… No sé, podían haber hecho que, al menos, un par de escorpiones le hicieran pupa a Drogon, ¿no? Hoy ha sido todo tan fácil de chamuscar que uno se pregunta por qué demonios no encendieron esta barbacoa en otoño.
Ah, ya, se me olvidaba: no han aplicado este Hiroshima antes porque que el gran asunto moral de esta temporada es el de no matar inocentes. Oh, el pueblo. Al final resulta que Varys acaba siendo el humanista de la serie, el garante (¡y mártir!) del bien común. ¡Varys! Un tipo grasiento que durante años murmuraba acertijos relativistas y cuyo único principio político era venderse al mejor postor (2.3.): “El poder se encuentra en donde los hombres creen que se encuentra“. De Rasputín a Churchill, triste destino en Poniente y alrededores.
(Ilustración de Javier Ezcurra)
De acuerdo. Daenerys es un personaje roto que se ha vuelto tarumba. Lo ha perdido todo (Jorah, Missandei, Rhaegal y el amor del pueblo), pero no es menos cierto que lleva la locura en los genes. Ahora que está tan de moda idealizar críticamente las primeras temporadas, conviene recordar que sus cambios de humor ya eran una de los aspectos más latosos de la segunda temporada, la peor de las dibujadas con mano firme. El suyo será un arco de transformación de 360 grados, pues. O 450 si contamos su inocencia droghada. La diferencia entre aquella temporada y esta es que el meñiqueísmo de antaño ha desembocado en un maniqueísmo de escuadra y cartabón. Ahora se ha vuelto todo previsible y elemental.
Como espectáculo visual, “The Bells” ha vuelto a ser un GoT apabullante en su coreografía del espanto, con una dirección sublime, a flor de piel. El episodio, aunque largo, se ve con gusto. Impone, vaya que si impone. Pero, ay, no parece suficiente para una serie que ansiaba Olimpo narrativo y posteridad crítica. Contra John Donne, la muerte de cualquiera en Game of Thrones no me afecta. La electricidad emocional ha sufrido un cortocircuito. Por eso, el problema no es solo que hoy las campanas -literal y metafóricamente- no doblaran por ti, Daenerys, sino que tampoco lo hacían por mí.
Jose Valdes
Gran análisis Alberto, lo comparto en gran parte.
Un episodio inmenso en lo visual, un despliegue extraordinario para una serie de TV y, lamentablemente, un auténtico despropósito en lo narrativo.
Casi todo es cuestionable, desde la docilidad con la que se deja atrapar el inteligente Varys, al enésimo y repetitivo discurso de Tyrion para que no haya destrucción, la planicie intelectual en que se ha convertido Jon Snow, ya no es aquello de “no sabes nada”, es que parece un espantapájaros, o la idiotez de la captura de Jamie para ser liberado aún más estúpidamente.
Pero cuando ves a Daenerys cabalgando el dragón, ahora inmune a los escorpiones (¿?¿?), hundiendo ella sóla toda la flota del hierro en dos escenas, derritiendo las murallas de Desembarco como si fueran de mantequilla y cargándose a los 2.000 mercenarios de la compañía dorada de un fogonazo, te preguntas, ¿pero esto que es?.
El capítulo prosigue y por momentos, disfruto con la paranoia de Daenerys y su dragón, la matanza salvaje y la ciudad en llamas, la batalla de los hermanos Clegane es descarnada, los soldados Lannister vapuleados, pero todo lo envuelve un aura de precipitación y locura, de desenlace forzado, desde Jamie Lannister y Euron, Arya escapando de las llamas, las caras de póker de Tyrion, las de Jon Snow, que parece preguntarse ¿pero yo que pinto aquí?, la de Cersei viendo su ejército exterminado en 5 minutos…
En definitiva, ya no hay vuelta atrás, JDT hace tiempo que ya no va a volver a su esencia, esto se ha convertido en una criatura tan imprevisible como inverosímil.
Flames
Jo; lo has “clavao”. De principio a fin. Comparto todo tu análisis; coincido contigo en todo.
La causa de todo creo que es que una sola temporada y además de 6 capítulos (por muy largos que sean) no dan para finalizar algo que se ha ido cociendo a fuego lento durante mucho tiempo. Es como haber preparado una menestra, con el punto de cocción perfecto para cada ingrediente….. y acabar convirtiéndola en comida rápida calentado todo junto en un microondas.
carlos risu
Te cuento: yo era un troll inteligente de nacimiento, vengan magos y me cuenten que esto es un “trauma”, Ahora sé que era maleducado al salir al mundo, y tardé en verlo. Y sin venir a cuento el mundo cambió y me pasé dos años escribiendo sobre series y, peor aún, después me hice una cuenta de Twitter solo para emborracharme a gusto y expresarme sin culpa. Cuando la cosa iba de defenderme me fui. Busqué sensatez ¿o me hice del partido de Essos? Ni me acuerdo.
Recuerdo mis motivaciones pero vagamente lo que opiné de la primera temporada porque era verano y ahora es invierno. Yo no soy presa de mis pasados. Lo mismo le pasa a cualquier personaje, a cualquier guionista.
Ok. Ya no soy eso pero me encantó mi caricatura. Esa foto que aparece, (el avatar) por ejemplo. ¿Soy Tyron? Imposible, yo mido 1,90. Pero ese es el quid. La gente evoluciona y pretendemos, como espectadores, que los relatos a los que asistimos nos den la razón. Que personajes cumplan nuestras expectativas vitales. Eso no es pacto de lectura necsariamente (pporque en la sociedad moderna cada cual LEE lo que quiere, sin pactos).
Eso es comprender el mundo. Y esta serie es eso, cualuiera lo es pero aquí han puesto empeño. Como cuando hicieron Ben Sur en los 50. ¿no era ridículo entoncesces que romanos y judíos hablaran inglés?
¿Inflamar expectativas adolescentes para que cual saque la suya y opinen? Gana la banca. Y ademas es que da gusto verlo
carlos risu
Joder Puto Google BEN HUR
carlos risu
Y PD (después de releerme): Muy de acuerdo en la foto del caballo pero yo la habría maqueado con dragones (se nota que vas con Arya, gañán)… todo se escribe ya deprisa y corriendo (y yo lo hice hoy y también me temo que en este post también año hiciste tú porque ¿para qué añadir más? ).
El mío, tras pensar una larga nocheeeee (es broma) lo puse al pedo porque la serie se merece eso: inmediato si tengo fans, o sea bien escrito al principio, pero después aceleras y aparecen erratas, contradicciones y agujeros. Porque así está el tema del relato, porque quieres acabar esta mierda antes de que “te salpique” y tengas tú la culpa.
Va a ser que soy Tyron y no doy pa más (,-)
Podría escribir 8 temporadas sí, pero ¿para qué? THANKS
carlos risu
… y añado (PD2) ¿Qué es el buenismo sino inseguridad? ¿Octava Temporada?
Es como creer que cuando hablo de una serie estoy hablando de mí. Y a la vez imaginar que uno hable de uno pero queriendo hablar de series. Y otra muy diferente bucear entre textos y textos porque lo único que te estimula es leer para escribir luego yo mejor.
Todo esto es una cuestión de atención
Juego Tronos es eso. Cada cual en su trono. Opinando. Escribiendo. Marcando tendencias. (Conste que eso ya lo escribí en 2012 sin haber visto la serie). No me pidan link, no me interesa, como a Consult Writing, que LE mataron al Meñique (el Meñique era él), y etc etc
(A veces escribo “año” y quise escribir “lo”. Es el Google que quiere que acabe deprisa y corriendo con la comunicación humana. Redicrla a titulares, esquemas simples-espectaculares-maximalistas. Justo la 8 de Juego Tronos).
¿Por qué no tengo blog? porque soy entre Tyron y Jon Snow.
Allan Labana
Totalmente de acuerdo. ¿Crees que esta serie se marque un Lost, un final que haga que los fans más leales olviden todos los grandes problemas de las últimas temporadas y concluyan en que, después de todo, sí fue una serie de 10?