Que Cary Fukunaga, productor ejecutivo de The Alienist, es un esteta de relumbrón ya lo sabíamos desde True Detective. En aquella batalla entre fondo y forma -o entre jarrón y vacío– la tensión visual que imprimía Fukunaga permitía un espesor que la historia, desnuda, no tenía. No es de extrañar que, con Fukunaga ausente, la olvidable segunda temporada de True Detective fuera uno de los descarrilamientos más aparatosos de la serialidad reciente. Cuando una reseña sobre una serie comienza con una digresión tan larga, es señal de que el relato no pega en la diana. Así que volvamos de Luisiana a Nueva York, que hay unos niños salvajemente violados y asesinados esperando para asaltar la reseña.
Este es el mayor problema de El alienista: que las víctimas son un simple mecanismo retórico. Desde la primera, espectacular, escena el relato se reboza en litros de sangre e imágenes horrendas. Pero el sufrimiento siempre resulta lejano, cosa de otros. Y mira que Fukunaga -quien ejerce de productor ejecutivo- y Jakob Verbruggen -el director del piloto- se esfuerzan por otorgarle al Nueva York de finales del XIX una pesadez onírica, donde la pureza de la nieve se mezcla con el hedor de burdel, donde la mirada científica se da de bruces con el abuso infantil. Esa imposibilidad para dar cuenta del mal se traduce en una puesta en escena sofocante, logradísima en su contradicción… pero carente de auténtica vida dramática.
Porque en El alienista fallan los personajes, obstinados en surfear el cliché y el déjà vu. El personaje interpretado por Luke Evans (un dibujante de periódico sensacionalista) siempre aparece sosete, como una mera cuota de belleza masculina. Sara Howard (la siempre interesante Dakota Fanning), a pesar de cumplir con la obligatoriedad actual de exhibir mujeres fuertes, ostenta más validez sociológica que dramática en el relato; hasta su último beso nos deja una sensación de premura y emoción forzada. Quizá el más sólido del triángulo resulte el Dr. Laszlo Kreizler (un solvente Daniel Brühl), con sus discapacidades tanto metafóricas como reales y sus insanas obsesiones: “Solo si me convierto en él, si yo mismo le corto la garganta al niño, si paso mi cuchillo por el cuerpo indefenso y arranco los ojos inocentes de una cara horrorizada, solo entonces llegaré a comprender realmente lo que soy”. Ummm. Ya hemos estado aquí, me temo. Por eso, a pesar de sus virtudes dramáticas, Kreizler es un ejemplo de lo que pomposamente podríamos denominar un “exceso de caracterización”. Sobre el papel, cada detalle está saturado de carga semántica: su infancia dolorosa, su condición de outsider de la medicina, su pasión por el conocimiento de la psique, su falta de habilidades sociales… Y, sin embargo, le falta autenticidad, verdad, imperfección real. Es un personaje previsible, demonios.
Ahí radica el gran problema de toda la serie. Salvando los destellos inclasificables de los forenses judíos (peces fuera del agua en ese Nueva York mayoritariamente italo-irlandés), El alienista no logra calibrar una mirada dramáticamente persuasiva. El relato se deja ver, por supuesto, y es una de las series contemporáneas que mejor captura una atmósfera, tirando paralelismos con otras series ambientadas en ese fascinante Nueva York de bajos fondos, embarrado, canalla, donde los contrastes sociales son un abismo, como en Copper (BBC America) o, en menor medida, en la estimable The Knick (Cinemax).
Con la segunda temporada en el horno (The Angel of Darkness), El alienista propone un thriller psicológico salvaje que no solo nos muestra la desmembración de cuerpos infantiles, poderosos perversos y mentes insanas; también exhibe cómo el vigor dramático y la puesta en escena pueden caminar en paralelo sin apenas cruzarse, dislocados.
Arturo
Era una serie que esperaba con ansia, había leído el libro y me encantó, y que, sin llegar a decepcionarme, desde luego no llegó a cubrir mis expectativas. Excelente, como mencionas, en los aspectos técnicos y en la ambientación -si no me equivoco es Budapest donde se reconstruye el Nueva York de finales del XIX- y no tanto en las actuaciones. Ninguno de los tres protagonistas está mal pero ninguno llega tampoco a convencerme. Como señalas, los mas simpáticos son los forerenses judios.
Serie ideal para pasar un rato, pero poco mas. Espero que acierten con The Angel of Darkness. El libro me pareción inferior a El Alienista pero aún así está bastante bien.
Alberto Nahum
Joer, Arturo, ¡es usted una auténtica mina!
Flames
Pues yo también había leído el libro que me gustó bastante y esperaba la serie con ansia. Pero……. no funciona, no transmite emoción ni suspense, se queda en nada.
La elección de actores me parece correcta, la ambientación correcta…. pero esa historia que debería de haber funcionado, se va diluyendo y –como bien apuntas– se queda en clichés y lugares previsibles y ya conocidos.